La extrema derecha termina el zarpazo iniciado en marzo; la izquierda avanza
La
extrema derecha colombiana confirmó este domingo 25 de mayo el zarpazo
que había iniciado con los resultados del pasado 9 de marzo en los
comicios parlamentarios, en los que uribistas y conservadores
obtuvieron una alta representación en el Congreso y configuraron lo que
denominamos en aquella ocasión un país derechizado. (Ver PARÉNTESIS No.
42).
En la primera vuelta presidencial, Óscar Iván Zuluaga, es
decir Álvaro Uribe en cuerpo ajeno, y Martha Lucía Ramírez, quienes
rechazan el proceso de diálogo de La Habana entre las Farc-EP y el
Gobierno Nacional, alcanzaron el 44,83% del total de la votación,
caracterizada de todas formas por una muy elevada abstención del 60%.
La Unidad Nacional del presidente candidato Juan Manuel Santos (Partido
de la U, Partido Liberal y Cambio Radical) estuvo por debajo de Zuluaga
en algo más de 465.000 votos, esto es el 3,63% menos.
Sin
duda, en departamentos de altos niveles de lucha durante los paros
agrarios del año 2013 (como Huila, Tolima, Boyacá, Caquetá y
Santanderes) hubo un castigo para la votación de Santos.
La
izquierda, representada en la alianza del Polo Democrático y la Unión
Patriótica, creció sustancialmente en esta oportunidad si se compara su
participación con la realizada en las elecciones de Congreso, pues este
domingo llegó casi a los dos millones de votos, a un muy escaso margen
de la tercera posición, que ocupó la conservadora Martha Lucía Ramírez.
Clara López dio un gran salto con la llegada de Aída Avella y
la Unión Patriótica a la campaña del Polo Democrático, y triplicó la
votación con relación a la obtenida por el PDA para el Senado el 9 de
marzo, que fue de 541.000, frente a 1.956.000 de ayer.
En el
Valle del Cauca, la dupla López-Avella ganó en el municipio de Florida,
fue segunda en Cali, Buenaventura, Palmira, Yumbo y Candelaria, y
tercera en Jamundí, esto es, varios de los más importantes municipios
del departamento, en el que su votación general fue la segunda, después
de la de Santos.
Peñalosa a duras penas superó el millón de
votos, como consecuencia de una campaña sin propuestas diferenciadoras.
El voto en blanco creció y se ubicó en el 6%.
El mapa final
de los comicios muestra una periferia (costas Atlántica y Pacífica y
sur del país) con mayoría del santismo, en tanto que el centro y el
oriente deja ganando al uribismo (Zuluaga). Una evidente polarización
entre la derecha y la extrema derecha, característica de todo el
proceso político del presente año. (Ver el mapa anexo).
Lo que viene
Sin la menor duda, lo que sigue ahora es el desarrollo de esa
polarización registrada en la última fase de la campaña, en el fondo de
la cual están el futuro de los acuerdos de paz a los que se pueda
llegar en La Habana y, además, la posibilidad de una apertura
democrática.
El uribismo es abiertamente enemigo del proceso
de paz en marcha, es partidario de clausurar los diálogos y de la
prolongación de una guerra que ha desangrado al país a lo largo de más
de 60 años.
Zuluaga es simplemente el alto parlante del
nefasto ex presidente Álvaro Uribe, acompañado de una amplia gama de
elementos de la extrema derecha militarista y proclive al
paramilitarismo.
Santos hizo parte del gobierno de Uribe,
compartió hasta el inicio de su mandato en 2010 sus estrategias de la
llamada seguridad democrática, fue artífice también de los criminales
falsos positivos, pero, sin embargo, apostó por el diálogo con las
Farc-EP y la apertura de un proceso de paz, al tiempo que recompuso las
relaciones con la República Bolivariana de Venezuela.
Es
claro que de retornar el uribismo recalcitrante y guerrerista al
Gobierno, se desmoronaría el proceso de paz y se daría al traste con
todo lo alcanzado hasta hoy en los diálogos de La Habana, donde ha
habido avances sustanciales en tres de los cinco puntos fundamentales
de la Agenda de Conversaciones.
Lo anterior pone a las
fuerzas sociales y políticas de izquierda ante la contradictoria y
paradójica circunstancia de decidir entre mantenerse al margen de la
campaña de la segunda vuelta presidencial, o participar en ella, como
ya lo definió un sector del petrismo, en respaldo de Santos, quien
garantizaría la continuidad de los diálogos por la paz, pero frente al
cual las fuerzas alternativas tienen enormes cuestionamientos, no solo
por lo que hizo durante el gobierno de Uribe, sino por su falta de
solución a las exigencias de campesinos y sectores populares en las
intensas luchas sociales de 2013.
Además, sus políticas
sociales y económicas han recibido los mayores rechazos y
movilizaciones de repudio a lo largo de los últimos años. En el Polo
Democrático y otras fuerzas seguramente se librará un debate muy
crítico, pues hay allí sectores abiertamente contrarios a cualquier
acuerdo con el santismo, así sea con base en un acuerdo programático
que, de verdad, arrebate reivindicaciones de fondo al Gobierno.
¿Alianzas?
Lo más seguro es que la mayor parte del caudal del Partido Conservador
que respaldó a Martha Lucía Ramírez, uribista de vieja data, ex
ministra de Defensa servil del militarismo gringo y goda por
convicción, vaya dar a las huestes del ‘Zorrillo’.
Entre
tanto, de la posición de Peñalosa, siempre ambivalente, y de la de
muchos de sus seguidores, que le apuestan a la “antipolítica” de todos
los colores, no hay seguridad, aunque podría pensarse que son más
afines a las posturas de Presidente candidato.
Ayer mismo,
Santos hizo un llamado a Martha Lucía Ramírez, a Clara López y a
Enrique Peñalosa para que lo acompañen. “La segunda vuelta será entre
quienes quieren el fin de la guerra y los que quieren una guerra sin
fin”, dijo el Presidente ante un auditorio que gritaba “si se puede, si
se puede” y frene al cual remató afirmando: “Vamos a escoger entre el
miedo y la esperanza, entre los que quieren guerra con los vecinos, y
los que preferimos buenas relaciones”.
Y añadió: “Los
convoco a que se unan por esta cruzada por la paz, les digo desde aquí
con afecto y reconocimiento: ustedes han hecho propuestas muy
importantes que podemos hacer reales en cuatro años. Les pido que nos
acompañen en la lucha contra la pobreza, contra la guerra, contra el
pesimismo. Convoco a todos los colombianos a la unidad para la paz”.
Mientras tanto, Zuluaga, en una intervención que parecía más una
alocución presidencial que la intervención de un candidato ganador solo
de una etapa de la campaña, volvió a atacar el proceso de diálogo, y
guardó silencio sobre su conspiración contra la paz en connivencia con
el ciberespía Andrés Sepúlveda.
El pueblo colombiano
enfrenta hoy la amenaza del regreso en mayor escala de los crímenes de
Estado, de más persecución contra la oposición, de más falsos positivos
y más aislamiento internacional, a todo lo cual está dispuesto el
candidato Zuluaga, movido por los hilos de Uribe. Pero además, se
enfrenta también al retorno del autoritarismo más agudo y
antidemocrático liderado por el hombre de la “Z”.
Así, las
fuerzas alternativas se encuentran ante definiciones sustanciales que
requerirán del mayor nivel de escrutinio y de identificación científica
del momento histórico, en el que está en juego el futuro de la paz,
amenazada por los guerreristas. El debate en la izquierda y en el campo
social se inicia hoy mismo, y urge de serenidad, altura y madurez.
La experiencia de la izquierda francesa en 2002, cuando tuvo que
decidir entre la derecha de Jacques Chirac y la ultraderecha de
Jean-Mari Le Pen, se asoma en este 2014 para la izquierda y las fuerzas
alternativas colombianas.
(*) Luis Alfonso Mena S. es Director del periódico PARÉNTESIS, de Cali, Colombia
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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