Elecciones de la CTA
El
poder de la burocracia sindical, es un problema que debe examinarse
partiendo de la base de que en los sindicatos se reproducen los mismos
mecanismos de opresión que tienen vigencia en la estructura social.
La
burocracia sindical como estructura de dominación, concibe a la
organización de los sindicatos como un sistema totalitario, que absorba
al trabajador en su totalidad, tanto en las cuestiones principales como
en las menores, dentro de una única estrategia de domesticación y
cosificación del movimiento obrero para el fomento de la conciliación
de clases.
El comportamiento de provocación policial en la
esfera de los sindicatos, represivo tanto en lo físico como ideológico
transciende el lugar de trabajo, porqué actúa como una política que
intenta asimilar al trabajador a una ideología hegemónica, donde la
burocracia tiene como premisa la de constituirse como el único
administrador y el mandante eterno en la organización sindical, por lo
cual intenta convencer a los trabajadores, en todos los ámbitos, de
poseer derechos de propiedad y de herencia sobre los sindicatos.
La
criminalidad, el soborno y el fraude, son acciones asociadas al
mantenimiento de este espacio de poder y surgen naturalmente cuando el
negocio sindical aparece amenazado por agrupaciones o personas que
plantean una oposición consecuente a la continuidad de los mandantes
sindicales. En este sentido, el burócrata sindical, como representante
de un sector dominante y antidemocrático en decadencia, circula por esa
delgada línea que va: del sistemático intento de coptación de los
trabajadores que aparecen más combativos y antiburocráticos, al apriete
de tuercas con sus patotas serviles, o al macartismo y la delación
abierta y directa a las patronales para que los despidan de los lugares
de trabajo y hasta el crimen aberrante en caso de considerarlo
necesario.
Estrechar el análisis de la representación burocrática
al frente de los sindicatos al tema de la identidad peronista de los
trabajadores de base, (Sobrero) es un dibujo imaginario que recorre la
cabeza de algunos dirigentes opositores (sean de izquierda, centro o
progresistas) que no terminan de asimilar el colosal derrotero que
viene realizando la clase obrera para expulsar de sus organizaciones
históricas a la lacra que representan estas direcciones ajenas a sus
aspiraciones. De esta manera expresan, además, una fuerte colonización
en sus caracterizaciones, producto del relato de las clases dirigentes
y sus medios que insisten machaconamente en la hegemonía peronista
entre los explotados; del mismo modo, si se quiere, en como la curia
insiste en la hegemonía católica sobre la mayoría de los argentinos
mientras las iglesias están vacías.
No es casual que el
objetivo del Encuentro de Atlanta no haya sido “hacer un bloque
político sino que se trata de un plenario sindical para discutir cómo
coordinar fuerzas diversas para apoyar las luchas y enfrentar a la
burocracia sindical”. Como si la burocracia sindical no fuera una
categoría social (una casta con una ideología empresarial enquistada en
las organizaciones obreras) y por lo tanto política; que responde a
partidos y organizaciones que abrevan de las tetas del poder del
Estado. Desconocer o pretender desconocer, que la naturaleza POLÍTICA
del vínculo entre estos burócratas y el estado no deja lugar a otra
interpretación que considerarlos como una pata que da sostén al orden
de explotación social, significa un vaciamiento ideológico de la
conciencia de los trabajadores.
Por el contrario 1 millón 300 mil
trabajadores que votaron por el FIT, entienden a la burocracia como un
hecho político y se dispusieron electoralmente a formar un bloque que
le de batalla en todos los ámbitos.
El encuentro de Atlanta,
sin embargo, parece constatar que la naturaleza de la lucha sindical es
exclusivamente de carácter económico salarial, ya que se niegan a
constituirse como un programa político, y esto mientras su principal
referente (Sobrero) sostiene que en la medida que los dirigentes se
pongan a la cabeza del reclamo salarial o en contra de alguna ley
(sobre Moyano y la Banelco) merecen el respeto y el apoyo que sus bases
les niegan.
La lucha que la clase obrera y el resto de las clases
trabajadoras sostienen por mejorar sus condiciones de vida, y no ser el
pato de la boda de las políticas ajustadoras que benefician a banqueros
y empresarios, se revuelve en dos alternativas posibles: el reformismo
centroizquierdista o progresista, que pujan por una mejor distribución
de la plusvalía “con justicia social” (perro Santillàn) dentro de los
marcos de la explotación del capital y la conciliación de las clases,
considerando que la construcción de los frentes políticos que
representen a los trabajadores forman parte de una etapa posterior o
separada de la lucha económica. O, el clasismo, que considera agotado
el relato de la justicia social y que confronta concientemente por una
salida obrera a la crisis. El clasismo, se plantea entonces el problema
más general de considerar cuales son los antagonismos en juego y como
las bases toman conciencia del porqué se hace necesario y
extremadamente urgente recuperar la herramienta sindical para la lucha
política.
El problema político del clasismo es el problema del
“qué hacer”, a partir de analizar la situación obrera en términos de
acción política.
¿Qué hacer con una dirección sindical
comprometida hasta el hueso con las patronales y los gobiernos
capitalistas que la representan? La respuesta del clasismo se resuelve
en la lucha por recuperar sus organizaciones sindicales de las bandas
burocráticas mediante todas y cada una de las herramientas de las que
se dispone. Convencer el voto obrero a una alternativa clasista en una
central sindical no es fácil, por un hecho casi elemental, la
burocracia y el reformismo han cultivado en la mente obrera el carácter
exclusivamente reivindicativo de las organizaciones sindicales. Esta
cultura conciliadora ha colocado límites al “qué hacer” de las bases.
La
crisis y el despertar obrero, que mediante la lucha se resiste a la
desaparición de sus conquistas históricas, reducen las políticas de la
burocracia sindical a puro humo, pero no siempre todo lo que se refleja
de voluntad de las bases o en luchas de los lugares de trabajo,
encuentra una alternativa organizativa y electoral que permita
desalojar a la burocracia de la cabeza de los sindicatos. El clasismo
cumple una función central y decisiva en este punto, al hacer un
aprovechamiento enorme de la difusión de sus ideas de independencia
obrera y del socialismo frente al desbarranco capitalista. Las
elecciones sindicales, tienen entonces una importancia fundamental para
el desenvolvimiento del programa de las ideas clasistas entre las bases
trabajadoras.
La negociación o la renuncia a una política de
enfrentamiento franco y directo contra la burocracia sindical,
abandonando de este modo los objetivos históricos de la clase obrera,
es un trabajo consciente de los sectores reformistas para evitar que
cualquier alternativa emancipadora del movimiento obrero asuma un rol
dirigente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario