Como costales de basura, como bultos, como despojos son lanzados
hacia la nada, los parias; a quienes les arrebataron todo desde el
momento de su nacimiento y en esa nada: moribundos, sin anhelo alguno y
sin piel dónde detener los huesos deambulan en las migraciones
forzadas. Esos otros exilios invisibilizados y estigmatizados por todo
aquel que es incapaz de sentir en nervio propio el dolor del otro.
En otros tiempos a las migraciones forzadas se les conocían como
exilios políticos, esos exilios políticos siguen existiendo y siguen
siendo migraciones forzadas. Es muy fácil señalar, enjuiciar y degradar
cuando no somos nosotros los que estamos en circunstancias extremas que
pongan en tela de juicio nuestra integridad, nuestra salud mental,
nuestras necesidades básicas y nuestros sueños.
Cuando no somos nosotros los que sufrimos hambre, nos partimos el
lomo de sol a sol obteniendo a cambio salarios de miseria que nos
obligan a la subsistencia en condiciones de esclavitud. Cuando no son
nuestras vidas ni las de los nuestros las que están en peligro. Cuando
no es a nosotros a los que la violencia gubernamental nos ha deshecho la
familia. Cuando no es a nosotros a los que les han arrancado los sueños
a golpes de bota de capataz.
Cuando no somos nosotros los que hemos crecido sin oportunidades de
desarrollo: excluidos, oprimidos, violentados por un Estado ausente,
que solo es capaz de ver cuando se trata de reprimir a quienes no pueden
defenderse de la maquinaria de destrucción masiva que es el racismo, el
clasismo, la corrupción, el neoliberalismo y las bandas de criminales
de la oligarquía que hacen con los recursos, la justicia y la impunidad
lo que se les ronca la gana.
Es muy fácil, no se necesitan escrúpulos ni agalla alguna para lanzar
piedras en manada a quien no puede defenderse, somos un tropel de
sinvergüenzas que se sienten con la autoridad y el derecho para
amedrentar a quienes creemos inferiores, cuando los inferiores somos
nosotros: mamarrachos.
Esos otros exilios, tienen la particularidad de la pobreza extrema,
una miseria a la que han sido obligados a padecer por su origen y su
clase social. Esos otros exilios que no consisten en subirse a un
autobús, a un barco, a un tren o a un avión con los papeles
correspondientes que abran las fronteras o las puertas de embajadas o
consulados; son exilios a consecuencia de las políticas de impunidad y
apropiación de recursos y de vidas que aplican los gobiernos sucumbidos a
disposiciones de injerencia, oligarquía y bandas criminales.
Mortales que en nuestra mediocridad nos creemos dueños de una tierra
en donde estamos solamente de paso, un viaje de un simple soplo de vida
que puede terminar en cualquier instante. Todo es superior a nosotros en
este universo, todo. Y aun así defendemos fronteras, denigramos por
clase social, color, credo, origen…
Un día nos puede tocar a nosotros, un día cualquiera la violencia nos
puede tocar de cerca, un día también nos vamos a ver a lomo partido
sobreviviendo la agonía de la explotación. Un día la impunidad se
ensañará con nosotros y los nuestros, la injusticia nos escupirá a la
cara, la suerte que creemos que tenemos nos volteará la espalda y
nuestros privilegios acabarán.
Un día seremos expuestos por nuestra clase social, por nuestro credo,
por nuestro origen y un día también nos lanzarán piedras en manada y
nos cerrarán las puertas de los enormes muro fronterizos que ahora
defendemos: un día vamos a estar del otro lado en los zapatos del otro y
ahí sí y ahí sí…, vamos a padecer el escarnio, la ira y la crueldad que
un día lanzamos como puntapiés de botas de capataz contra quienes
fueron obligados al destierro y a la peregrinación en busca de un
bocado de comida y de oxígeno para seguir viviendo.
Un día vamos a ser nosotros los protagonistas de los otros exilios,
de las migraciones forzadas que hoy tanto señalamos con fanfarronería de
dueños de ni mierda.
Ojalá suceda, tal vez así aprendamos en el dolor propio sobre el dolor ajeno.
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Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado
15 de octubre de 2018.
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