Emir Sader
El factor que finalmente se ha
vuelto decisivo en el resultado de la primera vuelta de las elecciones
en Brasil ha sido la persecucion a Lula. Si no, Lula habría sido elegido
presidente de Brasil en primera vuelta, el domingo pasado, según todas
las encuestas y todos los comentaristas.
Un proceso falso, sin ningún fundamento jurídico y sin ninguna prueba, con sentencia basada en
conviccionesde jueces militantes políticos de la derecha, ha alterado el futuro político de Brasil. La judicialización de la política ha comandado todo el proceso electoral. Lula no fue reconocido como inocente, el Supremo Tribunal Electoral ni siquiera ha juzgado el mérito de los procesos que lo inculpan, pero ha dejado correr las escandalosas arbitrariedades cometidas en contra del ex presidente. Él no pudo dar entrevistas, ni siquiera votar. Está excluido del proceso electoral brasileño, por una acusación en primera instancia, según la cual la presunción de inocencia, precepto constitucional, vale para todos, menos para él.
Porque si estuviera libre o si pudiera dirigirse directamente a la
población, influiría de manera decisiva en las elecciones. Siempre fue
favorito para ganar o, en su defecto, quien él indicara. Pero para esto
él tendría que aparecer, en vivo, indicando a Fernando Haddad como su
candidato. Ni siquiera eso fue tolerado. Tienen pánico de la voz y de la
imagen de Lula. Han perjudicado así, hasta ahora, la transferencia de
votos hacia Haddad, que llegó a 29 por ciento en la primera vuelta,
mientras que Lula tenía más de 40 por ciento en las encuestas.
El pueblo brasileño no se ha dejado engañar, ha reafirmado el
liderazgo de Lula y ha sido suficientemente maduro para apoyarlo y
desear que él vuelva a ser presidente de Brasil. Pero ha sido impedido
para hacerlo, por la persecución política que se ha emprendido en contra
de él.
Ese fue el factor predominante que impedió que el pueblo estuviera
ahora conmemorando su triunfo en las elecciones de octubre. La
judicialización de la política está afectando las elecciones e
imposibilitando que sean un instrumento democrático de expresión de la
voluntad del pueblo. La soberanía popular en lugar de ser protegida por
el Poder Judicial, éste le falta al respeto, encubre la persecución
política a Lula y le abre el camino político a la extrema derecha.
Si no fuera así, el pueblo brasileño estaría ahora conmemorando la
victoria de Lula. La derecha habría sido derrotada y a partir del
primero de enero el gobierno elegido democráticamente estaría rompiendo
con el modelo neoliberal y retomando políticas de inclusión social.
Se sabía que la derecha haría de todo, se resistiría de todas maneras
a ser derrotada de nuevo. Pero la vía de la izquierda es siempre
democrática. Valiéndose de los espacios existentes para abrir camino a
la expresión democrática del pueblo. A sabiendas que la disputa no es
democrática, que la exclusión de Lula haría de la campaña una disputa
que no corresponde a los anhelos del pueblo. No hay otra vía que no sea
la de ensanchar siempre más los espacios de participación popular.
Es todavía posible revertir la situación electoral. Para lo cual no
basta con recibir apoyos de otros candidatos, lo cual, por sí solo,
acercaría a Haddad de Bolsonaro. Es indispensable sacar votos de
Bolsonaro, elevando su ya alto nivel de rechazo. En 2006, la campaña de
Lula había logrado que su adversaio, Alckmin, tuviera menos votos en la
segunda vuelta que en la primera, a partir de la destrucción de la
imagen del candidato de la derecha y de los debates de Lula con él.
Difícil es, pero no imposible.
Son tres semanas, con seis debates por televisión. Periodo de grandes
movilizaciones populares y, a la vez, de grande campañas de fake news,
multiplicada por una inmensa red de bots por parte de la derecha. Con
Lula, el gran ausente, informado cotidianamente por nosotros, siguiendo
todo desde su celda.
Se ha cambiado el rumbo de la historia de Brasil por un proceso que
no se sustenta desde ningún punto de vista. Lula habría ganado en el
primera vuelta.
Se sabía que la derecha haría todo lo posible para evitarlo. Jueces y
el Poder Judicial en su conjunto se prestaron a ello. Para bloquear la
restauración de la democracia siendo instrumento del régimen de
excepción, en la persecución política a Lula. Con Bolsonaro se
consolidaría ese régimen, se avanzaría en el autoritarismo político
ahora acompañado de un toque evangélico, de discriminación a las
mujeres, de persecución a los homosexuales, se avanzaría aún más en
contra de los derechos de los trabajadores, se perpetuaría el
congelamiento de los recursos para las políticas sociales.
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