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domingo, 21 de octubre de 2018

Sobre la balcanización en Latinoamérica


lfredo Serrano Mancilla*

El nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, ha manifestado que no está dispuesto a seguir acudiendo a las rondas de negociaciones de la Alianza del Pacífico. Argentina, por su parte, ha solicitado la anulación de la decisión 32/00 del Mercosur que prohíbe a sus países miembro firmar nuevos acuerdos comerciales por sí solos. Si gana Jair Bolsonaro, seguramente Brasil tomará el mismo camino: salirse de Mercosur.
Otro caso parecido es el de Ecuador, que ha abandonado hace muy poco la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). No son situaciones aisladas. Se trata de un fenómeno cada día más robusto que está teniendo lugar en Latinoamérica en esta nueva época. Cada quien abandona la vía de integrarse mediante un bloque y, por el contrario, transita hacia una nueva forma de relacionarse con el mundo: una suerte de sálvese quien pueda, de modo individual.
Ha pasado una década desde que el mundo tambalease luego del crack financiero de 2008. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en clave geoeconómica. Se ha transformado el mundo financiero en todas sus dimensiones, reconcentrándose la banca, y los grandes se comieron a los chicos.
Además, estamos viviendo un proceso de exceso de liquidez global debido a que Estados Unidos y la Unión Europea llevaron a cabo la gran emisión monetaria en estos años. En consecuencia, para darle salida a esa nueva masa monetaria, el endeudamiento global crece. El mundo está 12 por ciento más endeudado que hace una década.
Al mismo tiempo, en el plano de la economía real, la productividad continúa en descenso y el comercio crece a tasas muy bajas. Estamos ante un prolongado proceso de contracción en el que la tasa de crecimiento no logra alcanzar los niveles precrisis. Y las predicciones no son mucho mejores: el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) The long view: scenarios for the world economy to 2060 considera que la tasa de crecimiento del producto interno bruto real estará cercana a 2 por ciento para el año 2060.
Esta metamorfosis también se nota en el reordenamiento de las naciones en cuanto a su importancia económica. Las denominadas emergentes, de hecho, ya emergidas, cobran cada día más protagonismo. Tanto es así que el citado informe de la OCDE pronostica que el centro de gravedad de la economía mundial se seguirá desplazando de Norteamérica y Europa hacia el continente asiático. China, India e Indonesia serán clave en este movimiento, así como Rusia, Turquía, Sudáfrica y Corea del Sur.
Nada es como antes: ni el resultado del Brexit, ni la llegada de Donald Trump a la Presidencia; tampoco todo lo ocurrido en Latinoamérica. Han habido cambios de gobierno importantes que representan giros políticos y geopolíticos. El escenario regional ha mutado mucho en estos años, y esto tiene sus secuelas en el comportamiento de integración en el mundo.
Se está sustituyendo progresivamente la fórmula de asociarse en bloque por la de la vía individual, aplicando un criterio darwinista para sobrevivir en un clima global adverso. Cada día hay menos patrones comunes en los bloques conformados para relacionarse hacia afuera. Cada quien se lo guisa y se lo come: se busca lograr acuerdos comerciales con el país que lo permite, intentando aprovechar algunas ventajas comparativas, obtener inversiones productivas –dadas las potencialidades nacionales y el interés externo– y conseguir financiamiento como buenamente se pueda.
Estamos, por tanto, ante un nuevo fenómeno de menor homogeneidad en la forma en que los integrantes de un bloque se relacionan con los países del exterior. Cada uno negocia por sí solo, y lo que pareciera una ventaja en el corto plazo, a la postre puede ser un gran inconveniente porque se pierde fuerza en la capacidad de negociación con las grandes potencias.
Y es así como el marco dominante de necesidad en adversidad está forzando a cambiar la lógica de inserción, provocándose un reordenamiento geopolítico de gran magnitud en Latinoamérica. Este viraje será determinante para los años venideros a la hora de comprender con mayor claridad cómo la región se transforma al interior y en su relación con el exterior.
Todo se resume en esta frase: la balcanización de Latinoamérica es un nuevo rasgo característico de la actual geopolítica en disputa. Y eso se nota cada vez más en casi todos los espacios de integración: Mercosur, Alianza del Pacífico, Unasur y ALBA.

* Director del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (Celag), doctor en economía

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