Arturo Balderas Rodríguez
En más de un sentido, las
elecciones que se celebrarán el próximo 6 de noviembre, en las que se
renovará la Cámara de Representantes, parte de la de Senadores, las
gubernaturas de 36 estados y miles de legislaturas locales en Estados
Unidos, serán los comicios más importantes en muchos años. Es la opinión
de millones de personas y diversos observadores políticos, lo mismo en
los medios de comunicación que en la academia. Será un referendo sobre
la política del actual presidente, quien ha profundizado la división en
la sociedad, como ni el propio Nixon logró con todas sus perversidades.
La pérdida de su popularidad es consecuencia de frecuentes traspiés, su
apoyo al racismo, la xenofobia, el ultranacionalismo, el nativismo más
rampante y su política antipopular. El electorado ve con temor y
frustración la continuidad de esa política destructiva. En el Partido
Republicano, al que el presidente simula pertenecer, hay gran
preocupación frente a la posibilidad de perder la mayoría en la Casa de
Representantes y posiblemente el Senado. La preocupación parece haber
tocado también la puerta de la Casa Blanca, por lo que el mandatario se
ha subido al avión presidencial para realizar una de sus actividades
favoritas: pronunciar discursos a lo largo y ancho del país denostando a
los medios de comunicación, las minorías afroestadunidenses, latinas,
indígenas y, por supuesto, a los migrantes. Su ataque a la caravana de
hondureños raya en lo patético.
La mayoría de los candidatos del Partido Republicano cifran sus
esperanzas en el discurso del presidente y en la capacidad del aparato
electoral para escatimar de una u otra manera el voto de cientos de
miles de electores de varios estados que gobiernan los republicanos.
Para ello han creado diferentes estratagemas con el fin de suprimir el
voto, especialmente el de las minorías que mayoritariamente apoyan a los
candidatos del Partido Demócrata. Existen diversos trabajos de
investigación que han demostrado la forma en que las elecciones son
decididas con base en dichas estrategias.
Uno de esos trabajos es de Ari Berman, colaborador de revistas como Mother Jones, New York Times Magazine, Rolling Stone, y también es investigador de The Nation Institute. En su libro La moderna lucha por el voto, describe la forma en que se han trazado los distritos electorales, conocida como Gerrymander,
agrupando arbitrariamente a los votantes, con el fin de dar un número
mayor de sufragios a una u otra de las fuerzas contendientes en los
comicios.
El diseño se elabora cada 10 años en la mayoría de las legislaturas
estatales, con información del censo de población. Hace varias décadas
la mayoría legislativa en aproximadamente dos terceras partes de los
estados ha sido controlada por los republicanos (The Atlantic/ 24/10/18). Por tanto, han sido los encargados de agrupar a los electores más convenientes a su causa.
Históricamente, la supresión del voto ha sido un estigma para Estados Unidos (The Guardian
13/10/18), pero este año pudiera superar cualquier antecedente. En una
entrevista reciente en la cadena de radio pública, Berman dio cuenta de
la forma en que se han
purgadolas listas de electores en Georgia, Kansas, Wisconsin, Texas, Carolina del Norte y Alabama, con el fin de coartar el voto de cientos de miles de ciudadanos. Los casos más escandalosos de corrupción electoral se han dado en Georgia y Alabama, donde los responsables de organizar los comicios y actuar como árbitros son también los candidatos del Partido Republicano. En estos estados, la supresión de electores ha sido masiva. Las posibilidades de que las argucias se multipliquen a lo largo de Estados Unidos son muy altas, según Berman.
Si los republicanos llegan a perder alguna de las dos cámaras,
gubernaturas o legislaturas locales, será porque millones de votantes
están hartos del gobierno de Trump, y habrán logrado sortear las
triquiñuelas para suprimir su voto.
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