Autor: Edgar González Ruiz *
Desde la época de la Revolución
Francesa, la derecha política, tal como se conoce en el mundo
occidental, defiende las desigualdades sociales y económicas, así como
la imposición de normas religiosas. Así, la derecha representó la
negación de los ideales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad,
fraternidad, que estarían plasmados en una república laica.
En América Latina y en algunos países
de Europa, como España, Francia, Polonia e Irlanda, la principal
ideología de la derecha es el conservadurismo católico, que busca la
hegemonía de la jerarquía católica en oposición al Estado laico, y
reivindica poderosos intereses económicos. Paradigma del
conservadurismo católico fue la dictadura de Francisco Franco en
España, quien llegó al poder en 1939 apoyado por la Iglesia Católica,
por Alemania e Italia.
Otros países de Europa donde el
catolicismo militante tiene fuerza y puede aportar una base social a la
derecha y ultraderecha católicas han sido Irlanda y Polonia, la nación
de la que provenía el papa más conservador de las últimas décadas y el
que adoptó el papel de dirigente de la ultraderecha: Karol Wojtyla.
En ese contexto, la ultraderecha
católica está representada por sectores o grupos que suelen ser más
violentos y radicales en sus métodos y en la expresión de ese
conservadurismo. Ejemplos conocidos de grupos ultraderechistas son Los
Tecos y el Yunque de México; Tacuara, de Argentina; Tradición, Familia
y Propiedad, de factura brasileña; y FASTA (Fraternidad de Agrupaciones
Santo Tomás de Aquino), de Argentina, grupo de corte militarista y al
cual fue cercano Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, cuando era
prelado en ese país.
Con una fachada menos violenta, pero no
menos radical en sus ideas, hay otros grupos conservadores e
internacionales como el Opus Dei (creado en España en 1928), los
Legionarios de Cristo, los Caballeros de Colón, los Caballeros de
Malta, el Sodalicio de Vida Cristiana, este último de origen peruano.
Entre todos esos grupos, por un lado, y
por otro los partidos derechistas católicos de los respectivos países,
no existen grandes diferencias en sus ideas y objetivos. Por ejemplo,
en el Yunque y en el Partido Acción Nacional (PAN) rige el
conservadurismo católico, al grado de que la organización
ultraderechista germinó en el partido derechista que ha sido su
principal ámbito de acción y muchos de los principales dirigentes y
funcionarios panistas provienen del Yunque.
Por otro lado, y como es natural,
generalmente la jerarquía católica ha estado involucrada, sea en forma
abierta o soterrada, en el surgimiento de las organizaciones de la
derecha y de la ultraderecha católica.
La herencia colonial de imposición del
catolicismo, que posteriormente se expresó en las legislaciones y
tradiciones políticas de los países latinoamericanos (a excepción de
casos como México, Nicaragua, Cuba y, recientemente , Venezuela y
Bolivia) es la raíz común del conservadurismo católico en el
subcontinente.
Actualmente, aunque las fuerzas
derechistas no siempre gobiernan un determinado país, siempre están
unidas al poder económico y por lo tanto al control de los medios de
comunicación, que pretenden imponer sus dictados a la opinión pública.
Desde luego, en Latinoamérica han
surgido también versiones ya no católicas, sino de filiación
evangélica, de la derecha y ultraderecha, pues mientras algunos grupos
evangélicos aceptan y defienden el Estado laico y las libertades
civiles, otros buscan la imposición de sus propias normas religiosas a
toda la sociedad. Uno de los ejemplos más conocidos de ese derechismo y
conservadurismo evangélico es el de Efraín Ríos Montt, quien gobernó
Guatemala a principios de la década de 1980.
En el contexto latinoamericano, la
ultraderecha no se agota con la de signo católico, pues en algunos
países (Argentina o Chile, por ejemplo) han tenido fuerza los grupos
neonazis o neofascistas, o bien versiones autóctonas de esas corrientes
que pretenden adaptar, por ejemplo, el nazismo a la realidad
latinoamericana y encontrar en el hispanismo y el llamado criollismo
sucedáneos del culto nazista de la raza aria.
Más allá del contexto latinoamericano,
en Estados Unidos la ultraderecha tiene una vieja historia. Ese país no
vivió la tiranía de la Iglesia Católica, como en América Latina, pero
sí la de ideas represivas y ultraconservadoras que siempre han
encontrado apoyo en muchas comunidades protestantes, como lo hemos
visto en fechas recientes cuando grupos religiosos apoyaron fuertemente
a George Bush y a su partido republicano, e incluso tejieron coaliciones con grupos de la ultraderecha católica.
En Estados Unidos la derecha ha sido
básicamente capitalista y cristiana (protestante), mientras que en sus
versiones más radicales, en la ultraderecha ha tenido fuerza el nazismo
y el neonazismo, y en el plano conceptual, el militarismo y el racismo
a ultranza.
Uno de los grupos más conocidos de la
ultraderecha de Estados Unidos es el Ku Klux Klan, fundado al terminar
la guerra de secesión (1865) para evitar que los negros recién
liberados adquirieran derechos y preservar así la supremacía de los blancos.
En Europa encontramos algunas fuerzas
políticas y realidades muy diferentes a las del Continente Americano,
nacidas de la historia milenaria del viejo continente.
En América no existe un solo gobierno
monárquico, a diferencia de muchos países de Europa, donde si bien ha
desaparecido prácticamente la monarquía absoluta, persiste la
institución monárquica, así como rescoldos del feudalismo, como son los
títulos de nobleza y los privilegios que conllevan.
A lo largo de la historia, algunos países europeos formaron imperios coloniales, a diferencia de la realidad americana.
Otro factor típicamente europeo e
insumo de las ideologías de la ultraderecha es el enfrentamiento
violento entre el cristianismo y el Islam, que en el Medioevo llevó a
Las Cruzadas, y en la época actual, a la xenofobia exacerbada en
Francia y en otros países.
El nazismo y el fascismo han sido las principales contribuciones europeas al mapa de la ultraderecha mundial.
La ideología nazi, tal como la expresó Hitler en su libro Mi Lucha,
pregonaba directamente la supremacía de la llamada raza aria, y en
particular de la nación alemana, en todo el mundo, así como la
aniquilación de los judíos, a quienes consideraba como sus antagonistas
por naturaleza.
Por su parte, en Italia surgió el
fascismo encabezado por Benito Mussolini, que tampoco partía de ideas
religiosas, sino de la nostalgia por la gloria militar del imperio
romano y la consecuente búsqueda de la supremacía nacional.
El nazismo y el fascismo se
manifestaban ajenos al conservadurismo católico o protestante; ni
siquiera reivindican ideas religiosas, pero son ininteligibles fuera
del contexto occidental y judeocristiano.
Es significativo que Hitler, para poder
llevar a cabo sus planes de dominio mundial, tuvo que recurrir no sólo
a Italia, con su fascismo, sino a Japón, para poder controlar el
extremo oriente; pero Japón era un mero aliado del nazismo, pues
resultaba extravagante, si no ridículo, hablar en esos países, por
ejemplo, de las virtudes de una raza aria y de la acción de los judíos
como supuestos corruptores de la humanidad, razas inexistentes en esas
latitudes.
Es decir, la ideología de los nazis no podía extenderse al mundo entero.
Actualmente, en los diferentes países
de Europa persisten las corrientes pronazis y profascistas, que en
determinadas épocas y coyunturas han logrado cobrar influencia. En
Italia, por ejemplo, al lado de otros grupos radicales, el fascismo
actual está encabezado, entre otros personajes, por Alessandra
Mussolini, nieta del conocido dictador (hija de un hijo de Mussolini y
de una hermana de la actriz Sofía Loren).
Ejemplo de las tendencias
ultraderechistas que recientemente han proliferado en Europa es el
Frente Nacional, de Francia, fundado por Jean-Marie Le Pen en 1972, que
experimentó un avance electoral importante en 2002, y que encarna las
corrientes xenofóbicas, y, en particular, de rechazo a la inmigración
proveniente de países árabes, africanos o en general del llamado mundo subdesarrollado.
Jean-Marie Le Pen participó como
militar y como torturador en la guerra de Argelia (1954-1962). Al fin
de esa guerra, que terminó con el reconocimiento de la independencia
del país africano, se crearon movimientos de la ultraderecha que
reivindicaban la dominación colonial de los países antes sometidos a
Francia, y que incluso recurrieron al terrorismo para lograrlo, como
fue la famosa Organización del Ejército Secreto, la OAS.
El movimiento de Le Pen ha sido conservador, en el sentido de defender los llamados valores tradicionales,
pero también fuertemente militarista y, sobre todo, xenofóbico, a un
grado que no hemos conocido en los países de América Latina.
Por su parte, Rusia ha sido un país
peculiar por su historia, por su vasta extensión geográfica, su cultura
y por sus raíces religiosas, encarnadas en la iglesia ortodoxa. Hubo
una Revolución Rusa y una contrarrevolución, así como los llamados
ejércitos blancos, que se opusieron a las fuerzas revolucionarias, y a
mediados del siglo XX hubo quienes en esa nación colaboraron con los
nazis.
Sin embargo, de manera similar a como
ocurre en Occidente, la censura de espectáculos, la homofobia y la
xenofobia, el antisemitismo, los conflictos étnicos, así como la
idealización del pasado imperial de esa nación y de la iglesia han sido
tópicos de la ultraderecha rusa.
En el mundo árabe, sigue siendo
determinante la influencia del Islam (y con ello se incluye a gran
parte de África y a parte de la India), religión que integra el culto
religioso a la vida social y que ha contribuido a la vez a conservar la
tradición, por un lado, y por otro a la defensa de esas naciones frente
al colonialismo proveniente de Europa.
El Corán, libro sagrado de esa religión, supuestamente dictado a Mahoma por el arcángel
Gabriel, exalta, por ejemplo, la guerra contra los infieles y el
cumplimiento exacto de normas religiosas como la plegaria cotidiana,
así como otras de tipo social, referentes al matrimonio, a la
impartición de justicia, etcétera; el monoteísmo a ultranza, la
creencia en la misión profética de Mahoma, etcétera.
En el mundo musulmán es difícil, por el
papel que juega en él el factor religioso, hablar de derecha e
izquierda en el mismo sentido que en Europa o en América.
El abismo histórico y cultural es mucho
mayor en naciones como China, Japón o el Tíbet, con una cultura, una
historia y una religión totalmente diferentes de las que han regido en
Occidente, y que durante mucho tiempo se mantuvieron alejadas del resto
del mundo. Difícilmente podríamos hablar en esas naciones de una
derecha o una ultraderecha, en el sentido en que las podemos encontrar
en otras regiones, excepto por el hecho de que a lo largo del siglo XX
permeó incluso en esas regiones la confrontación entre comunismo
(izquierda) y anticomunismo (derecha).
Pero la Guerra Fría terminó con la
caída del bloque socialista, y lo que actualmente se perfila como una
idea mundial, tendiente finalmente a la opresión y a la desigualdad, es
el predominio del capitalismo, y por ende del llamado neoliberalismo
económico.
Edgar González Ruiz*
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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