1. Las recientes movilizaciones ocurridas en
América Latina y en el mundo confirman lo que Lenin escribía en 1914: “cuando
las masas carecen de organización, están privadas de una voluntad única”, y sin
ella no pueden luchar contra la potente “organización terrorista” de los
estados capitalistas.
1) Una instancia que ayude a superar la dispersión
2. Para que la acción política sea eficaz,
para que las actividades de protesta, de resistencia y de lucha logren cambiar
realmente las cosas, para que los estallidos sociales desemboquen en revoluciones, para que las
revoluciones se consoliden, se requiere una instancia política que ayude a
superar la dispersión y atomización del pueblo explotado y oprimido creando
espacios de encuentro para aquellos que tienen diferencias pero luchan contra
un enemigo común; que sea capaz de potenciar las luchas existentes y promover
otras orientando las acciones en base a un análisis de la totalidad de la
dinámica política; que sirva de instrumento articulador de las múltiples
expresiones de resistencia y de lucha.
3. La historia de las revoluciones triunfantes
ratifican en forma porfiada lo que se puede lograr cuando existe una organización
política capaz, en primer lugar, de levantar un programa alternativo de
carácter nacional y plataformas de lucha que permita canalizar las acciones de
los diversos actores sociales hacia un objetivo común, dotando a
millones de hombres de una voluntad única.
4. Esta instancia política es como el pistón en una
locomotora, que transforma la fuerza del vapor en el movimiento
que, transmitido a las ruedas, hace desplazarse a la locomotora y con ella a
todo el tren. La sólida cohesión organizativa no sólo otorga mayor capacidad
objetiva para actuar, a la vez crea un clima interno que hace posible una
intervención enérgica en los acontecimientos y un aprovechamiento de las oportunidades
que éstos ofrecen. Hay que recordar que en política no sólo hay que tener la
razón, sino que hay que tenerla a tiempo y contar con la fuerza para
materializarla.
5. Por el contrario, el no tener ideas claras
por qué luchar y la sensación de no contar con instrumentos sólidos que
permitan llevar a la práctica las decisiones adoptadas, influye negativamente
ejerciendo una acción paralizadora.
2) Un taller de pensamiento estratégico
6. Se requiere una entidad que cree las condiciones para
elaborar una propuesta, programa o proyecto nacional alternativo al capitalismo,
que sirva de carta de navegación para orientarse, para no perder el rumbo, para
encaminarse certeramente hacia el objetivo perseguido, para no confundir lo que
hay que hacer ahora con lo que hay que hacer luego, para saber qué pasos dar y
cómo darlos, es decir, necesitamos una brújula que permita que el barco no se
extravíe y llegue seguro a su destino.
7. Es una tarea que requiere de tiempo, de
investigación, de conocimiento de la realidad nacional e internacional. No es algo que se
pueda improvisar de un día para otro y, menos, en el complejo
mundo en que vivimos. Este proyecto debe plasmarse en un programa que cumpla el
papel de esa carta de navegación de la que hablábamos y se concrete en un plan
de desarrollo nacional.
8. Siempre tendrá que haber una elaboración
inicial por parte de la organización, pero debemos tener muy presente que ese
programa deberá
ir siendo enriquecido y modificado a partir de la práctica social,
de la opiniones y sugerencias de los actores sociales, porque, como hemos dicho
anteriormente, el socialismo no se puede decretar desde arriba, hay que irlo
construyendo con la gente.
9. Rosa Luxemburgo no se cansa de repetir que la senda hacia el
socialismo no está trazada de antemano, que tampoco hay fórmulas
ni esquemas predeterminados, ya que “la clase proletaria moderna no conduce su
lucha según esquema alguno reproducido en un libro o en una teoría, sino que la
lucha moderna de los trabajadores es un trozo de historia, un trozo de
evolución social y, en medio de la historia, en medio de la evolución, en medio de la
lucha, aprendemos cómo debemos luchar”.
10. El instrumento político debe propiciar un
constante debate sobre los grandes temas nacionales para ir enriqueciendo ese
plan y los programas concretos que de él puedan derivar. Coincido con Farruco
Sesto en que este debate no puede limitarse a una simple confrontación de
ideas, sino que debe “conducir a la construcción colectiva de ideas y de respuestas a los
problemas” “[...] Unos argumentos sumados o contra puestos a los
otros, irán permitiendo la elaboración de una verdad compartida.”
11. La organización política debería ser
—según él— “un gran taller de pensamiento estratégico desplegado por todo el
territorio [...]”. Yo particularmente pienso que el instrumento político no
sólo debe estimular un debate interno, sino que también debe impulsar la
creación y participar activamente en espacios de debate público —como los que
ya mencionamos anteriormente— sobre los temas de interés más general,
convocando a participar a todas las ciudadanas y ciudadanos interesados.
12. Por eso coincido nuevamente con Farruco en
que como el partido no es algo aislado
del pueblo, sino que tiene que hacer “su vida en el pueblo”, el lugar ideal
para el debate es el “seno del movimiento popular”. Y que “si una de las líneas
estratégicas de la revolución es transferir el poder al pueblo, ello implica la transferencia de la
capacidad, no sólo de decisión, sino de la elaboración de los fundamentos de la
decisión. “[Porque] producir las ideas y clarificar los caminos
es la más importante de las actividades en el ejercicio del poder.”
3) Una conducción que elabore los pasos a seguir
13. Pero el instrumento político no solo es
necesario para coordinar el movimiento popular y promover la elaboración
teórica, también es necesario para definir la estrategia. Se requiere una conducción
política que elabore los pasos a seguir para implementar las propuestas
teóricas, de acuerdo con el análisis de la correlación de fuerzas existente.
Solo así se podrán lanzar las acciones en el momento y el lugar más oportuno, buscando
siempre el eslabón más débil de la cadena enemiga, aprovechando
el vapor contenido en la caldera en el momento decisivo, haciendo que se
convierta en fuerza impulsora, evitando así que se desperdicie. Por supuesto
que, como dice Trotsky, lo que mueve las cosas no es el pistón, sino el vapor,
es decir la energía que surge de las masas movilizadas.
14. Y si es necesario un instrumento político
para lograr la toma del poder, es también fundamental para construir la nueva
sociedad alternativa al capitalismo, como expondremos más adelante.
2. Vencer el bloqueo subjetivo
15. Reconocemos que el terreno no es fértil
para escuchar estas ideas. Hay muchos que no aceptan siquiera discutirlas. Y
adoptan esta actitud porque las asocian a las prácticas políticas
antidemocráticas, autoritarias, burocráticas, manipuladoras que hemos descrito
en otros textos y que desgraciadamente han caracterizado a muchos partidos de
izquierda.
16. Yo creo que es fundamental superar este bloqueo subjetivo
porque estoy convencida, como ya he dicho más arriba, no habrá lucha eficaz
contra el actual sistema de dominación, ni construcción de una sociedad
alternativa, socialista, sin una instancia capaz de articular a todos los
actores y que unifique su voluntad de acción en torno a las metas propuestas.
17. Estoy de acuerdo con Hardt y Negri en que la resurrección y refundación de la
izquierda
sólo serán posibles sobre la base de nuevas prácticas, nuevas formas de
organización y nuevos conceptos, pero me parece paradójico que ellos reconozcan que vivimos
en un estado de guerra global, que la democracia plena que buscamos está
por construirse, que justifiquen el uso de la violencia para defenderse del
poder imperial, que afirmen que la multitud va necesitar de un proyecto
político para dotarla de existencia y que debe ser capaz de tomar
decisiones y de actuar en común y que, al mismo tiempo, rechacen, sin
embargo, la idea de que exista un puesto central de mando y no propongan
absolutamente nada que permita llevar a la práctica ese proceso de toma de
decisiones para la acción común.
3 Por qué instrumento político y no partido político
1) Lenin contra una visión universal
18. Debido al creciente desprestigio de la
política y los políticos, mucha gente tiende a rechazar el término partido. Por
eso yo prefiero hablar de instrumento político.
19. Pero esa no es la única razón, hay una
razón más de fondo que busca subrayar el carácter instrumental que debe
tener toda organización política revolucionaria.
20. Si de lo que se trata es de conducir la
lucha de los sectores populares las cuestiones organizativas no pueden
transformarse en un objetivo en sí mismo, sino en una herramienta que permita
conseguir este objetivo.
21. Y como la forma en que se de esta lucha
depende de la realidad de cada país, no puede haber una fórmula única de
organización, esta debe adecuarse a las características de cada realidad
social.
22. Contrariamente a muchos de sus seguidores,
desde sus primeros intentos por crear un partido revolucionario en Rusia, Lenin tenía
absolutamente claro que no se trataba de fabricar una fórmula universal.
Conocía muy de cerca como estaba organizada la socialdemocracia europea que
funcionaba bajo regímenes democrático‑burgueses: para dar la batalla electoral
se había organizado en fuertes partidos legales, por lo que sus características
no podían ser trasladadas mecánicamente a la Rusia zarista, cuyo régimen
autocrático impedía toda organización política revolucionaria abierta. Y
tampoco se podía emplear el modelo de las viejas organizaciones clandestinas
revolucionarias rusas, aunque era necesario aprender de ellas determinadas
técnicas conspirativas
23. ¿Qué hacer entonces para crear un partido
revolucionario en Rusia —un país en el que existía un estado terrorista y que
contaba con una clase obrera muy minoritaria, pero altamente concentrada y muy
combativa? Según el dirigente bolchevique, lo que se debía hacer era crear un
partido cerrado de militantes disciplinados, verdaderos cuadros
revolucionarios, y con ellos ir “al encuentro del movimiento espontáneo de los
sectores populares o, más exactamente, del proletariado de las fábricas
[creando] la organización de este movimiento adecuada a [las] condiciones” del
país.
24. Lenin tenía absolutamente claro que no se
trataba de fabricar una fórmula universal. Concibió siempre el partido como el sujeto
político por excelencia de la transformación social, como el instrumento
para ejercer la conducción política de la lucha de clases ¾lucha que siempre se da en condiciones históricas, políticas y sociales
específicas¾ y, por lo mismo, estimaba que su estructura
orgánica debía adecuarse a la realidad de cada país y modificarse de
acuerdo a las exigencias concretas de la lucha.
2) La Tercera Internacional y los partidos comunistas
25. Estas ideas tempranas de Lenin fueron
ratificadas en el III Congreso de la Internacional Comunista en 1921. En uno de
sus documentos se sostiene que no puede haber una forma de
organización inmutable y absolutamente conveniente para todos los partidos comunistas.
Las condiciones de la lucha proletaria se transforman incesantemente y,
conforme a esas transformaciones, las organizaciones de vanguardia del
proletariado deben buscar también constantemente nuevas formas [...]. Las particularidades históricas de cada
país determinan, a su vez, formas especiales de organización para los
diferentes partidos.
26. Sin embargo, a pesar de estas
orientaciones de la Internacional, en la práctica los partidos comunistas
siguieron un mismo modelo a pesar de las diferencias existentes entre los
distintos países donde fueron creados.
27. Esto podría explicarse de alguna manera si
se considera dos criterios que Lenin consideraba de aplicación universal. El
primero se refería a la concepción del partido revolucionario como partido de
la clase obrera y el segundo, la exigencia de que para pertenecer a la
Internacional Comunista cada uno de estos partidos debía necesariamente adoptar
el nombre de Partido Comunista.
28. Dichos criterios fueron aplicados muy
dogmáticamente por la sección de la Internacional encargada de América Latina.
Su influencia fue muy perniciosa¾. Sus dirigentes se
dedicaron a trasladar fórmulas ya elaboradas para un Tercer Mundo no
diferenciado, desconociendo la especificidad de nuestro continente y de los
distintos países que forman parte de él. Sin ir muy lejos, recordemos los
problemas que enfrentó Mariátegui por no acatar la decisión de la Internacional
respecto al nombre del partido obrero que él fundó y al que denominó Partido
Socialista y no Comunista, como se exigía para integrar la organización
internacional.
3) Se ignora a importantes sectores populares
29. El acento puesto en forma acrítica en la
clase obrera condujo, en nuestros países latinoamericanos ¾en
los que el cristianismo y especialmente la religión católica, y los factores
étnico-culturales, tienen un peso mucho mayor que en los países avanzados¾ a ignorar las especificidades de nuestro sujeto social revolucionario;
a no entender
el papel que podían jugar los cristianos y los indígenas en nuestras
revoluciones.
30. Es obvio que, en estos momentos, en
nuestros países la lucha popular se está desarrollando en circunstancias muy
distintas de las que se dieron en la Rusia zarista. Pero también es obvio que
Venezuela no es Cuba ni Nicaragua, como tampoco Bolivia es lo mismo que
Ecuador. En cada país hay circunstancias distintas que mediatizan la estrategia
y modifican las formas de lucha popular. Por eso no creo que sea útil proponer
una plantilla única con la estructura formal que debería tener el instrumento
revolucionario.
31. El error de muchos partidos y movimientos
en Latinoamérica es que han priorizado el problema de la estructura organizativa por sobre las
necesidades de la lucha, cuando debe ser a la inversa.
32. Un modo en que esto se expresa ha sido la
tendencia a aplicar formas muy sofisticadas de organización que no corresponden
al propio desarrollo del movimiento revolucionario, copiándolas de otras
experiencias que muy poco tienen que ver con la propia. Una desviación extrema
de algunos grupos de izquierda en América Latina que se definieron favor de la
lucha armada fue la de crear estructuras y mandos militares sin poseer fuerza
militar alguna.
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