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jueves, 4 de junio de 2015

La paz, los editoriales y la mala prensa



Prensa Rural


El día 30 de mayo la Delegación de Paz de las FARC-EP en La Habana presentó ante los medios de comunicación su habitual declaración mañanera, la cual llevó por título En la vereda El Orejón se siembran esperanzas de paz. El día anterior la Mesa de Conversaciones había dado a conocer un comunicado conjunto en torno a los avances conseguidos en el acuerdo piloto sobre descontaminación de material explosivo. Ahora se trataba de explicitar la posición específica de las FARC, de respaldo a las comunidades, en atención a lo planteado por ellas.
No voy a repetir aquí el comunicado fariano del día 30, puesto que fue difundido y comentado de modo amplio por la prensa nacional e internacional. En cambio sí quisiera referirme al tratamiento concedido a dicho documento por el diario El Espectador, de la capital de la República, el cual dedica su editorial de fecha 31 de mayo, titulado Desminado sin condiciones, a atacar de manera despiadada el contenido de nuestra declaración, porque según su parecer, nuestra actitud de sí pero no, sólo sirve para afectar el proceso de paz que se adelanta en Cuba.
El editorialista parte de la afirmación de que a las FARC nos caracteriza la actitud de prometer cosas para luego ponerles condiciones, lo cual, aunque no lo advirtamos, nos resta credibilidad. Y para sostenerlo se funda en lo que según él dijo esa semana Henry Castellanos Garzón, uno de los negociadores de las FARC, procediendo a poner entre comillas las palabras que le atribuye. No sé cómo llamarán eso en materia de ética periodística, pero para una persona decente suena a descontextualización, a inducción de falsos contenidos, a mala fe.
El camarada Édinson Romaña no hizo más que leer públicamente la declaración firmada por la Delegación de Paz de las FARC-EP, de la que entre otras cosas hace parte en condición de integrante de la Subcomisión Técnica y no de negociador, como afirma el periódico. Salta a la vista que alguna mala intención anima al editorialista cuando convierte lo expresado oficialmente por una organización, en lo dicho por ahí por uno de sus integrantes, al que además acompaña con un alias, como para señalar su condición de malvado delincuente sin mayor crédito.
Quien lea de modo desprevenido el comunicado de la Delegación, observará que está elaborado para dejar constancia de lo afirmado por las propias comunidades de la zona, con las que el Grupo de Estudio no Técnico interactuó durante varios días. Lo que el editorialista de El Espectador pone entre comillas como dicho por Romaña, es en realidad lo expresado por los habitantes de la zona rural de Briceño. Él debe saberlo, es imposible que no sepa leer bien, pero está claro que su principal preocupación es la de distorsionar para atacarnos con saña.
Desde luego que si reproducimos el anhelo de las comunidades abandonadas y afectadas por la confrontación armada, es porque nos anima el sentimiento de solidaridad hacia ellas. Compartimos los argumentos y las aspiraciones de la población campesina del norte de Antioquia, no disimulamos nuestras simpatías hacia ellos, ni hacia el conjunto de los marginados y pobres de Colombia. Eso es completamente distinto a estar poniendo condiciones al cumplimiento de unos acuerdos de cuyos avances satisfactorios la Mesa y nosotros estamos dando cuenta a la opinión.
El grato y hasta idílico escenario de una comisión bilateral de expertos, con acompañamiento internacional, extrayendo materiales explosivos de una zona geográfica puede servir para enormes titulares. Pero no debe ocultar que las comunidades campesinas a las que se pretende favorecer, corren el riesgo de quedar expuestas a la presencia de tropas y bandas asesinas paramilitares, que instalarán sus bases, les erradicarán sus cultivos, los desplazarán y hundirán en la miseria. Los problemas han de ser asumidos en su integridad si se aspira a solucionarlos.
Recurrir al simplismo, como hace el editorial del diario El Espectador, de atribuir a las FARC de modo exclusivo la siembra de minas antipersonas, y de señalar que esa conducta obedece a nuestro afán de intimidar poblaciones para ejercer dominio sobre los territorios, es dejar de plano la objetividad informativa para dar paso a la toma de una posición a favor de determinados intereses, que no son propiamente los de las comunidades que se dice defender. Inversiones y grandes negocios aplastan siempre a los humildes, eso no se puede ocultar ni permitir más.
En eso consiste la paz, sin eso no será posible la reconciliación. De allí la importancia de una comisión de la verdad, que investigue con seriedad y objetividad real las múltiples denuncias que existen en torno a los hechos de la confrontación. Afirmaciones gratuitas como que las FARC sembramos cantidad de minas alrededor de escuelas e instalaciones civiles, incluso las cifras citadas no sólo por el editorial en cuestión sino en muchos medios, tienen origen en las oficinas de propaganda de las fuerzas militares y se dan por válidas sin la menor verificación.
El editorialista de El Espectador, en esa misma lógica de repetir infundios creados por la inteligencia militar y su departamento de operaciones sicológicas, termina exigiéndonos que aclaremos cuál es nuestra relación con las bandas criminales, debido a que existen informes según los cuales en muchas regiones unidades nuestras están aliadas con ellas para el negocio del narcotráfico y atentar contra la población. El diario ha asumido frontalmente una definición en contra nuestra, cuando su papel debía ser el de investigar e informar la verdad.
Por eso termina asegurando que estamos echándonos atrás después de haber suscrito el acuerdo sobre el desminado. Este debe ser pensado en términos de paz y no de guerra, sentencia con cierta suficiencia a manera de reproche. En realidad somos las FARC quienes estamos poniendo el dedo en la llaga acerca de los contenidos de paz que deben imprimirse a unos acuerdos que no pueden ser aplaudidos como la simple extracción de unos explosivos, al costo de dejar la pobre gente sola y sin esperanza. Las ganancias del capital no pueden ser la medida de todo.
Y hablando de la prensa, vale una mención a la entrevista que El Tiempo publicó ayer con Pastor Alape. Entiendo que llegan a La Habana presentándose como muy amplios, dispuestos a conversar sobre todo y a publicar lo dicho. Pero su propósito es otro, ir por lo que les interesa y desechar lo demás. Las FARC-EP no hemos vetado ningún tema en la Mesa, ni siquiera la justicia transicional, las condenas o las penas alternativas. Pero no aceptaremos que se nos impongan como hechos cumplidos. Algo de eso dijo Pastor, y ahora tienen armado un bullicio. Eso querían y nada más.

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