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jueves, 18 de junio de 2015

Artigas y el futuro/pasado del Mercosur



José Steinsleger
Frente a las ofensivas desestabilizadoras que en América del Sur admiran el modelo mexicano de ingobernabilidad programada, habrá que advertir, una vez más, que sus mecanismos buscanrecomponer la integración dependiente, contraponiéndola a la integración liberadora (Vivian Trías, 1922-80).

Cuidarnos, por consiguiente, de las gastadas oquedades yermas de ideas. Así como de la miopía ideológica para distinguir, a diestra y siniestra, los abajo y arriba de los proyectos emancipadores. Para ello, conviene retomar la declarada (y poco ejercida) necesidad de ponderar los objetivos de la Patria Grande cuando, efectivamente, era grande.

O lo que es igual, cuando en el norte y el sur sus heraldos circulaban con ideas claras, hasta ser devorados por los chovinismos de aldea que adulteraron las premisas de la liberación nacional y social de nuestros pueblos (1810-1830). En Mesoamérica, hay ejemplos ampliamente estudiados. Y en América del Sur, fuera de Bolívar y San Martín, el menos conocido de José Gervasio Artigas (1764-1850).

En 1830, poco antes de morir, Bolívar manifestó al enterarse de la disolución de la Gran Colombia: He arado en el mar, he sembrado vientos. Luego, sus viejos aliados cambiaron de bando, embistiendo contra su amada Manuelita, coronela del Ejército Libertador a quien trataron de extranjera. A lo que la quiteña respondió: Soy de la patria americana, nací en la línea ecuatorial.

Pesadumbre similar a la que en Chile embargó a San Martín, cuando el gobierno de Buenos Aires le ordenó desistir de la campaña de Perú y retornar para luchar contra la anarquía en la provincia oriental. Orden que el Libertador desobedeció, diciendo que su espada no sería desenvainada “…para mancharla con sangre de argentinos”. O sea, contra la Liga Federal de Artigas (1815).

Abandonado a su suerte, San Martín murió en el exilio y la pobreza (Francia, 1850). Mientras Artigas, fallecido en el mismo año tras vivir exiliado tres decenios en Paraguay, fue sepultado como extranjero en una fosa común del país guaraní. Así consta en el acta de defunción, abonando con sus huesos los vastos territorios del Plata que sus gauchos liberaron en luchas sin cuartel.

¿Conviene hablar de la verdadera patria de Artigas? Pues lo que habitualmente sigue tiende a convertir en pie de página el trillado debate sobre la patria de Carlos Gardel, quien, como todo mundo sabe, nació en el día que me quieras. O la del propio San Martín, u Horacio Quiroga, paridos ambos en orillas opuestas del Uruguay, arteria fluvial que marca las fronteras de Brasil y Uruguay, con Argentina.

En junio de 2013, con motivo del bicentenario de Paraná (capital de la provincia argentina de Entre Ríos), la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo al ver la bandera provincial: “Esta bandera… cruzada por esa franja roja, es el símbolo de Artigas vivo en la tierra”.

En efecto, la bandera entrerriana es réplica exacta de la enarbolada por la Liga Federal de los Pueblos Libres, confederación de provincias del Plata lideradas por Artigas para luchar contra España, el imperio esclavista de Portugal en Brasil, y el gobierno de Buenos Aires. Poderes, todos, manipulados por las intrigas geopolíticas de Londres en el río de la Plata.

¿Qué planteaba la Liga Federal, a más de declarar la independencia de todo poder extranjero, y promulgar la primera reforma agraria de América Latina? Ni más ni menos lo que el Mercosur planteó en 1991: una política de intercambio comercial, protegiendo el desarrollo interno de los pueblos. Y un arancel común para fortalecer la conformación de un “…mercado común regional con el fin de terminar con la pobreza de los pueblos”.

En suma, la Liga Federal trató de resolver la disputa de los proyectos políticos debatidos en mayo de 1810: el de las oligarquías unitarias, y del federalismo popular.

En Paraná, Cristina puso el dedo en la llaga. Y las derechas uruguayas enloquecieron tras haber dicho también que Artigas “…siempre quiso ser argentino, y no lo dejaron”. Basta apuntar que uno, entre los muchos artículos publicados, habló del virreinato de Cristina.

La respuesta fue contundente: por decreto presidencial, el gobierno argentino declaró 2015 Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres.

Adenda: en febrero de 1923, a 73 años de la muerte de Artigas, Uruguay erigió un gran monumento al prócer. Pero en el pedestal de la estatua ecuestre, ubicada en la céntrica plaza Independencia de Montevideo, sólo hay siete letras, Artigas, sin más leyenda que vincule su nombre al de la plaza.

Un modo de consensuar, seguramente, los fuertes debates políticos que durante muchos años precedieron a la consagración oficial. Porque en el año de la independencia de Uruguay (1828), Artigas manifestó: Mi nación ya no tiene a mi provincia, y yo ya no tengo patria.

¿Cuál será, entonces, la patria verdadera del neoliberal Danilo Astori, ex vicepresidente de Uruguay y actual titular de Economía del gobierno progresista de Tabaré Vásquez? ¿Y qué insinuó, en marzo pasado, al decir que “la región (leáse, el Mercosur) necesitaba de un ‘sinceramiento interno’”?

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