Prensa Rural
El
día 30 de mayo la Delegación de Paz de las FARC-EP en La Habana
presentó ante los medios de comunicación su habitual declaración
mañanera, la cual llevó por título En la vereda El Orejón se siembran esperanzas de paz.
El día anterior la Mesa de Conversaciones había dado a conocer un
comunicado conjunto en torno a los avances conseguidos en el acuerdo
piloto sobre descontaminación de material explosivo. Ahora se trataba
de explicitar la posición específica de las FARC, de respaldo a las
comunidades, en atención a lo planteado por ellas.
No voy a
repetir aquí el comunicado fariano del día 30, puesto que fue difundido
y comentado de modo amplio por la prensa nacional e internacional. En
cambio sí quisiera referirme al tratamiento concedido a dicho documento
por el diario El Espectador, de la capital de la República, el cual
dedica su editorial de fecha 31 de mayo, titulado Desminado sin condiciones,
a atacar de manera despiadada el contenido de nuestra declaración,
porque según su parecer, nuestra actitud de sí pero no, sólo sirve para
afectar el proceso de paz que se adelanta en Cuba.
El
editorialista parte de la afirmación de que a las FARC nos caracteriza
la actitud de prometer cosas para luego ponerles condiciones, lo cual,
aunque no lo advirtamos, nos resta credibilidad. Y para sostenerlo se
funda en lo que según él dijo esa semana Henry Castellanos Garzón, uno
de los negociadores de las FARC, procediendo a poner entre comillas las
palabras que le atribuye. No sé cómo llamarán eso en materia de ética
periodística, pero para una persona decente suena a
descontextualización, a inducción de falsos contenidos, a mala fe.
El
camarada Édinson Romaña no hizo más que leer públicamente la
declaración firmada por la Delegación de Paz de las FARC-EP, de la que
entre otras cosas hace parte en condición de integrante de la
Subcomisión Técnica y no de negociador, como afirma el periódico. Salta
a la vista que alguna mala intención anima al editorialista cuando
convierte lo expresado oficialmente por una organización, en lo dicho
por ahí por uno de sus integrantes, al que además acompaña con un
alias, como para señalar su condición de malvado delincuente sin mayor
crédito.
Quien lea de modo desprevenido el comunicado de la
Delegación, observará que está elaborado para dejar constancia de lo
afirmado por las propias comunidades de la zona, con las que el Grupo
de Estudio no Técnico interactuó durante varios días. Lo que el
editorialista de El Espectador pone entre comillas como dicho por
Romaña, es en realidad lo expresado por los habitantes de la zona rural
de Briceño. Él debe saberlo, es imposible que no sepa leer bien, pero
está claro que su principal preocupación es la de distorsionar para
atacarnos con saña.
Desde luego que si reproducimos el anhelo de
las comunidades abandonadas y afectadas por la confrontación armada, es
porque nos anima el sentimiento de solidaridad hacia ellas. Compartimos
los argumentos y las aspiraciones de la población campesina del norte
de Antioquia, no disimulamos nuestras simpatías hacia ellos, ni hacia
el conjunto de los marginados y pobres de Colombia. Eso es
completamente distinto a estar poniendo condiciones al cumplimiento de
unos acuerdos de cuyos avances satisfactorios la Mesa y nosotros
estamos dando cuenta a la opinión.
El grato y hasta idílico
escenario de una comisión bilateral de expertos, con acompañamiento
internacional, extrayendo materiales explosivos de una zona geográfica
puede servir para enormes titulares. Pero no debe ocultar que las
comunidades campesinas a las que se pretende favorecer, corren el
riesgo de quedar expuestas a la presencia de tropas y bandas asesinas
paramilitares, que instalarán sus bases, les erradicarán sus cultivos,
los desplazarán y hundirán en la miseria. Los problemas han de ser
asumidos en su integridad si se aspira a solucionarlos.
Recurrir
al simplismo, como hace el editorial del diario El Espectador, de
atribuir a las FARC de modo exclusivo la siembra de minas antipersonas,
y de señalar que esa conducta obedece a nuestro afán de intimidar
poblaciones para ejercer dominio sobre los territorios, es dejar de
plano la objetividad informativa para dar paso a la toma de una
posición a favor de determinados intereses, que no son propiamente los
de las comunidades que se dice defender. Inversiones y grandes negocios
aplastan siempre a los humildes, eso no se puede ocultar ni permitir
más.
En eso consiste la paz, sin eso no será posible la
reconciliación. De allí la importancia de una comisión de la verdad,
que investigue con seriedad y objetividad real las múltiples denuncias
que existen en torno a los hechos de la confrontación. Afirmaciones
gratuitas como que las FARC sembramos cantidad de minas alrededor de
escuelas e instalaciones civiles, incluso las cifras citadas no sólo
por el editorial en cuestión sino en muchos medios, tienen origen en
las oficinas de propaganda de las fuerzas militares y se dan por
válidas sin la menor verificación.
El editorialista de El
Espectador, en esa misma lógica de repetir infundios creados por la
inteligencia militar y su departamento de operaciones sicológicas,
termina exigiéndonos que aclaremos cuál es nuestra relación con las
bandas criminales, debido a que existen informes según los cuales en
muchas regiones unidades nuestras están aliadas con ellas para el
negocio del narcotráfico y atentar contra la población. El diario ha
asumido frontalmente una definición en contra nuestra, cuando su papel
debía ser el de investigar e informar la verdad.
Por eso termina
asegurando que estamos echándonos atrás después de haber suscrito el
acuerdo sobre el desminado. Este debe ser pensado en términos de paz y
no de guerra, sentencia con cierta suficiencia a manera de reproche. En
realidad somos las FARC quienes estamos poniendo el dedo en la llaga
acerca de los contenidos de paz que deben imprimirse a unos acuerdos
que no pueden ser aplaudidos como la simple extracción de unos
explosivos, al costo de dejar la pobre gente sola y sin esperanza. Las
ganancias del capital no pueden ser la medida de todo.
Y hablando de la prensa, vale una mención a la entrevista que El Tiempo publicó ayer con Pastor Alape.
Entiendo que llegan a La Habana presentándose como muy amplios,
dispuestos a conversar sobre todo y a publicar lo dicho. Pero su
propósito es otro, ir por lo que les interesa y desechar lo demás. Las
FARC-EP no hemos vetado ningún tema en la Mesa, ni siquiera la justicia
transicional, las condenas o las penas alternativas. Pero no
aceptaremos que se nos impongan como hechos cumplidos. Algo de eso dijo
Pastor, y ahora tienen armado un bullicio. Eso querían y nada más.
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