Ponencia base de la exposición presentada en el 3º Congreso por la Integración Política Regional, Buenos Aires 23 a 25 de mayo de 2014 |
(…)
en la política subsiste la guerra de movimientos mientras se trata de
conquistar posiciones no defensivas, y por consiguiente, y por lo tanto
no son movilizados todos los recursos de la hegemonía y del Estado;
pero cuando, por una u otra razón estas posiciones han perdido su valor
y solo las que son decisivas tienen importancia, se pasa a la guerra de
posiciones, compleja, difícil, en la que se exigen cualidades
excepciones de paciencia y de espíritu inventivo.
Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel (III)
A
la hora de analizar la situación y coyuntura política de América
Latina, es importante tomar en cuenta dos variables, la de la crisis
global en la que nos encontramos inmersos, y el reordenamiento
geopolítico, el paso de un mundo unipolar a un mundo pluripolar y
multicéntrico.
Si en las crisis anteriores de 1873-1896 y 1929
el capitalismo no estaba plenamente desarrollado, hoy en día nos
encontramos con una crisis abigarra donde se superponen, a veces de
manera complementaria y a veces de manera disociada, una serie de
crisis, económica, financiera, energética, alimentaria, etc., que nos
lleva a preguntarnos si nos encontramos inmersos en una crisis terminal
del sistema capitalista ante la cual en cualquier caso la izquierda
todavía no ha encontrado una salida en forma de proyecto político
alternativo. La socialdemocracia se vendió al neoliberalismo y la
izquierda radical/comunista no fue la protagonista de los procesos de
cambio puestos en marcha en América Latina, asumiendo un rol secundario
en la construcción de los proyectos nacional-populares.
Es de
destacar el papel que juegan los BRICS en este momento en que el
capitalismo ha adquirido una medida geopolítica planetaria a la vez que
se acentúa el modelo de acumulación, tanto en forma de reactualización
de la acumulación originaria, como mediante la acumulación por
desposesión de los bienes comunes. Importante también la posible
incorporación a los BRICS de una Argentina que se sumaría a Brasil y
reforzaría el peso de América Latina en una relación Sur-Sur con China
(primer consumidor mundial de energía), Rusia (uno de los países con
mayores reservas de minerales y petróleo) y una India en la que acaba
de ser electo Presidente Narendra Modi, un nacionalista ultra que tiene
prohibida la entrada en Estados Unidos.
Una América Latina que
será centro de disputas geopolíticas en los próximos años, tanto por el
papel que puede jugar en la construcción de un proyecto alternativo
poscapitalista, como por su ubicación en el reordenamiento geopolítico
en su condición de subcontinente que cuenta con la mitad de las
reservas de agua del planeta y buena parte de los países más ricos en
minerales, hidrocarburos y biodiversidad del mundo.
Proyectos en disputa
Precisamente
América Latina está siendo disputada en este momento entre dos
proyectos, el de la emancipación e integración latinoamericana, que
cristaliza en el ALBA pero también en la apuesta por la UNASUR o CELAC,
y el de la restauración impulsada por el imperialismo, con la Alianza
del Pacifico como punta de lanza. Estos dos proyectos libran una guerra
de posiciones al más puro estilo gramsciano en una estrategia no
declarada de asedio reciproco, de avances y de retrocesos. En esta
guerra de posiciones continental nos encontramos con un cierto reflujo
de los proyectos de emancipación, que tiene un punto de inflexión en la
muerte del Comandante Chávez y que no tiene por qué ser un repliegue
defensivo si no algo coyuntural, táctico y no estratégico.
El
proyecto del imperialismo continua implementándose en varios niveles
para lograr el control geopolítico del continente, desde su versión más
burda en forma de bases militares y golpes de Estado, a una más
sofisticada que se disfraza detrás del agronegocio y los acuerdos de
libre comercio, pero que en cualquiera de sus versiones tiene en el
control de los recursos naturales su fin último. El proyecto
emancipador, generoso en sus esfuerzos como fue toda la praxis del
Comandante Chávez, que murió en un último servicio a la Patria, puso
todos sus esfuerzos en fortalecer la UNASUR y la CELAC incluso por
encima del propio ALBA y eso de alguna manera lo ha debilitado en sus
posiciones de avanzada.
Entre medio de estos dos proyectos
encontramos los países neodesarrollistas, como han sido definidos
recientemente por compañeros como Atilio Boron o Joao Pedro Stedile,
cuyas burguesías nacionales, si bien apuestan por el fortalecimiento
del Estado y la redistribución de la riqueza, coquetean constantemente
con un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, siguiendo los
pasos de la reedición del ALCA llamada Alianza del Pacifico.
Es
por tanto necesario que desde el núcleo duro emancipador se seduzca a
este tercer grupo de países, pero en cualquier caso no hay que
menospreciar los avances logrados por el proyecto del ALBA y los
proyectos nacional-populares en general, avances de recuperación del
Estado y de la soberanía política, económica y territorial, realizados
en un momento de expansión del capitalismo en general y del
imperialismo en particular.
Y si bien los procesos han
avanzado mucho en la última década, 16 años en el caso de Venezuela, y
8 años en el caso de Bolivia, ahora es el momento, en esta guerra de
posiciones que se está librando en el continente, de pensar en varios
niveles de acción. Por un lado, como enfrentar al enemigo, como
desactivar la Alianza del Pacifico trabajando con los pueblos,
movimientos sociales e izquierda en general de los países que
pertenecen a la misma (México, Colombia, Perú y Chile). En otro nivel
más interno, es necesario pensar como estos procesos siguen expandiendo
su horizonte de descolonización, democracia y soberanía popular; y para
ello, es importantísimo (re)pensar el Estado.
El Estado, campo de lucha
Ese
Estado que es un campo de lucha y a la vez una relación social, en el
que hay que mirar de manera fundamental la relación Estado-Sociedad.
Por un lado tenemos, como define el Vicepresidente del Estado
Plurinacional de Bolivia ÁlvaroGarcía Linera, a un Estado que
monopoliza lo universal, el interés colectivo, pero por otro tenemos en
nuestros procesos de cambio un bloque histórico que es más que una
simple alianza entre clases y sectores sociales, que es un vínculo
entre estructura y superestructura.
Y en esta guerra de
posiciones que mantenemos en América Latina, en este repliegue
coyuntural del proyecto emancipador de la Patria Grande, se abre
peligrosamente la posibilidad de una revolución pasiva en la que ante
la ausencia de iniciativa popular, ante el reflujo de las luchas
populares que pusieron en marcha los procesos de cambio, el Estado siga
haciendo concesiones, pero ya no se de esa fusión entre sociedad civil
y sociedad política, o Estado, ya no se den los avances y
profundizaciones por impulso de las mayorías sociales.
Todo ello
nos podría llevar a revertir el cambio de época que vivimos en una
época de cambios, poniendo en riesgo la construcción de hegemonía
posneoliberal, que no es irreversible. Necesitamos combinar la guerra
de posiciones con algún tipo de guerra de maniobras, insurreccional y
ofensiva, para convertir en irreversible el cambio de época; para pasar
de las transiciones cortas que han permitido la recuperación de la
soberanía, política, económica y territorial, a una transición larga
que avance hacia un proyecto poscapitalista, más allá del
posneoliberalismo.
Política como ética de lo colectivo
Tenemos
algunas herramientas para ello. Por un lado el vínculo que existía
entre capitalismo y democracia se ha roto; hoy una buena parte del
mundo ya no cree en un capitalismo democrático, y hay que dar un paso
más para convencer de que dejen de creer en una democracia capitalista.
El siguiente paso será convencerles de que son posibles revoluciones
democráticas que nos traigan una democracia revolucionaria donde como
fase de transición se combine la democracia representativa con la
participativa, donde sea la sociedad la que tome las decisiones en una
fusión con un otro modelo de Estado Integral, que en el modelo
boliviano se define como Plurinacional.
Tambiénteníamos algunas
respuestas, pero han cambiado las preguntas; ¿cómo expandimos el
horizonte de lo posible? ¿Cómo irradiamos y consolidamos el sentido
común de época? ¿Cómo construimos un proceso de cambio continental?
Por
un lado debemos pasar de los proyectos nacional-populares en un solo
país a un proyecto internacionalista latinoamericanista, y esa
construcción de la Patria Grande tiene que estar asentada en los
pilares del antiimperialismo, anticolonialismo y anticapitalismo. En el
plano del antiimperialismo tenemos que desmontar los ataques del
imperialismo, con diferentes aliados, en diferentes ritmos e
intensidades, teniendo en claro que todos los procesos son necesarios,
pero sin hacer concesiones al enemigo, luchando en primer lugar contra
la presencia de las bases militares en el continente y uniéndose contra
cualquier intento de golpe y/o desestabilización de un gobierno
democrático. En el plano del anticolonialismo es fundamental enfrentar
las situaciones neocoloniales que persisten en el continente
actualmente, la ocupación de las Malvinas o Puerto Rico, el bloqueo
contra Cuba o el enclaustramiento de Bolivia son desafíos pendientes de
un proyecto de integración latinoamericana. En el ámbito del
anticapitalismo el riesgo es dejar de ser gobiernos revolucionarios y
acomodarse en la gestión, hay que combatir los tratados de libre
comercio y seguir construyendo modelos económicos alternativos en el
que el debate sobre el modelo de desarrollo, vistos los límites que el
capitalismo impone sobre nuestros procesos, debe contener un equilibrio
entre el derecho al desarrollo de pueblos colonizados por 500 años y
saqueados por 20 más de neoliberalismo, y los derechos de la Madre
Tierra. Otro límite a los procesos los pone el corsé de la democracia
liberal y burguesa, con procesos que tienen que ser permanentemente
validados y legitimados en las urnas cada pocos años haciendo frente al
terrorismo mediático que busca desprestigiarlos.
Y si uno de los
retos es pensar la transformación del Estado, en una mirada regional de
un proceso político continental, que no es lineal, que tiene avances y
retrocesos, es importante también empezar a pensar en las nuevas formas
de representación, en la necesidad del intelectual colectivo, el
príncipe moderno; en la necesidad de construir un instrumento político
también continental, que vaya cristalizando el horizonte y proyecto.
Slavoj
Zizek nos recuerda en uno de sus textos la anécdota de cuando en 1922
los bolcheviques después de ganar la guerra tuvieron que de retroceder
y poner en marcha la Nueva Política Económica (NEP), que de alguna
manera permitía parcialmente la economía de mercado y la propiedad
privada, y Lenin escribió un texto llamado “Sobre el ascenso a una alta
montaña”. En ese texto hay una metáfora de un alpinista que ante el
fracaso en el primer intento de ascenso a una montaña tiene que
retroceder y volver a intentarlo; no se atrinchera en el lugar desde el
que ya no puede ascender más, sino que regresa al valle y vuelve a
intentar el ascenso. Eso es también lo que necesitan nuestros procesos,
volver a empezar en el sentido de repetir el comienzo, las explosiones
sociales y rupturas socio-políticas e incluso epistemológicas que
dieron inicio a los procesos de cambio.
Y para que esas rupturas
se produzcan de nuevo, para trasformar y construir todo lo anterior, el
primer ingrediente que necesitamos es el que reclamaba Jacques Danton,
miembro de la Comuna de Paris: “Audacia, otra vez audacia, y siempre
audacia”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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