El giro a la derecha de Europa
y Estados Unidos tiene en su centro a la figura del migrante. La
sensación de precariedad o amenaza que puedan sentir las poblaciones
nacionales cuando se ven obligadas a convivir o a competir con gente que
tiene otras costumbres es hoy un recurso político muy rentable. Por eso
la crisis migratoria ha sacudido la política europea desde Italia hasta
Reino Unido, desde Suecia hasta Hungría, y han sido las derechas las
que han salido ganonas. De hecho, la ordeña política de las crisis
migratorias es ya un arte político, del que el presidente de Estados
Unidos es todo un maestro: Donald Trump sabe usar las crisis migratorias
de manera perfectamente calibrada. El presidente estadunidense entiende
perfectamente que las olas migratorias al estilo de la caravana
hondureña son oportunidades rentables.
¿Rentables cómo? Veamos. En el pasado mes de junio, el New York Times publicó
un reportaje acerca del negocio multimillonario que es hoy el de los
centros de detención de migrantes. Algunos de los contratistas que han
abierto estos presidios –por ejemplo, MVM Inc y General Dynamics– fueron
antes contratistas para el Departamento de la Defensa de Estados
Unidos, y tuvieron por años el negocio de mandar guardias privados a
Iraq. Otros, como Southwest Key, comenzaron siendo organizaciones de
apoyo a los migrantes, y se fueron transformando de a poco en grandes
negocios. Así, en el reportaje mencionado, el Times menciona
que Juan Sánchez, director de Southwest Key, percibió un sueldo de 770
mil dólares anuales en 2015. No se trata precisamente una compensación
que corresponda a un trabajador social. Hoy por hoy, los centros de
detención de migrantes en Estados Unidos son grandes negocios.
Así, el Wall Street Journal reportó, por su parte, el pasado
julio, que la administración Trump pidió 2.8 mil millones de dólares al
Congreso federal para aumentar el número y capacidad presidiaria en los
centros de detención, en su presupuesto para 2019. El resultado
inmediato de esa petición fue que subió la cotización en bolsa de las
acciones de dos de las grandes corporaciones abocadas al
procesamiento–como dicen en su lenguaje de asepsia burocrática– de los inmigrantes indocumentados. El presidente de una de ellas, CoreCivic, declaró al Wall Street Journal que 2018 iba a ser el mejor de los pasados 10 años, lo que es un dato nada despreciable, dados los elevados números de deportados procesados bajo el presidente Obama.
En 2016, todavía bajo el presidente Obama, hubo una investigación
acerca de los centros privados de detención de migrantes, donde se
encontró que eran bastante más peligrosos que los centros de detención
públicos. Sin embargo, el gobierno de Trump no ha hecho sino aumentar el
uso de centros de detención privados. ¿Por qué? Hay muy buenas razones
para ello. Así, dos de las mayores compañías del negocio, CoreCivic y
Geo, pusieron contribuciones de 250 mil dólares cada una tan sólo para
el festejo de la inauguración de Donald Trump. Geo, por su parte,
patrocina los hoteles de Trump en Florida, realizando ahí sus
conferencias y congresos. En resumen, la situación es la siguiente: los
impuestos del pueblo estadunidense van a parar a manos de una serie de
corporaciones privadas, que luego financian las campañas de Trump, y
patrocinan sus negocios y los de sus aliados políticos.
Y la rentabilidad política y económica de la migración ilegal tampoco
termina ahí. Muchos centros de detención son ubicados en regiones
económicamente deprimidas, por ejemplo en la de Río Grande Valley, en el
sureste texano, por ejemplo, y ofrecen fuentes de empleo que ayudan a
consolidar las bases políticas del movimiento trumpista. Además, hay
demandas judiciales que acusan a algunos centros de detención de
utilizar mano de obra forzada, o pagada muy por debajo del salario
mínimo, de los migrantes detenidos. O sea que detienen a los migrantes
supuestamente para que no trabajen en Estados Unidos, pero luego los
obligan a trabajar a precios ínfimos.
Por último, está el uso propiamente político-electoral de las crisis
migratorias como la actual, que Trump está aprovechando muy bien para
volver a izar su propaganda en pro de construir el muro entre Estados
Unidos y México, eso a menos de 15 días de las elecciones para el
Congreso. De modo que la caravana hondureña contribuirá a fortalecer las
candidaturas republicanas al Congreso en una elección políticamente
clave, en la que los demócratas tienen por fin alguna posibilidad de
arrancarle el control de la Cámara de Diputados a los republicanos. En
esta coyuntura, la crisis migratoria fortalece a los republicanos.
Además, si los republicanos llegaran a volver a ganar ambas cámaras en
la elección de noviembre, le deberán su triunfo Trump, de nueva cuenta, y
estarán poco menos que obligados apoyarlo, ahora sí, en su plan
ridículamente inútil, pero sumamente lucrativo, de construir su famoso
muro a lo largo de la frontera con México.
Hoy México está metido en medio de esta crisis y difícilmente se
podrá sustraer de ella. Andrés Manuel López Obrador tiene razón cuando
hace un llamado para invertir en Centroamérica, y para ayudar a que
Honduras, El Salvador, Guatemala, e incipientemente, también Nicaragua,
queden fortalecidos, pero esos son planes a mediano plazo, y lo de ahora
acontece en la lógica y los tiempos comprimidos de una crisis. Para la
otra –que seguramente vendrá– habrá que saber prever una situación que
se resume así: las crisis migratorias son intrínsicamente rentables para
la cúpula económica y política que se cobija bajo la marca del
trumpismo.
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