Panamá
Barómetro Internacional
Panamá
es el país más joven de la América hispana. Apenas tiene 110 años. Se
independizó de España como parte del Virreinato de Nueva Granada, pero
siguió perteneciendo a ésta –y después a Colombia– hasta su formal
constitución como estado independiente en noviembre de 1903. Muchos
panameños pensaban desde los albores del siglo XIX que la región del
istmo debía ser independiente dadas las particularidades que
concurrieron en la formación de su nacionalidad y la imposibilidad de
comunicarse vía terrestre con la parte continental del territorio
colombiano. Esta situación se mantiene hasta hoy. La Selva del Darién,
precisamente conocida como “Tapón del Darién” es el único lugar en el
cual está cortada la carretera panamericana en su trayecto desde Alaska
a la Tierra del Fuego.
Ya desde mediados del siglo XIX las
potencias empezaron a mostrar interés en la región centroamericana como
vía de paso entre el Océano Pacífico y el Atlántico. En 1850 Estados
Unidos e Inglaterra firmaron el Tratado Clayton-Bulwer por el cual
acordaron establecer un control compartido de la región y el compromiso
de no iniciar unilateralmente la construcción de un paso transoceánico.
Sin embargo, la emergencia de Estados Unidos como primera potencia
mundial renovó el interés del país del norte por unir sus costas
pacífica y atlántica mediante la construcción de una vía acuática.
En
estas condiciones el Tratado Clayton-Bulwer se transformaba en un
obstáculo para el interés expansionista de Estados Unidos. Así, buscó
un nuevo mecanismo de entendimiento con la debilitada Inglaterra y en
1901 firmaron el Tratado Hay-Pauncefote por el cual la otrora poderosa
monarquía europea aceptaba la construcción unilateral de un canal por
parte de Estados Unidos siempre y cuando no lo militarizara. Sin
embargo aún existía un obstáculo: la opinión pública colombiana se
negaba a aceptar la cesión de parte de su territorio a un estado
extranjero. Eso es lo que llevó a Estados Unidos a buscar aliados en
Panamá a partir de la ancestral y permanente idea de independencia que
subyacía entre los istmeños. De esa manera se podría firmar un acuerdo
con el nuevo país que permitiera construir una vía interoceánica. Con
el apoyo de Estados Unidos, el “panameño” de origen francés
Buneau-Varilla organizó la secesión de Panamá de Colombia. Con la
presencia del barco de guerra norteamericano Nashville se desató la
insurrección separatista. El Nashville surto en las aguas del Caribe
panameño impidió la llegada de tropas colombianas y el 4 de noviembre
se declaró la independencia, la cual fue reconocida por Estados Unidos
el día 6 y ya el 18 de noviembre se firmó el Tratado Hay-Buneau-Varilla
mediante el cual Panamá cedía a perpetuidad una franja del territorio a
fin de construir el canal. En ese territorio, además del paso entre los
dos mares, Estados Unidos estacionó el más importante contingente
militar fuera de su territorio en el hemisferio occidental.
La
zona del canal, la más importante vía interoceánica del mundo y la
poderosa estructura militar que se estableció en la zona signaron la
vida política y económica de Panamá durante el siglo XX. Los destinos
del país fueron regidos por familias oligárquicas leales a Estados
Unidos. Uno de sus líderes más destacados fue Arnulfo Arias ocupó la
presidencia de la República en varias ocasiones hasta que fue derrocado
en 1969 después de un alzamiento militar liderado por Omar Torrijos.
Éste, además de hacer grandes transformaciones internas, en política
exterior buscó acercarse a los países no alineados y transformó la
lucha por la recuperación del canal en la bandera más importante de su
accionar político. Pugnó por el fortalecimiento de América Latina en el
escenario internacional, lo cual le valió el apoyo del continente en su
lucha por recobrar el canal.
La llegada al poder en Estados
Unidos del presidente Jimmy Carter, la debilidad del Partido
Republicano después del escándalo Watergate y la fragilidad
internacional de Estados Unidos posterior a los derrocamientos del Shá
de Irán, del General Somoza en Nicaragua y de Idi Amín Dadá en Uganda,
todos aliados de Estados Unidos y el establecimiento en la isla
caribeña de Granada de un gobierno distante de la potencia del norte
generaron condiciones que permitieron negociar en otras condiciones la
entrega del canal. Así, en 1977 se firmaron los Acuerdos
Torrijos-Carter mediante el cual Estados Unidos se comprometía a
abandonar definitivamente Panamá el 31 de diciembre de 1999. Un
periodista le comentó al Torrijos que después de la firma de este
tratado él había entrado en la historia y el General le contestó “no me
interesa entrar en la historia, me interesa entrar en el canal”.
Omar
Torrijos falleció en un dudoso accidente aéreo en 1981 a partir de lo
cual se sucedieron en el poder una serie de gobiernos tutelados por
militares de dudosa reputación, que no tenían el carisma ni el apoyo
popular del General Torrijos, lo cual fue utilizado por Estados Unidos
para producir una sangrienta intervención militar que aún retumba en la
memoria del pueblo panameño. Parecía que la época del “gran garrote” se
cernía nuevamente sobre América Latina, pero la situación mundial, la
crisis del campo socialista y el debilitamiento de la Unión Soviética
ocupaban la mayor parte de sus preocupaciones. Las tropas
norteamericanas abandonaron en un corto lapso el territorio panameño.
En las elecciones de 1999 triunfó Mireya Moscoso cuyo único “mérito”
era haber sido la última esposa del caudillo Arnulfo Arias, sin embargo
le cupo la gloria de “despedir” a las tropas norteamericanas y hacerse
cargo de la soberanía definitiva de Panamá sobre el territorio del
canal. Finalizó su mandato desprestigiada, con grandes acusaciones de
corrupción, protegiendo terroristas y con los más bajos índices de
popularidad respecto de cualquier presidente panameño en el pasado.
El
Partido Revolucionario Democrático (PRD) fundado por Torrijos regresó
al gobierno, cuando su hijo Martín accedió a la presidencia en 2004,
pero en las elecciones de 2009 se hizo del poder Ricardo Martinelli, un
empresario millonario que ha manejado el país como si fuera una
compañía más de su suculento emporio.
El último lustro ha
significado una regresión sin igual en la historia de país istmeño.
Martinelli ha gobernado al margen de la Constitución produciendo un
deterioro institucional tal que éste se transformó en elemento común de
los variados partidos de oposición que se propusieron derrotar a quien
consideraban se había salido de toda norma. El empresario presidente
puso a empleados de sus empresas a dirigir las instituciones del Estado
destituyendo ilegalmente a quienes sustentaban esas responsabilidades,
violando normas constitucionales que establecen los mecanismos para
dichos nombramientos. El avasallamiento, la soberbia y la utilización
de recursos desmesurados en la campaña electoral que superaba todo
límite establecido en la ley electoral signaron unos comicios marcados
por un ventajismo gubernamental rechazado tanto por la oposición de
derecha como la de izquierda.
En el plano internacional, Panamá
cayó en el mayor descrédito de su historia. Un país cuyo canal le
permitió en democracia construir una política exterior de neutralidad y
amistad con los países de América Latina y el Caribe como herencia del
legado torrijista de soberanía y respeto al derecho internacional, fue
colocado en una situación de abyección y subordinación plena a los
dictados de Washington. En ese marco, Panamá fue el único país de
América Latina y el Caribe que oficialmente apoyó en la OEA a la
oposición violenta de Venezuela en sus intentos por derrocar al
gobierno legítimo del país.
El nuevo presidente, Juan Carlos
Varela, militante de un partido de la rancia oligarquía istmeña, que lo
llevó a ocupar el cargo de vicepresidente y Canciller en el gobierno de
Martinelli, se separó del mismo, a raíz de un distanciamiento profundo
motivado por diferencias que se acrecentaron en el manejo de la
política. En el discurso posterior a su victoria, el pasado domingo 4
en la noche, hizo una alocución conciliadora con las fuerzas políticas
adversas que estaban en la oposición a Martinelli y no aceptó dirigirse
a cumplir la formalidad de aceptación del cargo en el Tribunal
Electoral mientras el presidente saliente estuviera presente en el
mismo, donde acudió en clara injerencia en otro poder del Estado,
creando zozobra e inquietud en la ciudadanía.
Varela informó a
la opinión pública que a altas horas de la noche había conversado con
el Presidente Maduro –quien lo llamó para felicitarlo por su elección–
a quien le manifestó su voluntad de restablecer las relaciones entre
ambos países, rotas después de la grosera intrusión del actual gobierno
en los asuntos internos de Venezuela.
Por su parte, Martinelli
deberá hacer “magia” para entregar cuentas claras de su administración
en la cual la deuda externa del país pasó de alrededor 16 a un poco más
de 27 mil millones de dólares, un inexplicable aumento de 70% en 5
años. Así mismo, la justicia italiana espera por él para que rinda
cuentas por un sonado caso de corrupción en el cual está involucrado su
gobierno y él mismo.
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