La muerte de Mathilde Blais,
atropellada por intentar respetar el reglamento de tránsito, desató las
exigencias de los ciclistas para que mejoren las condiciones en que
circulan y haya mayor respeto a sus vidas.
Alexandre Beudoin
Foto: Nathalia Guevara Jaramillo
Foto: Nathalia Guevara Jaramillo
Canadá.
Como resultado de la muerte de Mathilde Blais, una ciclista atropellada
en su empeño por respetar los reglamentos de tránsito, un movimiento de
usuarios de bicicletas presiona a las autoridades para mejorar las
condiciones viales y ya consiguió algunas medidas concretas que, sin
embargo, no son suficientes para asegurar sus vidas.
El pasado 28 de abril, Mathilde Blais,
una ortofonista y trabajadora de una escuela primaria de la ciudad de
Montreal, quiso respetar la ley que prohíbe a las ciclistas utilizar la
acera, incluso para cruzar uno de los seis viaductos que atraviesan el
barrio de Rosemont -a los que se denomina “túneles de la muerte”. Las
calles dan testimonio de un invierno difícil y de una administración
municipal desorganizada e incompetente. Hace unos veinte años, los
niños llamaron a los agujeros que se encuentran en el asfalto “nidos de
gallina”. Ahora se escucha la expresión “nidos de guajolotes”, para
referirse a estos mismos baches.
Mathilde Blais quiso respetar el
reglamento que le prohíbe compartir la acera con peatones, pero que la
obliga a compartir el camino con motocicletas, autos y camiones. Quizá
los automovilistas pasaron apresurados a su lado y, además, ella tuvo
que zigzaguear entre tantos nidos de gallina y de guajolote, cuando
pasó un camión que la atropelló a las 6:40 de la mañana. Falleció de
inmediato.
Vivo en la ciudad de México desde hace
ya varios años. Antes de asentarme en la megalópolis, usé mi bicicleta
a diario -desde los últimos días del invierno hasta los primeros del
invierno siguiente. He pedaleado en medio de tormentas de viento, de
lluvia y de nieve, y no soy el único. La mayoría de quienes viven en
Montreal y que no son hijos de familias millonarias conocen esta
realidad.
Estos años de vivir en una ciudad en la
que la vida de ciclistas y peatones no vale gran cosa hicieron que,
cuando regresé a Montreal, tuviera la impresión de que existe una
cierta armonía entre usuarios motorizados y no motorizados. Tuve que
cavar un poco más hondo en algunos recuerdos para recordar que, una
vez, pensé en que la relación entre ciclistas y automovilistas en
Montreal se parece más a una guerra abierta que a una convivencia
armoniosa.
Es cierto que en Montreal, la relación de fuerza no se lleva a cabo tan descaradamente a favor de los [1]
automovilistas como en la Ciudad de México. Por lo tanto, la actitud de
los ciclistas puede ser más bélica. Esto permite a los automovilistas
obviar el hecho de que circulan en armas de destrucción masiva de
cuatro ruedas y llegar incluso a apropiarse del papel de víctimas.
El accidente en el que perdió la vida
Mathilde Blais indignó a todos, ya que fue precisamente su empeño en
respetar los reglamentos de convivencia vial que causó esta tragedia.
Estas reglas no están adaptadas a una realidad de la cual los ciclistas
forman parte desde hace décadas.
Una semana después de la muerte de
Blais se hizo una vigilia en su honor, en el lugar preciso donde fue
atropellada. Allí se lanzó el siguiente mensaje: “¡Queremos un lugar
seguro para los ciclistas, para que nunca más un incidente como éste
vuelva a suceder! Cada año, hay ciclistas lesionados [2] por puertas abiertas de carros estacionados, nidos de gallinas, coches y camiones”.
El naciente movimiento ya consiguió que
las autoridades municipales redacten un plan para mejorar la seguridad
vial para los ciclistas en los túneles de Montreal. En él se contemplan
medidas como reducir el límite de velocidad y prohibir que los camiones
circulen en el carril derecho, entre otras. Este plan se enfrenta a la
oposición de la Asociación de Camionaje de Québec, que insiste en que
las disposiciones son improvisadas y causarán efectos secundarios:
“¿Acaso se pensó en los efectos secundarios de tal medida, a pesar de
sus virtudes? Cada vez que un camionero llegue ante un viaducto,
entrará en pánico porque tendrá que meterse rápidamente al carril
izquierdo para no cometer una infracción”, explicó la organización.
Los camioneros no son los únicos
adversarios del movimiento de ciclistas que surgió luego del accidente.
Las compañías dueñas del ferrocarril, Canadian Pacific Railway y
Canadian National Railway, siempre se muestran indiferentes a los
inconvenientes causados por sus viaductos, la ausencia de pasos
peatonales, así como la prohibición para los transeúntes de cruzarlos,
lo que les obliga atravesar a pie estos lúgubres espacios, que
merecieron el apodo de “túneles de la muerte”.
La demanda de los ciclistas no se
limita a los túneles y los viaductos, sino al conjunto de la red vial
de Montreal. Por lo tanto, la lucha no termina aún. El pequeño
movimiento de ciclistas que surgió después de esta tragedia consiguió,
en muy poco tiempo, generar un debate que ya desemboca en medidas
concretas.
25 de mayo 2014
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