Honduras
Normalmente
resulta complicado captar las contradicciones que se producen dentro de
la esfera más cerrada de los grupos dominantes en una sociedad,
especialmente cuando la misma se encuentra sumida en un cúmulo de
conflictos que, muchas veces, nos hacen pensar en la posibilidad de
estar frente a una crisis orgánica del sistema. En general, las
demostraciones represivas continuadas revelan al menos un
debilitamiento significativo en la capacidad de controlar la sociedad
de la clase dominante y los partidos políticos a su servicio
(entendiendo clase dominante por la suma de intereses de las mal
formadas y desnaturalizadas oligarquías locales, el capital
transnacional y la visión geoestratégica de estas últimas a través de
su gobierno imperial).
Como en todos los procesos, en Honduras
la derecha golpista ha sufrido un enorme desgaste debido a la presión
interna de las fuerzas antisistema surgidas a partir de 2009, y la
coyuntura especial de agresión del imperio que tiene lugar a lo largo
de todo el continente latinoamericano, en el que los sectores más
violentos hacen uso de los medios de comunicación para implantar una
agenda belicosa, en países donde viejos expedientes pueden ser muy
útiles para desestabilizar la región.
A nadie le parece que la
escalada virulenta contra El Salvador del desastroso desgobierno de
Juan Orlando Hernández, sea un producto del patriotismo o el deseo de
defender la soberanía del país, especialmente cuando su único argumento
para rescatar la economía es el virtual desmembramiento de Honduras
como Estado y su reemplazo por varias seudo republicas sociedad
anónima. Por el contrario, es cada vez más evidente que toda la
verborrea belicosa contra nuestro vecino es parte de un plan
norteamericano para agredir al nuevo gobierno de Salvador Sánchez Cerén
y el FMLN, que seguramente apuntara a consolidar su proceso
transformador.
La aparición ayer en las redes sociales de un
mensaje de Ricardo Álvarez, actual designado presidencial (figura
equivalente a la de vicepresidente) que decía “No habrá paz abajo si
los de arriba están en guerra! No más muertes de hermanos hondureños!”
abre una discusión que podría perfectamente llevar a la comprobación de
que el gobierno actual, está involucrado directamente en la generación
de la violencia generalizada que abate al país, que aquí se produce una
limpieza de clase, y cuál es el origen de la vertiginosa ruta
guerrerista por la que hoy transita esta nación centroamericana.
No
es la primera vez que Álvarez hace acusaciones graves contra su
compañero de partido Juan Orlando Hernández; ambos fueron rivales en
las elecciones primarias de 2012 por la candidatura a la Presidencia de
la Republica, contienda que terminó con Álvarez denunciando un “fraude
monstruoso” en su contra. Estas acusaciones se mantuvieron por algunas
semanas hasta que el mismo Álvarez termino cediendo y acepto una de las
vicepresidencias.
Para aclarar un poco el contexto en que se da
todo esto debemos remontarnos al Golpe de Estado Militar de junio de
2009; en aquel momento Juan Orlando Hernández era diputado al Congreso
Nacional, y votó a favor del cuartelazo en dos ocasiones y su Partido
Nacional apoyó sin reservas el rompimiento de la ilusión democrática en
uno de los países más desiguales e injustos de la tierra. En esa misma
época, Ricardo Álvarez, cumplía su primer término a cargo de la
Alcaldía Municipal de Tegucigalpa, capital del país, y asumió una
actitud más agresiva a favor del golpe, encabezando un movimiento pro
golpe que se esfumó cuando se agotaron los fondos que le daban vida.
Luego
de las cuestionadas elecciones de 2009 que llevaron a Porfirio Lobo
Sosa a la presidencia de Honduras, el Congreso Nacional tuvo a
Hernández como presidente durante cuatro años. En ese periodo Juan
Orlando, se dedicó a la construccion de un nuevo grupo de acaudalados
millonarios, a través de la corrupción y la creación de una iniciativa
de inversión público-privada que terminó constituyendo un organismo
llamado COALIANZA, encargado por ley de pingües negocios en todo el
sector estatal, incluyendo la privatización de todas las empresas
estatales, y el concesionamiento de todo el territorio nacional, de
Ciudades Modelo de las fuentes agua y más.
Con COALIANZA
nacieron varias empresas que dejaron por fuera a grupos tradicionales
de la oligarquía hondureña, que tradicionalmente ha parasitado de los
contratos estatales, y que se vieron arrolladas por la nueva lógica
neoliberal de desmembrar el Estado como lo conocimos. Esto provocó
desde el principio una reacción de rechazo de la las clases dominantes
comprometidas con el Golpe de Estado, lo que hizo a Hernández y su
grupo flexibilizar un poco el asunto e incluyeron a 4 bancos en la
repartición, con lo que se quitó de encima la presión más fuerte sobre
su gestión destructiva y extractiva.
Con la economía del país
literalmente en quiebra, al borde de lo desconocido, la lógica de la
administración ha sido buscar implacablemente a culpables, entre ellos
a Ricardo Álvarez, a quien se asocia con el escandaloso descalabro del
Instituto Hondureño de Seguridad Social, donde la malversación de
fondos supera los 200 millones de dólares. Esta persecución que en
definitiva lleva también como propósito destruir a Álvarez como posible
candidato presidencial del Partido de Gobierno, crea una fisura entre
golpistas, al extremo de que en las últimas semanas, al menos una vez,
funcionarios del gobierno acusaron del incontrolable endeudamiento a
Roberto Micheletti, payaso de triste recordación para Latinoamérica en
su papel de seudo dictador.
Quizá otro factor importante a
considerar es que, contrario a Ricardo Álvarez, hijo de una larga
tradición conservadora de extrema derecha, afiliada al Partido
Nacional, Juan Orlando Hernández, es un proyecto político sostenido por
el expresidente Carlos Roberto Flores Facussé, quien más que un
político del Partido Liberal de Honduras, es “el hombre” de estados
Unidos en el país, por lo que queda clara la mano del que mueve los
hilos, y que ahora ve como su parto fraudulento hecho presidente,
destruye al hombre más afín a la oligarquía tradicional.
Aunque
Ricardo Álvarez no es un individuo de muchas luces, con poca cultura y
menos capacidad de argumentar, el representa fuertes intereses que
hasta la fecha han sido relegados de la repartición; así como el
bipartidismo en la forma en que se conoció hasta ahora. En cambio
Hernández, con el apoyo abierto de Flores Facussé, apuntan a destruir
lo rancio, tradicional de los dos partidos de la atrasada y brutal
derecha hondureña.
No es extraño entonces, que Álvarez asegure
que existe una guerra entre “los de arriba”. Y que además, ponga al
desnudo el carácter criminal y pendenciero del actual gobierno.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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