En el aniversario de su muerte
Barómetro Internacional
A 119 años de la Caída en Combate del
Apóstol cubano. El sábado 18 de mayo de 1895, en el campamento de Dos
Ríos, escribía Martí a su amigo, el mexicano Manuel Mercado, lo que más
tarde se tomaría como su Testamento Político: su visión respecto a las
intenciones yanquis para con Cuba y el resto de Latinoamérica.
Decía Martí en su carta:
(…) “Ya puedo escribir; ya estoy todos
los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, de
impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. Viví en
el monstruo, y le conozco las entrañas. Y mi honda es la de David”.
En la mañana del domingo 19 de mayo de
1895, daría Martí su único discurso ante las tropas rebeldes, discurso
en el que culminaría diciendo: “¡Por Cuba yo me dejo hasta clavar en la
cruz!”.
En la tarde de ese día Martí, a cuyo
lado cabalgaba un ayudante del cual nunca supo su nombre, caía revólver
en mano bajo una cerrada descarga de fusilería. Su ayudante se llamaba
Ángel de la Guardia. Nada pudo hacer por él.
En 1891 Martí participaría, como Cónsul
de las repúblicas de Uruguay, Paraguay y Argentina, en la Conferencia
Monetaria Internacional organizada por el gobierno de los Estados
Unidos, que intentaba imponer un segundo patrón monetario, el patrón
plata, metal sobre el cual tenían un gran dominio.
José Martí supo ver los perjuicios que
provocaría el proyecto yanqui a las repúblicas latinoamericanas, y se
opuso a ello vehementemente, logrando echar por tierra las pretensiones
norteamericanas. Decía Martí en su informe sobre la “Conferencia
Monetaria de las Repúblicas de América”, acerca de los Estados Unidos:
“Creen en el derecho bárbaro como único
derecho. Creen en la superioridad incontrastable de la raza anglosajona
contra la raza latina. Creen en la bajeza de la raza negra, que
esclavizaron ayer y vejan hoy. Creen que los pueblos de Hispanoamérica
están formados, principalmente de indios y negros.
Mientras no sepan más de Hispanoamérica
los Estados Unidos y la respeten más. ¿Pueden los Estados Unidos
convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para
Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica
con los Estados Unidos?
Quien dice unión económica dice unión
política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay
que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad.”
En enero de ese mismo año 1891, José
Martí publicaría en México su famoso ensayo “Nuestra América”, que en
sus primeros párrafos dice:
“Cree el aldeano vanidoso que el mundo
entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique
al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros,
ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que
llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de
la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido
engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar.
Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con
las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las
armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más
que trincheras de piedra.
No hay proa que taje una nube de ideas.
Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la
bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los
pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como
quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos
celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que
le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una
las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron,
con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del
hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no
quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al
hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto
por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el
aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la
acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades;
¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las
siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de
andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”
Muchos años después, en el 2010, aquella
idea de Martí comenzaba a hacerse realidad. A propuesta del comandante
Hugo Chávez Frías, presidente entonces de la República Bolivariana de
Venezuela, se fundaba, libre de la tutela yanqui, por el bien de las
naciones hispanoamericanas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños, la CELAC.
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