Manuel Humberto Restrepo Domínguez
La Colombia fracturada y sangrante de la primera mitad de siglo XX sintetiza su tragedia en el Bogotazo de 1948, año en que se promulga la declaración universal de derechos humanos y se crea la Organización de Estados Americanos. Casi medio siglo después la Constitución de 1991 recoge otra síntesis de la misma tragedia. En la primera la población ocupó las calles, la ciudad fue incendiada y los campos convertidos en mudos testigos de una masacre aun vigente. En la segunda la gente regresó de las calles a ocupar el recinto del Congreso con una Asamblea Nacional Constituyente, mientras a nivel global el modelo neoliberal se entronizaba en lo mas hondo de todas las estructuras del Estado y de la vida social en señal de victoria del capital y en américa U.S.A acomodaba sus nuevas estrategias de dominación, definiendo a Colombia como su socio principal.
A menos de un cuarto de siglo de la segunda síntesis, estamos ad portas de una tercera, gracias al buen momento tanto de las movilizaciones sociales y populares, como de los avances en la mesa de conversaciones de Paz con opción de cierre del conflicto armado. Se llega hasta aquí con los signos de la mas cruda barbarie impunidad y olvido. Son los signos de la motosierra, los carro bomba, los hornos crematorios, el genocidio contra opositores políticos y grupos excluidos y del cinismo de la clase política en el poder, que pasó de gobernar con un modelo de frente nacional bipartidista a otro de unanimidades despóticas del mismo bipartidismo, como garantía del control del poder sin obstáculos, a la sombra de una Constitución generosa en la retorica derechos pero carente de herramientas para realizarlos y con el asedio de una guerra sucia sin treguas.
Esta guerra sucia permanece adentro de la dinámica social y política y persiste con una de sus facetas a través de un tipo de personaje que parece de novela, un sujeto criminal del que con mencionar sus practicas se sabe de sus ideas. Es una figura individual, no aislada de una ideología del odio detenida en el tiempo y sostenida con venganza. Es la reproducción de hombres perversos, de piezas maestras en el ejercicio de una estrategia de terror que se niega a desaparecer. Son personajes que encarnan lo siniestro, lo que se sale de toda posibilidad de respeto por la condición de humanidad. Hoy esta presencia macabra esta representada, quizá para impedir el olvido y para no desmayar en la búsqueda de justicia, con el personaje del Dr. Mata, llevado a la televisión por Sergio Cabrera, el mismo director, que a través de la Estrategia del Caracol, recrea las luchas por la dignidad.
El Dr. Mata, hace parte del tiempo previo y real del Bogotazo, primera síntesis de la tragedia, es un hombre vestido siempre de negro, sombrero y maletín, amable, sonriente y caritativo. Cuida de su esposa, envejecida y aturdida por el maltrato y medio enloquecida, que le guarda sus secretos aunque le robo su fortuna, al tiempo que le prohíbe a su madre internada por lepra en un sanatorio, referirse a él como su hijo. Debajo de este hombre tinterillo de oficio, de apariencia amable y bondadosa y del conocedor de la ley, esta su esencia real de farsante, impostor, sádico, siempre planeando la destrucción. Es un hombre de guerra sucia, sin la menor empatía por ningún ser humano, cualquiera de una manera u otra puede ser su victima.
En el Dr. Mata hay una distancia entre lo que aparenta y lo que verdaderamente es. Representa la distancia entre los tiempos de síntesis de una historia que parece condenada a repetirse. Mata es una señal de muerte y traición, un episodio inhumano de la guerra. La faceta interior del Dr. Mata permanece oculta, en solitario planea sus perversos movimientos, sus cartas y anónimos, la suplantación de la identidad de sus victimas. Actúa solo pero se apoya en débiles contactos a quienes somete con su aparente bondad o temeridad o compra con su dinero. Accede a información por espionaje, soborna al camarero, al lustrabotas, al oficinista, a la telefonista, al lotero, al lustrabotas, ofrece fiestas y regalos a jueces, políticos y banqueros y se hace querer y temer.
El titulo de Dr. Mata esconde al hombre abominable, al criminal sin regla ni limite. Se hace temer como un conocedor de la ley que maneja códigos y citas de memoria, pero su cartón de “abogado titulado e inscrito” que recita con orgullo resulta falso. El Dr. Mata es un astuto infractor de la ley, sabe a quien y como corromper, crea falsas realidades e intimida y despoja de sus bienes a sus victimas, de las que se confesaba su amigo, su confidente, su guía espiritual, su aliado. Al final hubo justicia y murió en prisión. El juicio fue complejo por las argucias del experto leguleyo Dr. Mata, fue condenado en medio de audiencias publicas, se supo del método criminal de este “nuevo tipo de delincuente de actuaciones despiadadas, inusual cinismo y desprecio por la vida”. Estudiaba la debilidad de sus victimas y de su maquina de escribir salían falsas cartas firmadas por sus victimas suplantaba sus identidades, construía historias y las repetía hasta hacerlas aparecer como verdades.
La estrategia de guerra sucia, de la que se sirve el poder ha perfeccionado este modelo de sujeto criminal que ha transitado libre produciendo daño por el Bogotazo. Hay docenas cientos de nuevos Doctores Mata mejorados con vestido negro o en camuflado, se habla de ellos como el Cóndor, Castaño, Mancuso, Don Berna, el Escorpión, el Alemán, Escobar, Gacha, Doble Cero, J. 40, Cero Uno, organizados como Pájaros, Chulavitas, Paracos, Macetos, Justicieros, Aguilas Negras, Doce Apóstoles, Carranceros, Neonazis, Cabezarapadas, que en cada momento y lugar de la historia actúan como el Dr Mata, piensan como él, viven y engañan como él, saben matar y corromper. Tienen en común no un tiempo y un espacio, si no una ideología, una posición política una formula de muerte. Queman vivos a sus opositores o a sus libros declarados herejes, también queman y descuartizan por homofobia, por rabia, por placer a indigentes y prostitutas, judicializan o asesinan inocentes para obtener resultados favorables de guerra para alegría de su Furher o simplemente matan. Estos personajes permanecen incrustados, ocultos, en cualquier lugar de la vida social, al amparo de benefactores en el poder que los alientan, los empujan, los protegen y les conducen sus acciones para mantener viva la ideología de la guerra, para matar las luchas por la vida y tener bajo temor la justicia. El Dr. Mata es ejemplo de una historia de crueldades incubadas en un país dominado con la apariencia bondadosa de algunos vengadores y señores del odio.
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