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lunes, 22 de octubre de 2018

¿Derechos humanos, alguien?


Immanuel Wallerstein

Es en extremo difícil hallar un país o alguna otra estructura política que no haya violado derechos humanos de algún modo.
Algunas veces, la violación implica asesinar a un disidente.
Algunas veces la acción es menos severa, mas sin embargo tiene un efecto muy negativo sobre la vida y las actividades de la víctima de la violación.
Con raras excepciones, la estructura política acusada de violar los derechos humanos niega haberlo hecho.
La evidencia dura de una violación es difícil de obtener y circular. La entidad acusada de violar derechos humanos tiende, en la mayoría de los casos, a ignorar protestas, y como tal mantiene intacta la supuesta violación.
Algunas instancias actuales sometidas a discusión pública son: Brasil, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, Nicaragua, Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Francia, Holanda, Suecia, Latvia, Polonia, Hungría, la República Checa, Turquía, Arabia Saudita, Israel, Palestina, Egipto, Sudán, Sudán del Sur, Kenya, Sudáfrica, Yemen, Irak, Irán, Pakistán, India, Myanmar, Indonesia, Australia, China, Corea del Sur, Corea del Norte y Japón.
Cualquier país en esta lista tiene algunos defensores que se escandalizan por la acusación mientras otras personas lo ponen hasta arriba de su lista acusatoria.
Esta ya muy enorme lista no incluye a entidades dentro de los llamados Estados soberanos. Enlistarlas habría alargado la lista tremendamente.
¿Qué podemos concluir de esta totalmente poco clara discusión acerca de los derechos humanos? Concluyo que no podemos utilizar la categoría de derechos humanos en sí misma. Puede ser útil tal vez si la situamos en un contexto complejo de la situación en una entidad política dada, pero ciertamente no puede sostenerse en sí misma.
Mi segunda conclusión es que, hasta ahora, la categoría ha permitido lograr muy poco. A como la usa la mayoría de los activistas, se ha alejado del análisis del sistema capitalista y por tanto de la lucha central de nuestros tiempos.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein

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