La
derecha tradicional latinoamericana calla, tiembla y refunfuña casi al
mismo tiempo cuando escucha hablar de eventuales nuevas leyes de medios
en los países de la Patria Grande, donde tienen bajo su control
poderosos emporios mediáticos, en contubernio con otros norteamericanos
y europeos.
Unas recientes declaraciones del expresidente
brasileño Lula da Silva en Sao Paolo, sobre la necesidad de transformar
la prensa en el gigante sudamericano, estremecieron nuevamente como un
verdadero terremoto a los sectores conservadores de esta región, que se
reniegan a perder el dominio de la información, o mejor dicho, de la
desinformación y la manipulación.
Ejemplos de revuelos
similares ya se han repetido en naciones como Argentina, Ecuador y
Venezuela, en las cuales se pusieron en vigor normativas que regulan
las ventajas de los medios de más recursos financieros sobre los de
menos, mientras en otras como Perú y ahora Brasil solo se ha comentado
al respecto, y han ocurrido sismos de grandes proporciones.
Lo
cierto es que la derecha en América Latina apoderada de los principales
periódicos, televisoras y emisoras de radios, los utiliza como partidos
políticos, y verdaderas “armas atómicas” para desacreditar a gobiernos,
intentar destronarlos, y engañar a los pueblos.
Sus líneas
editoriales son diseñadas en territorio norteamericano y en otros
estados de Europa, como España, en los que, sin embargo, imperan
reglamentos legales que permiten a los medios de comunicación “jugar
con la cadena, pero no con el mono”, como reza un refrán popular.
Mientras en Madrid, diarios como El País, El Mundo o ABC, entre otros,
tienen restringida la publicación de reportes sobre las violentas
represiones policiales contra manifestaciones antigubernamentales, la
prensa latinoamericana manipula imágenes y miente constantemente acerca
de terroristas opositores disfrazados de “pacíficos estudiantes” en
Venezuela.
Por supuesto que El País y sus similares hacen lo
que no se le permite en España, cuando se trata de Venezuela, Ecuador,
Argentina, Cuba, Bolivia y Nicaragua, por citar algunas naciones de la
Patria Grande, consideradas “adversarias” por Washington y sus aliados.
Vale recordar que ese cotidiano, junto a ABC y El Mundo,
respaldó sin escrúpulo alguno el frustrado intento de golpe de Estado
contra Hugo Chávez en 2002, y otros más recientes perpetrados en
Honduras y Paraguay.
Sería un suicidio para sus dueños y
accionistas que la prensa madrileña o la norteamericana, como la
televisora CNN en español, apoyaran un complot dirigido a destronar a
los regímenes de turno de La Moncloa o la Casa Blanca.
En
cambio, en América Latina en nombre de la vociferada y falsa libertad
de expresión, los grandes medios de comunicación en manos de la derecha
ofenden a los presidentes, los arrinconan y promueven planes
subversivos, orquestados en el Pentágono o en la “culta” Europa, para
derrocarlos.
Un diputado venezolano denunció hace pocas horas
que más de 80 periódicos de la región distorsionan la realidad de la
Patria de Chávez para conseguir derribar del poder al ejecutivo
constitucional del presidente Nicolás Maduro.
Por su parte,
Lula en sus declaraciones afirmó que es hora de regular el ejercicio de
la prensa en Brasil, porque no sólo atentan contra las políticas
oficiales, sino que ofenden al propio país, lo que no se permite en
otras sociedades llamadas democráticas, en evidente alusión a Estados
Unidos y en el denominado Viejo Continente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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