La
Dignidad de un Pueblo se mide por la grandeza de sus Hijos. Nuestra
América guarda en su seno un mar de dignidad y esperanza. Grandes han
sido sus hijas y sus hijos. Esos siempre estarán presentes en nuestras
acciones. Hasta la victoria siempre Comandante. Chávez Vive. Venezuela
Vive Latinoamérica Vive.
A un año de la partida
física de quien contribuyó a dibujar un mapa diverso en Nuestra
América, su espíritu sigue vivo en miles de personas y recorre el
continente atormentando con la fuerza de su voz los pilares de un
modelo de producción y reproducción de la vida que ha sido excluyente
desde sus inicios.
Hace menos de una semana en las redes
sociales y diarios más reconocidos —al mismo tiempo que cuestionados—
circula una avalancha de reportajes sobre el contexto actual de
Venezuela. Los medios más comentados se atiborran de noticias que van
desde las evidentemente falsas imágenes, hasta las que pudieran llegar
a ser ciertas en cuanto a las movilizaciones que se vienen
desarrollando en la patria de Bolívar. Lo único realmente irrefutable
es que todas, en su conjunto, dibujan una narrativa que, a pesar de lo
confusa, no deja de llamar la atención del mundo. Este es un fenómeno
que no debe provocar asombro si tenemos en cuenta lo que significa
Venezuela en el panorama mundial actual.
Observando con
detenimiento, el peor cuadro para Venezuela sería la entrada de fuerzas
militares y paramilitares extranjeras en este país latinoamericano, con
todas las terribles consecuencias que supondría. Si analizamos lo que
ocurre en otras partes del mundo, hay que decir que los ejemplos sobran.
En
este complejo escenario el mejor desenlace, no solo para Venezuela sino
para el continente en general, sería lograr la menor pérdida posible de
vidas humanas y el menor retroceso en los avances locales y regionales
(en lo que parece ser un nuevo y desesperado intento por hacer
desaparecer el proceso que se inició hace más de dos décadas en el país
del petróleo del Sur). Hay que tener en cuenta que el proceso
bolivariano adquirió visibilidad cuando Hugo Chávez Frías ganó las
elecciones presidenciales en 1998.
Y mientras tanto nosotros los internautas, en el afán de ser parte de la contienda, damos el buen “like”
y “compartir” buscando con anhelo cambiar el mundo —en este caso el de
la Venezuela vista por los medios—; pero muchas veces clickeamos sin
indagar acerca de la veracidad o, lo que es peor aún, los para qué y por qué de la información. Es un fenómeno recurrente en estos tiempos: todos asisten al campo de batalla por la conquista de un “like”.
Sin quererlo, ni pensarlo entramos en una especie de círculo vicioso de
pseudo-participación restándole contenidos al proceso que vive
Venezuela.
En este sentido se debe tener en cuenta que la
discusión sobre la nación bolivariana hoy va mucho más allá de un
simple “me gusta” y “comparto”; en este escenario se viene recreando la
confrontación de las voluntades populares y las nuevas formas de
dominación neocolonial. Las primeras habitan en los imaginarios de los
sectores históricamente excluidos de Nuestra América. Las últimas,
realizan una impecable demostración de lo que Pablo González Casanova
denominó “colonialismo interno”: una compleja disputa que hoy ha pasado
a ser más evidente en la arena mundial. Podemos decir que este fenómeno
es parte importante del legado de Hugo Chávez Frías al continente en el
siglo XXI.
El proceso que se viene desarrollando en
Venezuela no puede ser reducido a una simple crisis económica, de
gobernabilidad, de mal gobierno o tiranía, como muchos
prefieren llamarlo. Si se observa con detalle la historia, desde
finales del siglo XX y la primera década del XXI, Venezuela es el
espacio donde se han venido reconstruyendo y reinventando procesos de
participación que habían intentado ser proscritos del imaginario social
colectivo en gran parte de los países de Nuestra América.
Acontecimientos
ocurridos en el territorio venezolano han conducido a una seria
reflexión acerca del lugar y los alcances de las democracias vigentes
en nuestro continente. No se habla únicamente de una simple
deliberación sobre si votar o no votar (en blanco, rojo o azul), o si
me pongo una camiseta y grito consignas. Estamos asistiendo a la
re-significación de los espacios para la construcción política en
movilización, para la edificación de proyectos de barrio, de ciudad, de
campo y de nación. Hoy directa e indirectamente, existen más sujetos
que ponen su opinión, con distintos métodos y diversas visiones, dando
a las formas y contenidos para afrontar la disputa un papel muy
importante.
Hay que resaltar que la forma en que los
sectores populares lograron mayores niveles de participación fue
gracias a la movilización y la construcción de propuestas en la calle y
con la gente, en una evidente demostración de que este instrumento hoy
ha sido mucho más efectivo que la toma de las armas. Lo anterior indica
que el tipo de proceso que se vive en Venezuela es radicalmente
distinto y su contenido es cualitativamente superior al de otros
tiempos.
En este sentido, los sectores organizados de la
izquierda venezolana han logrado sacar a flote una experiencia
acumulada en cuanto a metodologías e iniciativas, agrupando a gran
parte de sectores populares —seriamente excluidos en épocas anteriores—
alrededor de una propuesta de país. Tal acumulado se ha visto reflejado
en las distintas respuestas en las calles y en los momentos de acudir a
las urnas, así como también en la elaboración de proyectos de toda
índole que le permitan intervenir directamente en los asuntos de su
país. Su iniciativa ha llegado a un nivel tal, que ha sido
prácticamente imposible para sectores críticos de la derecha desconocer
la fuerza de un proceso que logró cambiar una constitución,
nacionalizar gran parte de sus recursos naturales y ubicarse como
protagonista de la arena internacional, proponiendo espacios de
integración regional. Las propuestas de la izquierda venezolana son
escenarios que existen y gozan del reconocimiento de los Estados del
continente, independientemente de su tinte progresista, de centro, de
izquierda o de derecha. Esta es una realidad verdaderamente incómoda
para los opositores venezolanos y para la derecha mundial.
Pero
ese andar se ha visto enlodado por errores gravísimos como la
corrupción y el desarrollo de un clientelismo político por medio de
prebendas para agilizar la movilización social. Esta es, sin duda, uno
de los grandes desafíos al interior de dicho proceso y llama la
atención acerca de si un sistema distinto al imperante solo es posible
sobre la base de la asistencia de los recursos por parte del Estado y
los vicios que de esta práctica se desprende.
Por otra parte,
la derecha en Venezuela muestra un notable ascenso (lo cual no es
nuevo). Los errores cometidos en distintos momentos por la izquierda en
el poder y en la calle, han estimulado que este sector, constituido
fundamentalmente por el otrora poder tradicional, hayan logrado
capitalizar dichos traspiés. La presencia del sector oligarca en el
Parlamento Bolivariano, en la toma de alcaldías y gobernaciones, y, más
recientemente, en la apretada contienda electoral por la presidencia
(tras la desaparición física de Hugo Chávez Frías). Este sector de
oposición evidentemente ha logrado movilizar a una parte de la juventud
que crece pegada a los medios de comunicación, por lo que cada día
aumenta su confusa y abundante des-información.
Este último
aspecto llama profundamente la atención, puesto que se trata de la
capitalización de décadas de educación desde unos medios de
comunicación, caracterizados por tener una carga importante de censura
hacia procesos transformadores. Los medios se han encargado de
construir un imaginario del caos y desesperanza, mediante la propaganda
que cautiva y seduce con una facilidad increíble. La derecha —no solo
en Venezuela sino a nivel global— es quien tiene una vasta experiencia
en este terreno; experiencia que, por demás, no está dada gracias a la
profesionalidad con que se lleva acabo, sino más bien por los vacíos
que el movimiento popular aún está intentado llenar.
Finalmente,
cada cual, en dependencia de su visión política, puede opinar acerca de
lo bueno, lo malo y lo feo de Venezuela; pero lo que si no podrán negar
es que este episodio de la historia actual ha permitido despertar
múltiples sujetos, cada uno de ellos con sus expectativas y modos de
comprender y afrontar su realidad. De esta manera, van definiendo las
formas y contenidos para llevar a cabo sus propuestas e iniciativas.
Cualquier
conclusión respecto a Venezuela debe reconocer que goza de buena salud
la participación política social, pues la gente volvió a las calles
después de décadas de terror y persecución sufridas bajo el manto de
las dictaduras militares y de exclusión neoliberal de la década de los
90´s.
Lo interesante e inédito, además de los crecientes
niveles de participación, es que no hay un final dibujado. Aunque
persistan las amenazas acerca de convertirse en una copia de otros
finales como el del Chile de Allende, la Guatemala de Arbenz, la
Honduras de Manuel Zelaya, o los más recientes, en el Medio Oriente y
Ucrania, en este lado del mundo el guión está por escribirse aún. Lo
singular en estos tiempos para la historia es que todo se escribe en
las calles y los sujetos ya no son ni serán los mismos de antes.
Johan Manuel Mosquera Góngora. Sociólogo de la Universidad de La Habana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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