Saeb Erekal*
Durante mi visita a
Chile en 2015, un buen amigo me llevó a recorrer el monumento a los
detenidos de-saparecidos durante la dictadura de Pinochet. Fue un
momento de mucha solemnidad. Como palestino, yo también sé muy bien lo
que significa tener hermanos y hermanas cuyos cuerpos no han sido
devueltos. La emoción poco a poco se transformó en un mayor
entendimiento de Latinoamérica y su respeto al derecho internacional y,
particularmente, el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Es
una forma de decir
nunca más. ¿Para qué podría existir el derecho, sino para dar garantías de igualdad a todos, incluidos los más débiles?
Pero la historia también está marcada por sectores que no consideran
el derecho como un valor, tampoco la igualdad, sino que ambos se
transforman para ellos en una amenaza. Son quienes consideran que el
poderoso puede constantemente humillar al débil, y es algo que se da en
varios aspectos de la vida, desde las diferencias económicas a las
diferencias sociales. Si la política exterior de cada país es una
extensión de su política local, entonces no debe sorprender la decisión
del presidente hondureño de, en violación flagrante de sus obligaciones
bajo el derecho internacional y particularmente de la resolución 478 del
Consejo de Seguridad, reconocer a Jerusalén como capital de Israel.
Son las consecuencias de la era Trump, donde el presidente
estadunidense ha levantado a un puñado de populistas de derechas a nivel
mundial quienes, de forma consciente o inconsciente, contribuyen a
desbancar el sistema internacional. Eso es lo que ha estado haciendo
Estados Unidos a través no sólo de sus ataques contra importantes
tratados y organizaciones internacionales, como el protocolo
medioambiental de París, la Unesco y el Consejo de Derechos Humanos,
sino también en contra de principios básicos del derecho internacional.
En efecto, reconocer a Jerusalén como capital de Israel –tal como el
reconocimiento de las Alturas del Golán, pertenecientes a Siria, como
parte de Israel– es un intento de normalizar la adquisición de
territorio por la vía armada, una violación flagrante a uno de los
principios básicos del derecho internacional humanitario.
Los objetivos cortoplacistas de aquellos populistas se oponen al
interés de avanzar en la seguridad y paz mundial, de la misma forma que
contribuyen a sentar precedentes tremendamente negativos para el futuro
de la humanidad. En Palestina hemos sido víctimas de la falta de
implementación de las resoluciones de Naciones Unidas y el derecho
internacional, pero eso no quiere decir que el problema sea el derecho,
sino la voluntad política para implementar sus principios. Esa misma
falta de voluntad que permitió que el Apartheid en Sudáfrica se mantuviese por décadas.
La decisión de Honduras, quien junto con Guatemala se ha querido
transformar en paladín de Estados Unidos en Centroamérica reconociendo a
Jerusalén como capital de Israel, a pesar de que ambos países han sido
llamados shithole countries o
países de porqueríapor el presidente Trump, refleja una triste y peligrosa realidad en política internacional: quienes no dan valor al derecho simplemente no dan valor al principio básico que debe guiar las relaciones entre los países: el respeto.
La mentalidad clientelista de quienes justifican al presidente hondureño señalando que a cambio Honduras va a recibir
cooperaciónpor parte de Israel, no sólo se olvidan de la clase de
cooperaciónentregada por Israel a las dictaduras latinoamericanas, sino que simplemente entregan el mensaje de que su política exterior está a la venta. Claramente la política exterior está basada en intereses, pero también en balances. Los intereses, tanto comerciales como de cooperación y políticos, y los principios básicos del derecho internacional, deben ir aliados de forma tal que las relaciones internacionales se transformen en un vehículo que propague la paz y no –como en este caso– un instrumento de un líder populista para acercarse irresponsablemente a esos mismos poderosos que, en el pasado, ya han mostrado el poco valor que asignan a sus relaciones bilaterales.
Latinoamérica sigue representando para Palestina un bloque natural de
apoyo. Sus identidades y experiencias entienden la importancia del
derecho internacional, particularmente del derecho a la
autodeterminación. Al mismo tiempo que, en conjunto con nuestros aliados
y particularmente con los miembros de la Liga Árabe, revaluaremos las
relaciones como bloque con Honduras, también impulsaremos nuestras
relaciones con el resto de la región. La causa de Palestina sigue siendo
una causa universal por el respeto de la libertad y la justicia, algo
que sin importar lo que haga Trump y sus amigos populistas, no cambiará
la identidad de Latinoamérica en defensa de esos mismos valores, ni
tampoco la realidad de Jerusalén como ciudad ocupada, ni el derecho de
Palestina a existir libre y soberana.
* Secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina y jefe negociador palestino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario