Los
diálogos que tienen lugar entre gobierno y oposición en Venezuela, son
calificados por James Petras como un acto de conciliación de clases,
pero no por ello el teórico marxista estadounidense ha retirado su
apoyo al gobierno que encabeza Nicolás Maduro. Por el contrario,
considera que los dirigentes venezolanos deben tomar en cuenta que es
preciso derrotar el fascismo antes de que sea tarde. El apoyo a los
gobiernos progresistas en este continente, hay que asumirlo como un
deber de conciencia, no como un acto de pragmatismo. Por tanto, no se
puede renunciar a plantear la necesidad de profundizar los cambios y
estimular el avance político en sentido general.
Poner entre comillas el apoyo al gobierno constitucional de Venezuela, es condicionar a lo imposible el rechazo a las acciones de los sectores retrógrados de ese país, y eso es inaceptable.
El predominio de la ultraderecha
"No me pide, porque él tiene la inteligencia de no pedir lo que no le van a dar", declaró el presidente de Uruguay, José Mujica, al término de la reciente reunión con su homólogo estadounidense. No dijo (en ese contexto) que, cuando el poder estadounidense se abstiene de pedir, diseña planes para arrebatar.
La consecuencia inmediata de la acción de la ultraderecha en América Latina es la mediatización en las posiciones de izquierda y el condicionamiento en el ejercicio de los gobiernos progresistas.
Es posible citar variados ejemplos, como la calificación de Rafael Correa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, pero, en su reciente viaje a Estados Unidos, el mismo Mujica presenta como iniciativa propia el estímulo a la inversión extranjera en Uruguay y destaca que, por esta actitud, ha recibido críticas de figuras de su entorno político.
La velocidad con que se producen los cambios en la estructura de consumo, obliga, en cada entorno nacional, a aumentar la producción de bienes de consumo y la disponibilidad de determinados servicios.
Conocer esta realidad, es imprescindible para todo gobernante, pero conocerla auténticamente, tomando en cuenta todos y cada uno de sus componentes.
Sobre la producción, Carlos Marx dice: “A saber, toda forma de producción engendra sus propias instituciones jurídicas, su propia forma de gobierno, etc. La rusticidad e incomprensión consisten precisamente en no relacionar sino fortuitamente fenómenos que constituyen un todo orgánico, en ligarlos a través de un nexo meramente reflexivo”. (Pág. 8, edición del año 2007. Editorial Siglo XXI).
Llamar la atención en este sentido, corresponde a los sectores conscientes, revolucionarios y progresistas. La derecha asume, de más en más, posiciones de ultraderecha, y, por su misma naturaleza, está ocupada en abortar todo proceso de avance político en América Latina y en otras partes del mundo.
“Todos los estadios de la producción, advierte Marx tras señalar que el capitalismo también usa la fuerza, tienen caracteres comunes que el pensamiento fija como determinaciones generales, pero las llamadas condiciones generales de toda producción no son más que esos momentos abstractos que no permiten comprender ningún nivel histórico concreto de la producción”.
La distribución
Los gobernantes que se asumen como aliados de la derecha, han pretendido excluir de toda discusión el tema de la distribución.
En República Dominicana, Leonel Fernández (hay que citarlo, porque es el jefe del sistema político en la actualidad) destacó siempre las cifras del crecimiento económico sin referirse siquiera al progresivo deterioro en el salario real.
En la Fundación Global, invitado por Leonel Fernández, Felipe González (el desacreditado exgobernante español), en una pretendida crítica a los pensadores de la izquierda, definió a los izquierdistas como quienes pretenden distribuir la riqueza que no se ha producido.
Es notorio, sin embargo, que la ultraderecha toma acción sobre la producción y el consumo cuando entiende urgente frenar proyectos de redistribución del ingreso y la riqueza, es decir, cuando entiende que el avance político amenaza sus privilegios.
No es criticable que Mújica, Rafael Correa o cualquier presidente progresista, asuma como prioritario el aumento en la producción, pero la acción política es preciso dirigirla a la economía en todos sus aspectos. Y toda medida táctica debe ir dirigida a crear las condiciones para desmontar la sociedad de clases, no a apuntalar los elementos creados para eternizarla.
Tiene vigencia lo dicho por Marx:
“Producción, distribución, cambio y consumo forman así un silogismo con todas las reglas: la producción es el término universal; la distribución y el cambio son el término particular; y el consumo es el término singular con el cual el todo se completa. En esto hay sin duda un encadenamiento, pero no es superficial. La producción está determinada por leyes generales de la naturaleza; la distribución resulta de la contingencia social y por ello puede ejercer sobre la producción una acción más o menos estimulante; el cambio se sitúa entre las dos como un movimiento formalmente social, y el acto final del consumo, que es concebido no solamente como término, sino también como objetivo final, se sitúa a decir verdad fuera de la economía, salvo cuando a su vez reacciona sobre el punto de partida e inaugura nuevamente un proceso”. (Op. Cit. Pág. 9).
En alianza con el gran capital y en amistosa convivencia con Barack Obama, no es preciso, pues, lograr una economía que produzca y distribuya.
Los elogios que, en términos diplomáticos y a favor de su propia imagen política, Barack Obama dirige a Pepe Mujica, y el intercambio de docentes de inglés y de informática entre Estados Unidos y Uruguay, no implican una renuncia del poder estadounidense a frenar el avance político en Uruguay (y ni siquiera a dirigir alguna acción contra el propio Mujica, como nunca dejó de ocurrir en el caso de Hugo Chávez). Aunque los representantes del poder imperialista utilicen palabras hermosas, la naturaleza del imperialismo no ha cambiado. El imperialismo es violador consuetudinario de acuerdos y transgresor de normas elementales.
La acción política del Gobierno de Uruguay tiene que ir dirigida, por tanto, a preservar y profundizar las conquistas sociales y a priorizar los objetivos básicos en cada coyuntura.
El apoyo a los gobiernos de izquierda en América Latina (incluyendo los de tendencia más moderada), tiene que resultar de la identificación con los sectores mayoritarios de la población, y es preciso dirigirlo a la búsqueda de la justicia y la equidad, que es lucha permanente contra el gran capital y contra la oligarquía petrolera, armamentista y saqueadora que coloca presidentes en las grandes potencias en general y en Estados Unidos en particular… La misma que colocó a Obama y le puso al lado al estratega guerrerista Joe Biden.
Al capítulo de la lucha de clases, no se le puede colocar el punto final mientras exista la sociedad de clases.
Poner entre comillas el apoyo al gobierno constitucional de Venezuela, es condicionar a lo imposible el rechazo a las acciones de los sectores retrógrados de ese país, y eso es inaceptable.
El predominio de la ultraderecha
"No me pide, porque él tiene la inteligencia de no pedir lo que no le van a dar", declaró el presidente de Uruguay, José Mujica, al término de la reciente reunión con su homólogo estadounidense. No dijo (en ese contexto) que, cuando el poder estadounidense se abstiene de pedir, diseña planes para arrebatar.
La consecuencia inmediata de la acción de la ultraderecha en América Latina es la mediatización en las posiciones de izquierda y el condicionamiento en el ejercicio de los gobiernos progresistas.
Es posible citar variados ejemplos, como la calificación de Rafael Correa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, pero, en su reciente viaje a Estados Unidos, el mismo Mujica presenta como iniciativa propia el estímulo a la inversión extranjera en Uruguay y destaca que, por esta actitud, ha recibido críticas de figuras de su entorno político.
La velocidad con que se producen los cambios en la estructura de consumo, obliga, en cada entorno nacional, a aumentar la producción de bienes de consumo y la disponibilidad de determinados servicios.
Conocer esta realidad, es imprescindible para todo gobernante, pero conocerla auténticamente, tomando en cuenta todos y cada uno de sus componentes.
Sobre la producción, Carlos Marx dice: “A saber, toda forma de producción engendra sus propias instituciones jurídicas, su propia forma de gobierno, etc. La rusticidad e incomprensión consisten precisamente en no relacionar sino fortuitamente fenómenos que constituyen un todo orgánico, en ligarlos a través de un nexo meramente reflexivo”. (Pág. 8, edición del año 2007. Editorial Siglo XXI).
Llamar la atención en este sentido, corresponde a los sectores conscientes, revolucionarios y progresistas. La derecha asume, de más en más, posiciones de ultraderecha, y, por su misma naturaleza, está ocupada en abortar todo proceso de avance político en América Latina y en otras partes del mundo.
“Todos los estadios de la producción, advierte Marx tras señalar que el capitalismo también usa la fuerza, tienen caracteres comunes que el pensamiento fija como determinaciones generales, pero las llamadas condiciones generales de toda producción no son más que esos momentos abstractos que no permiten comprender ningún nivel histórico concreto de la producción”.
La distribución
Los gobernantes que se asumen como aliados de la derecha, han pretendido excluir de toda discusión el tema de la distribución.
En República Dominicana, Leonel Fernández (hay que citarlo, porque es el jefe del sistema político en la actualidad) destacó siempre las cifras del crecimiento económico sin referirse siquiera al progresivo deterioro en el salario real.
En la Fundación Global, invitado por Leonel Fernández, Felipe González (el desacreditado exgobernante español), en una pretendida crítica a los pensadores de la izquierda, definió a los izquierdistas como quienes pretenden distribuir la riqueza que no se ha producido.
Es notorio, sin embargo, que la ultraderecha toma acción sobre la producción y el consumo cuando entiende urgente frenar proyectos de redistribución del ingreso y la riqueza, es decir, cuando entiende que el avance político amenaza sus privilegios.
No es criticable que Mújica, Rafael Correa o cualquier presidente progresista, asuma como prioritario el aumento en la producción, pero la acción política es preciso dirigirla a la economía en todos sus aspectos. Y toda medida táctica debe ir dirigida a crear las condiciones para desmontar la sociedad de clases, no a apuntalar los elementos creados para eternizarla.
Tiene vigencia lo dicho por Marx:
“Producción, distribución, cambio y consumo forman así un silogismo con todas las reglas: la producción es el término universal; la distribución y el cambio son el término particular; y el consumo es el término singular con el cual el todo se completa. En esto hay sin duda un encadenamiento, pero no es superficial. La producción está determinada por leyes generales de la naturaleza; la distribución resulta de la contingencia social y por ello puede ejercer sobre la producción una acción más o menos estimulante; el cambio se sitúa entre las dos como un movimiento formalmente social, y el acto final del consumo, que es concebido no solamente como término, sino también como objetivo final, se sitúa a decir verdad fuera de la economía, salvo cuando a su vez reacciona sobre el punto de partida e inaugura nuevamente un proceso”. (Op. Cit. Pág. 9).
En alianza con el gran capital y en amistosa convivencia con Barack Obama, no es preciso, pues, lograr una economía que produzca y distribuya.
Los elogios que, en términos diplomáticos y a favor de su propia imagen política, Barack Obama dirige a Pepe Mujica, y el intercambio de docentes de inglés y de informática entre Estados Unidos y Uruguay, no implican una renuncia del poder estadounidense a frenar el avance político en Uruguay (y ni siquiera a dirigir alguna acción contra el propio Mujica, como nunca dejó de ocurrir en el caso de Hugo Chávez). Aunque los representantes del poder imperialista utilicen palabras hermosas, la naturaleza del imperialismo no ha cambiado. El imperialismo es violador consuetudinario de acuerdos y transgresor de normas elementales.
La acción política del Gobierno de Uruguay tiene que ir dirigida, por tanto, a preservar y profundizar las conquistas sociales y a priorizar los objetivos básicos en cada coyuntura.
El apoyo a los gobiernos de izquierda en América Latina (incluyendo los de tendencia más moderada), tiene que resultar de la identificación con los sectores mayoritarios de la población, y es preciso dirigirlo a la búsqueda de la justicia y la equidad, que es lucha permanente contra el gran capital y contra la oligarquía petrolera, armamentista y saqueadora que coloca presidentes en las grandes potencias en general y en Estados Unidos en particular… La misma que colocó a Obama y le puso al lado al estratega guerrerista Joe Biden.
Al capítulo de la lucha de clases, no se le puede colocar el punto final mientras exista la sociedad de clases.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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