Desde hace 15
días, la región centroamericana ha vuelto a ser noticia mundial. El
inicio de una gran caravana humana de hondureños. Hombres, mujeres,
niños y niñas, de todas las edades, se unen e intentan abandonar su
país, aventurándose para encontrar condiciones económicas que mejoren su
nivel de vida. Lo interesante es que esto se da unos días después, que
los presidentes del llamado “Triángulo Norte”, participaron en una
reunión, convocado por el gobierno de los Estados Unidos y de México,
para discutir los temas: “Prosperidad y Seguridad en la Región”, en el
marco del “Plan Alianza para la Prosperidad”.
Los
dos presidentes (Honduras y Guatemala) y un vicepresidente (El
Salvador) que participaron en la reunión, sus discursos fueron como de
agradecimiento a Estados Unidos, por la “supuesta” ayuda que le da a la
región y porque lo consideran como el único más leal y cercano. De las
tres participaciones, quien fue más servil, fue el de Jimmy Morales, que
casi con actitud de “yo no fui”, y como cualquier mendigo, clamaba para
que Estados Unidos no deje de ser amigo de Guatemala y que además, le
pidió que abogara por el país, para que el FMI, el Banco Mundial,
otorgue un millonario préstamo, para invertirlo en infraestructura.
El
sistema capitalista en la región, se fue construyendo sobre la base de
las desigualdades sociales, políticas y económicas. Una gran mayoría sin
derechos elementales básicos y una minoría con el control de todos los
medios de producción y la explotación de las grandes mayorías como
fuerza trabajo. Además de la corrupción y la impunidad, que ha
descapitalizado a casi todos los Estados de la región, también hay una
gran población en niveles de pobreza y pobreza extrema, desempleo, bajo
presupuesto en seguridad social (educación, salud, vivienda).
Las
diferentes propuestas de integración de la región, para construir un
modelo regional, siempre han sido un fracaso, por varias razones; entre
ellas la existencia de una oligarquía y burguesía parasitaria y con un
pensamiento feudal, pero por el otro, esta oligarquía, siempre ha
actuado bajo el respaldo de los Estados Unidos y este ha constituido a
la región centroamericana, no solo como la región bananera como siempre
se le reconoció a en todo el mundo, sino como su patio trasero, que
implica que toda la región, “seamos una colonia norteamericana”.
Gregorio
Selser, citando a Braden, afirma que: 1) Estados Unidos practica en los
hechos la política de injerencia en los asuntos de los otros Estados,
aunque invoca el principio teórico de la no intervención; 2) Se reserva
el derecho de protector sobre todos los pueblos de la tierra a efectos
de determinar cuáles gobiernos son convenientes y cuáles perjudiciales;
3) Para que se instalen los gobiernos convenientes, los Estados Unidos
influyen en las elecciones; 4) Cuando todo esto no baste, la
intervención, incluso la militar, es una exigencia “tanto práctico como
moral”; 5) La calificación de la circunstancia que hace necesaria esa
intervención, queda por supuesto librado, en última instancia, a la
absoluta e imperial voluntad de Estados Unidos” [1].
Los
diferentes planes de inversión económica y política de los Estados
Unidos en la región, siempre han tenido un gran porcentaje para el tema
de la seguridad nacional y regional de la potencia imperial
norteamericana. Desde 1954, fue con la excusa de no permitir que la
región fuera un territorio “comunista”. En los últimos años y desde la
Alianza para el Progreso hasta el actual Plan Alianza para la
Prosperidad, no tiene ningún objetivo humano y social y por lo
consiguiente no conlleva resolver los problemas sociales que aquejan a
las poblaciones empobrecidas de nuestra región, sino competir con Rusia y
China por el control de los recursos naturales, sin importar en lo más
mínimo que la gente se esté muriendo de hambre o por la violencia.
El año 2009 fue clave para la región. Golpe de Estado en Honduras en
contra de Manuel Zelaya y el apoyo al fraude electoral a favor del
actual presidente Juan Orlando Hernández, además de la lucha contra la
corrupción en la región, sobre todo en Guatemala en el año 2015,
constituyen elementos claves para entender el interés que tiene Estados
Unidos de seguir controlando la región. Estos no hay que verlos como
actos de caridad y de auxilio a las condiciones paupérrimas en el que
viven la mayoría de la población centroamericana, sino como una forma de
controlar no solo para evitar la migración hacia los Estados Unidos,
sino para controlar la mano de obra barata que servirá para la
explotación minera y la construcción de hidroeléctricas en la región y
desarrollar su modelo de seguridad nacional.
En
ese sentido, entonces, la causa del gran éxodo hondureño y la
posibilidad de que se les unan salvadoreños, nicaragüenses y
guatemaltecos, es el modelo neoliberal y el modelo extractivista, el
mismo que es impulsado desde los grupos de poder económico de los
Estados Unidos. Este modelo no solo ha acrecentado las condiciones de
pobreza, extrema pobreza, desempleo, subempleo, falta de tierra,
despojo, represión y opresión en nuestros países, sino que ha permitido
el desarrollo de la violencia en todo sentido, desde lo que promueven
los Estados desde sus aparatos de seguridad, como también los
desarrollados por el crimen organizado, en particular el narcotráfico y
las pandillas.
De tal forma, que el
“éxodo hondureño”, no hay que verlo con una actitud xenofóbica o
neofascista, que seremos invadidos por “hondureños”, sino desde la
urgente necesidad de tomar conciencia que la causa está dentro del mismo
sistema capitalista, que es el sistema de la acumulación y la
explotación del hombre por el hombre. El llamado de Estados Unidos y
reproducido por los medios de comunicación, tanto internacionales como
nacionales a no migrar o ver la migración como un problema y no como un
derecho, debe de salir de nuestros pensamientos y corazones, sobre todo
cuando vemos en medio de las gran multitud de hermanos caminando y
atravesando la región, llorando, con pies sangrados, mujeres embarazadas
con dolores, ancianos pidiendo agua y no debe generar en nosotros
sentimiento de miedo o preocupación, de los que migran son
“delincuentes” y hay que tenerle miedo.
La
migración es un derecho humano y además está reconocido por la doctrina
de los derechos humanos. Lo que no es un derecho, es que un Estado que
nos ha hecho tanto daño, amenace y que no se tentará el alma en ordenar
que los cuerpos de seguridad, dispare en contra de un pueblo indefenso,
que solo sale de su país, para mejorar sus condiciones de vida y porque
los gobiernos que se tienen en la región, apadrinados por el gobierno
del norte, en vez de dedicarse a invertir en programas sociales para la
gente, se dedican a amenazar, reprimir, oprimir y a robar los recursos
del Estados.
Nota:
[1] Selser, Gregorio, El Guatemalazo, La Primera Guerra Sucia, Ediciones Iguazu, Buenos Aires Argentina (fotocopias).
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