Abraham Nuncio
Joseph Mengele, el médico nazi
que realizó varios experimentos genéticos en Argentina, Uruguay y
Brasil, se convirtió en una leyenda que inspiró relatos y filmes como Los niños de Brasil y Wakolda.
En Los niños de Brasil, el propósito de Mengele era
produciruna generación de clones de Hitler. Había estudiado en Alemania las especialidades
científicasde eugenesia y limpieza racial en la búsqueda quimérica y tramposa de la raza aria.
Se le conocía como El Ángel de la Muerte por los numerosos
asesinatos cometidos bajo sus órdenes y personalmente en el campo de
concentración de Auschwitz, y también por sus experimentos de métodos y
resultados letales. Fue declarado por el tribunal de Nuremberg como uno
de los criminales de guerra más atroces del régimen nazi.
Sin embargo, Mengele siempre pudo escapar a la policía de la Alemania
post nazi, al Mossad israelita y a los cazanazis durante más de tres
décadas. En este tiempo siguió con sus crueles experimentos en la
América austral. No se sabe que ninguno de ellos produjera los frutos
esperados. Y es que los científicos nazis, como Mengele, partían de
premisas falsas en torno a la transmisión de la herencia. El proceso del
descubrimiento del ADN, que rinde sus primeras certezas en 1953, les
pasó de noche o deliberadamente lo ignoraron. Con todo lo que puede
haber de influencia genética en las características conductuales de los
individuos, el medio social y su carga educativa, emocional y cultural
es más determinante en ellos que su bagaje genético.
Los nazis nos heredaron menos ciencias que capacidad para manipular
las conciencias. Mengele resulta un redrojo monstruoso al lado de su
refinado tocayo Goebbels y su conocimiento de las respuestas colectivas
para facilitar el alcance de objetivos políticos de dominio. Esas que
ahora expresan ciertos sectores de Europa, de Estados Unidos y otros
países. Ya han conducido y conducen a la redición de la superchería nazi
elaborada con terminajos de apariencia científica. Sus frutos negros
son el racismo, la intolerancia y el odio a la multiculturalidad frente a
lo que significan las migraciones masivas de diferentes latitudes.
Ilustrativa es la masacre de Utoya, una isla de Noruega habilitada como
campo de verano, que ha sido recreada literariamente y llevada a la
pantalla en un par de versiones. Fraguado y realizado a sangre fría por
un solo individuo, ese episodio sangriento registró un saldo de más de
70 víctimas y dio cuenta de la vesania con la que puede cobrar realidad
la superchería ideológica del Tercer Reich.
El sociólogo español Manuel Castells, en una carta dirigida
a los intelectuales del mundoadvierte del peligro que se cierne sobre Brasil, con innegables repercusiones en el resto del planeta, si logra triunfar en la elección definitiva de ese país el ultraderechista Jair Bolsonaro. Xenófobo, misógino, homofóbico, partidario de la pena de muerte, de la castración, de la dictadura militar y otras desmesuras, ganó la primera vuelta frente al candidato Fernando Haddad, sostenido por la izquierda brasileña. Ya se habla de la quema de libros que contengan ideas marxistas y otras medidas inspiradas por la barbarie en contra de la cultura. El anuncio propio de una criatura ideológica del nazismo contra
el arte degenerado.
La descendencia manipuladora de Hitler, Goebbels et al. Los
brasileños –ni los demás– debieran olvidar que el partido nazi llegó al
poder mediante unas elecciones legales y con el apoyo de la clase media
entontecida por la propaganda demagógica y sus idola fori obra
del precursor de los oficiantes de la mercadotecnia en boga. Sus
críticos acusaban a Hitler de vulgaridad, violencia, gestos agresivos.
Lo mismo que se vio en Trump y hemos visto en ciertos personajes
mexicanos (El Bronco, por ejemplo). Triunfaron, aunque su
propia fusión de campaña política y ejercicio de gobierno los ha
desinflado. Muchos de sus electores se han dado cuenta de su error, pero
demasiado tarde para que éste pudiera ser enmendado. El fenómeno ahora
se repite en Brasil. De su crisis económica y política pueden resultar
monstruos no nada más electorales.
La derecha, los renegados de izquierda y otros malquerientes se
prepararon en Brasil para buscar los flancos débiles del Partido de los
Trabajadores y allí golpearlo. Simplemente los encontraron. Lo mismo
pretenden hacer y lo harán fuerzas parecidas contra el próximo gobierno
de México. El problema no será que busquen esos flancos débiles, sino
que sus integrantes los tengan: inconsistencias, contradicciones,
rastacuerismo, justificaciones y no razones, caídas en tentación y no
solidez en su praxis ante un sistema pervertido cuyos edificadores se
van, pero dejan su espacio pegajoso a los nuevos ocupantes.
Tiene razón Manuel Castells, el posible triunfo de Bolsonaro puede
ser de graves consecuencias, no sólo para el gigante sudamericano.
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