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viernes, 21 de octubre de 2011

Elecciones argentinas: prueba de fuego para todos.

Por Roberto Molina, enviado especial
Buenos Aires, 21 oct (PL) La popularidad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para ser reelecta en los comicios del domingo constituye una conquista proveniente más de los éxitos del gobierno que de la mediocridad de sus opositores.

Eso reflejan los datos de los diferentes sondeos de opinión en todo el país, que con algunas ligeras variaciones la dan como segura vencedora por la alianza Frente para la Victoria (FPV) en una primera vuelta, con cifras que van de más del 55 a un 49,1 de los votos.

Si bien no es exorbitante ese respaldo, lo que da la verdadera dimensión de su ventaja sobre los opositores es precisamente el holgado margen que la separa de ellos.

Su más cercano rival, el socialista Hermes Binner, de la coalición Frente Amplio Progresista (FAP), no sobrepasa en ninguna de las cuatro principales encuestas el 17 por ciento de las intenciones.

El tercer puesto se lo disputan el peronista Alberto Rodríguez Saá (Compromiso Federal) y el radical Ricardo Alfonsín (Unión para el Desarrollo Social), con indicadores de entre el 10 y el 13 por ciento, aunque aquí lo inédito es la caída en picada del radicalismo, considerada durante años la segunda fuerza política del país y que en la actual contienda podía terminar en la cuarta posición.

La otra facción del peronismo (además de las de Fernández de Kirchner y Rodríguez Saá) la encabeza el expresidente Eduardo Duhalde, que se mueve entre el cuarto y el quinto lugar.

En tanto, la siempre estridente y apocalítica Elisa Carrió (Coalición Cívica) se ubica en un alejado sexto lugar con hasta un cuatro por ciento como máximo, y podría ser superada por Jorge Altamira, candidato de la atomizada izquierda argentina.

Un buen indicador de la calidad de la oposición, que se dedicó a denostar la gestión de la mandataria en lugar de formular sus propias políticas, lo arroja uno de los sondeos en el cual el 63,5 por ciento de los interrogados respondieron que no posee un programa alternativo de gobierno contra un 22,9 que opina lo contrario.

En cuanto a cómo se vislumbra el futuro del país para el 2012, el 40,9 por ciento opina que se mantendrá igual y el 34,3 piensa que mejorará, mientras los excépticos comprenden un 18,3 por ciento.

En lo referente a la situación personal, sólo un 6,7 por ciento opina que empeorará, contra el 42,0 que cree mejorará y un 46,4 que seguirá igual.

Los críticos de la mandataria en la oposición van desde quienes nada bueno encuentran en su modelo de conducción hasta los que reconocen algunos avances, pero creen que se pudo hacer mucho más con los recursos de que dispone el país.

En eso pueden tener razón, pero los sectores menos favorecidos de la sociedad cuentan, y ellos opinan que la asignación universal por hijos, el aumento de pensiones a los jubilados, la estabilidad frente a la crisis económica mundial y la recuperacion del papel social del estado, entre otros, han sido pasos positivos de mucho impacto.

La incapacidad (o imposibilidad) de sus rivales de opacar esas realidades y ofrecer algo mejor para obtener el respaldo popular son los elementos que volcaron la balanza hacia la preferencia de los electores por una nueva oportunidad a la presidenta ante sus reiteradas promesas de profundizar el modelo.

De eso se trata, por lo que si no logra satisfacer las expectativas de la gran mayoría de los 40 millones de argentinos, el futuro de la fuerza política que representa podría ser poco halagüeño.

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