Pasada las elecciones
municipales y regionales con un 21% de ausentismo, y 13% de votos nulos y
en blanco, el pueblo peruano (66% de los votantes hábiles) otorgó
legitimidad a las nuevas autoridades elegidas, provenientes de
decadentes partidos, nuevos en su mayoría, quienes asumirán sus cargos a
partir del 1 de enero de 2019 cerrándose así, el círculo vicioso de
cambio periódico de verdugos del pueblo.
Lo que les espera a las
nuevas autoridades que asuman sus cargos –hay autoridades electas con
denuncia judicial u orden de captura- es que recibirán de sus
antecesores, gobiernos locales y regionales, técnicamente quebrados, con
deudas impagables a la ONP, AFP, SUNAT, ESSALUD, proveedores, y hasta a
los propios trabajadores y como si esto fuera poco, deberán gestionar,
con los escasos recursos económicos disponibles y el presupuesto del
2019, elaborado por sus antecesores; sólo podrán gestionar realmente, a
partir del 2020 en condiciones de incertidumbre económica, sin poder
planificar el desarrollo local e integral ya que no existe un plan de
desarrollo nacional.
Esta precariedad del estado peruano, nos
rebela incapacidad política y administrativa, por parte de la elite
social, de dirigir sus entes autónomos, más bien estas entidades son
esquilmadas por mafias, instaladas desde las cúpulas de gobierno desde
hace muchos años y que hoy, gracias a las pugnas entre sus diversas
facciones, salen a relucir cada cierto tiempo, escándalos de corrupción,
tráfico de influencias, entre otros delitos que remecen a toda la
sociedad.
Sin embargo, a pesar de estos escándalos en las altas
esferas del estado, sólo están detenidos los llamados peces chicos; la
frondosa y ambigua normatividad judicial y sus usos, así como la mafia
enquistada en el poder judicial, dificulta la aplicación de sanciones a
los presuntos cabecillas que dirigen el estado mafioso.
Este
proceso de degradación de la sociedad resulta imparable y esto aterra a
la clase dominante cuyos líderes de sus partidos ven como sus
agrupaciones políticas, entran en crisis, y temen que el pueblo se
rebele ó que el país termine siendo inviable a merced de países vecinos
con burguesías agresivas, buscando expandir su influencia y/o
territorio.
El pueblo peruano, que sufre la opresión cotidiana,
resiste valerosamente y expresa sus luchas a través de sus
organizaciones gremiales, en sus diversas formas: marchas, huelgas,
paros, bloqueo de carreteras, esto a pesar de que sus dirigentes o
participantes sean calumniados ó acusados de terroristas por las
autoridades de turno y/o medios de comunicación reaccionarios.
El pueblo peruano sabe que sus luchas son a largo plazo y que continuará
en su brega a fin de hacer prevalecer sus derechos y liberarse para
siempre, de la opresión de clase que soporta.
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