Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

martes, 31 de marzo de 2020

«La pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global»

Fuentes: El Mostrador

Para el pensador estadounidense –quien aprovechó el aislamiento en que se encuentra para responder preguntas a El Mostrador– «la situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla».
La evidencia científica apunta a que la aparición del COVID-19 no fue de modo alguno imprevisible. De hecho, en un artículo publicado el pasado lunes en El Mostrador, la Sociedad de Microbiología de Chile sentenciaba en forma preocupante que “tal como lo hemos visto incluso en estos días, las decisiones sobre la pandemia de SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, son en muchos casos basadas en criterios políticos y económicos, más que en la evidencia científica”.
Basado en estas evidencias, Noam Chomsky estima que la aparición del COVID-19 se pudo prever, pero que, dado el modelo económico, era difícil que los recursos públicos fueran destinados a escenarios de prevención hipotéticos.
El intelectual, quien no requiere de mayor presentación, respondió desde su lugar de aislamiento a este cuestionario de El Mostrador sobre la pandemia que desafía a la humanidad.
-¿Cómo está profesor?
Personalmente bien. Aislado.
-La situación se reveló más seria de lo que en un principio el gobierno de Trump previó. 
La reacción de la administración Trump ha sido un desastre: negación, confusión, pérdida de tiempo. Por ahora, Estados Unidos es el único país importante que ni siquiera puede proporcionar información precisa a la Organización Mundial de la Salud. El gobierno finalmente está dando algunos pasos: demasiado tarde, demasiado limitado.
-De pronto pasamos de lidiar con la emergencia climática y la amenaza nuclear a una pandemia devastadora. ¿Era previsible de alguna forma?
Se ha esperado durante algún tiempo, se estimaba que otra pandemia estaba en camino, tal vez causada por un coronavirus similar al SARS. Las compañías farmacéuticas no tenían interés en la preparación de antídotos. Sin ganancia inmediata. Por otro lado, las iniciativas gubernamentales han sido bloqueadas sistemáticamente por la doctrina neoliberal imperante, que autoriza al Estado a proporcionar subsidios a las corporaciones y rescatarlas de los problemas, pero no interferir con su control del mercado, incluyendo el farmacéutico.
-¿A qué responde la situación que enfrentamos?
Como mencioné, la pandemia es otro caso de la falla masiva del mercado, como el calentamiento global. Para las compañías farmacéuticas privadas, las señales del mercado eran claras: no desperdicies recursos en la preparación anticipada para una pandemia. El gobierno podría haber intervenido, como en Corea del Sur, pero eso entra en conflicto con la ideología neoliberal; interferiría con los sagrados derechos del poder privado concentrado. El papel del gobierno es subsidiar y proporcionar derechos de patentes exorbitantes, asegurando ganancias colosales. Pero no interferir con las prerrogativas de privilegio y riqueza.
-Trump y Bolsonaro pasaron de decir que era una invención de los medios de comunicación a tomarlo con cierta seriedad.
Mucho de lo que ha pasado globalmente, se debe a ese enfoque de reaccionar tardíamente.
-Esta crisis ha expuesto el verdadero estado de los sistemas de salud pública, que no están pasando la prueba
Muy cierto. También demuestra cómo han sido debilitados por los programas neoliberales de la generación pasada.
-La crisis pandémica a su vez provocará una crisis económica, que evoca la crisis subprime o incluso la de 1929, ¿cuál es su apreciación?
La situación es, por supuesto, muy grave, principalmente para el sur global y los sectores más vulnerables en Occidente. Del mismo modo que la pandemia podría haberse evitado, y en algunos países asiáticos parece haberse contenido en gran medida, la crisis económica puede mitigarse y evitar que se vuelva catastrófica. No es necesario repetir los errores de 1929 o de 2008. La crisis pone de manifiesto profundos defectos en los modelos económicos imperantes, defectos que pronto provocarán crisis mucho peores, a menos que se tomen medidas importantes para evitarlos. Por terrible que sea la crisis del coronavirus, habrá recuperación. No habrá recuperación del calentamiento global si no se controla.

Estados Unidos frente a la pandemia

Editorial La Jornada


En momentos en que el número de infectados de coronavirus en Estados Unidos supera 121 mil y los decesos suman más de 2 mil, el presidente de ese país, Donald Trump, expresó ayer que su gobierno espera que en dos semanas se registre el máximo nivel en la tasa de letalidad de esta enfermedad –hacia el 12 de abril– y anunció la extensión de las medidas de contención de la pandemia hasta el último día de ese mes, aunque calificó de innecesario decretar la cuarentena en los estados de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut.
En tanto, el epidemiólogo Anthony Fauci, quien encabeza el grupo oficial de expertos a cargo de la estrategia contra la epidemia en la Casa Blanca, previó que el país más poderoso del mundo puede sufrir entre 100 mil y 200 mil fallecimientos, mientras autoridades sanitarias anunciaron ayer que en una semana más estará listo un nuevo sistema portátil de pruebas de coronavirus capaz de dar resultados en un breve lapso –entre cinco y 13 minutos– y la empresa farmacéutica que los produce ofreció entregar en lo inmediato 50 mil unidades diarias y 5 millones de reactivos mensuales en el mediano plazo.
El gobierno distribuirá entre la mayoría de los ciudadanos cientos de miles de millones de dólares en ayudas de urgencia para enfrentar los efectos económicos de la crisis, en sumas que van de mil 200 a 3 mil 400 dólares por hogar, dependiendo de la escala de ingresos y el número de integrantes.
No obstante su formidable músculo financiero y su vasta capacidad científica, en esta crisis sanitaria global Estados Unidos enfrenta una dificultad común a todos los países: la escasez de insumos médicos tan elementales como cubrebocas, mascarillas de alta eficiencia, guantes y batas.
En el caso de la superpotencia, el problema no es el dinero, sino las existencias insuficientes de tales productos y los obstáculos para incrementar su producción en un corto tiempo. En tales circunstancias, la competencia por adquirir grandes cantidades de esos insumos entre múltiples entidades públicas y privadas, tanto federales como estatales y locales, ha derivado en una intensa especulación y en incrementos desmedidos de precios.
Este fenómeno pone de relieve una de las mayores debilidades estructurales del país vecino en materia sanitaria: la ausencia de una estructura de salud centralizada, capaz de planificar, programar y  distribuir materiales hospitalarios y, más grave aún, de ofrecer servicios médicos estandarizados a la población.
En suma, en Estados Unidos la epidemia causada por el coronavirus ha puesto de manifiesto la improcedencia de dejar la salud a merced del libre mercado y la necesidad de que el Estado asuma su responsabilidad básica en esta materia, lo que hasta ahora es una asignatura pendiente para la superpotencia.

American curios ; Peste y primavera



Foto
▲ Residentes de South Orange y Maplewood, en Nueva Jersey, se han unido para elaborar equipos de protección, como mascarillas y protectores faciales, con el fin de ayudar a los trabajadores sanitarios del área en la lucha contra el coronavirus.Foto Afp
La peste no es sólo el coronavirus, sino el manejo criminal y negligente de la crisis por casi toda la clase política. Está más que documentado que se sabía de las posibilidades terribles de una pandemia como ésta y la cúpula política no dijo ni hizo lo debido. El régimen estadunidense –en los hechos, por los números innecesarios de gente contagiada, personas que mueren– ahora compite con el coronavirus sobre cuál es más peligroso para la salud pública.
Ante la irresponsabilidad del régimen y gran parte de la cúpula política en torno al desastre que estamos viviendo en Estados Unidos, el temor –a veces nutrido por algunos medios cubriendo esta nota roja masiva con un tinte amarillista– se vuelve más contagioso que el coronavirus.
Por las cuarentenas parciales, cunde un silencio ensordecedor en grandes urbes sólo interrumpido por las sirenas de cada vez más ambulancias mientras la gente comparte historias de horror pero también de heroísmo, sobre todo el de los trabajadores de salud que intentan hacer todo para rescatarnos de esta peste.
No respiren, no toquen, el que está al lado puede ser mensajero de la muerte, esperen instrucciones de las autoridades; no se muevan, no se muevan. Ese es el mensaje oficial incesante.
Pero rompiendo esta inercia decretada, esta condición diaria donde uno –si no está capacitado en atender y salvar vidas– está condenado a ser testigo o víctima de todo esto, algo reaparece con la primavera.
Iniciativas de ayuda mutua –concepto de origen anarquista (Kropotkin, entre otros) después mezclado con corrientes cristianas radicales e indigenas donde el apoyo esta organizando horizontalmente para beneficiar a todos los participantes– están brotando en diversas esquinas del país, y con ello florece esa solidaridad que suele aparecer ante actos catastróficos para una sociedad. Son respuestas colectivas basadas en la lección básica de esta pandemia; lo que hacen todos y cada quien afecta a todos los demás.
Con ello, se han organizado brigadas para hacer compras colectivas y distribuir a la comunidad desde alimentos básicos hasta medicinas a organizar transporte y alojamiento. Esas redes, en gran medida son organizadas por jóvenes con sus talentos digitales, en comunidades pobres en Nueva York, Chicago, Los Angeles, Salt Lake City, Washington DC, Nashville, Las Vegas, Cleveland entre decenas y pronto cientos mas (https://docs.google.com/spreadsheets/ d/e/2PACX-1vRks16AM9mtiFCC dEJmckD9IszC7rHkvfRj6xxspMB4BBB8n_SiUsHCfbHb DCixmvNGTSPm7PEii2nP/pubhtml# ; https://mutualaiddisasterrelief.org).
Muchas de estas agrupaciones son recién nacidas ante este desastre, pero otras son más antiguas con largas historias de autogestión autónoma que ahora están respondiendo a una crisis más, y además de promover apoyo mutuo dentro y entre comunidades.
Como se comentó en un foro virtual esta semana en el Highlander Center por participantes en este tipo de esfuerzos tanto de ahora como en el pasado, el concepto se basa en solidaridad, no caridad, ya que la caridad rescata justo las estructuras que contribuyeron al desastre en lugar de transformarlas para que no se repita este tipo de crisis. Se rechaza la idea de que los expertos, que suelen estar o llegar de fuera, son los que tienen que resolver la situación sino que los problemas y sus soluciones tienen que ser definidos por los directamente afectados. Otra participante señaló que se tiene que rechazar hasta el nombre de la medida oficial de distanciamiento social, insistiendo que lo que se tiene que hacer es guardar una distancia física, pero mantener sobre todo la solidaridad social. Afirmaron que el objetivo es pensar en cómo construir una infraestructura de cuidado comunitario frente a un sistema capitalista que sólo le interesa rescatar sus intereses en una crisis como ésta.
No son una vacuna, pero estas respuestas –junto con la cada vez más esplendorosa gama de expresiones solidarias por artistas y otros trabajadores culturales en estos momentos– son los antídotos vitales, invitaciones a una primavera.

Autopsia de la vulnerabilidad sistémica de la globalización capitalista

                 El coronavirus como analizador
Fuentes: Bouamamas (blog)

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Existen los avatares y existe la vulnerabilidad que lleva a las catástrofes. La confusión entre ambas cuestiones es una de las características esenciales del discurso oficial del gobierno francés (y de otros muchos gobiernos). No es de extrañar esta confusión voluntaria cuya función es ocultar y hacer desaparecer la segunda que, en efecto, cumple la función de analizadora de las contradicciones de un sistema social, de reveladora de la realidad que la ideología dominante oculta o deforma habitualmente y de espejo de aumento de unas desigualdades y dominaciones que la caracterizan. Efectivamente, el hecho de centrarse voluntariamente en la dimensión de “catástrofe” difumina unas imágenes de imprevisibilidad, de incertidumbre, de ausencia de responsabilidad humana, etc. El hecho de centrarse en la vulnerabilidad cuestiona las causas económicas y sociales de una situación, las verdaderas razones del conjunto de las consecuencias de una catástrofe y los intereses económicos que han provocado esta vulnerabilidad. ¿Qué nos revela la pandemia sobre la vulnerabilidad de nuestro mundo dominado por una globalización capitalista?
Precisiones conceptuales
La comparación entre los efectos del huracán Iván que azotó a Cuba en septiembre y los del ciclón Katrina que se abatió sobre Florida, Luisiana y Misisipi un año después permite aportar algunas precisiones conceptuales sobre las nociones de riesgo, avatar, catástrofe y vulnerabilidad. Sin embargo, ambos ciclones, que eran de la categoría 5, es decir, la velocidad del viento superaba los 249 kilómetros por hora, tuvieron unos balances humanos absolutamente dispares: ninguna persona muerta en Cuba y 1.836 personas muertas y 135 desaparecidas en Estados Unidos. Así, avatares similares provocan consecuencias diametralmente opuestas. El vocabulario elaborado para describir estos fenómenos naturales excepcionales y sus consecuencias igual de excepcionales puede ayudar a comprender lo que está en juego en estos momentos ante la pandemia que estamos viviendo.
Un primer concepto clave es el avatar natural que designa unos acontecimientos climáticos sobre los que el ser humano no tiene influencia en el momento que se desencadenan (inundación, huracán, erupción volcánica, etc.). Aunque la aparición de un virus mortífero es de naturaleza diferente, puede encajar en esta definición, al menos con los conocimientos que tenemos en estos momentos. Los avatares conllevan riesgos para el ser humano y este concepto se puede definir como un peligro, es decir, como una consecuencia potencial del avatar. La vulnerabilidad, por su parte, designa los efectos previsibles de un avatar sobre el ser humano y ellos mismos depende de varios factores: densidad de población de las zonas de riesgo, capacidad de prevención, estado de las infraestructuras que permita reaccionar rápida y eficazmente, etc. La catástrofe, por último, define un riesgo cuya potencialidad se transforma en realidad y cuyas consecuencias estarán en función de la vulnerabilidad.
Dar cuenta de una catástrofe sin abordar la cuestión de la vulnerabilidad es una artimaña ideológica que permite redimir a las clases dominantes eliminando unas causas económicas, políticas y sociales que explican la magnitud de las consecuencias. En efecto, esta operación consiste en achacar enteramente a la naturaleza unas consecuencias que en gran parte testan relacionadas con unas opciones económicas y políticas. La magnitud de la catástrofe depende a su vez del estado de una sociedad en el momento que sobreviene el avatar y de las decisiones tomadas para reaccionar a él.
Si a largo plazo se puede esperar de los progresos de la ciencia que conozcamos y controlemos mejor los avatares, a corto plazo solo la reducción de la vulnerabilidad puede limitar drásticamente las consecuencias de los avatares, es decir, evitar que se transformen en catástrofes o limitar estas. Por consiguiente, la pandemia actual se puede considerar un revelador de la vulnerabilidad: “Los balances socio-económicos y las muchas lecciones aprendidas en los últimos años nos enseñan que las catástrofes son verdaderos reveladores de vulnerabilidades humanas y territoriales en el seno de las comunidades y sociedades afectadas” (1), resumen los geógrafos Frédéric Leone y Freddy Vinet. La función de revelador interviene aquí a un nivel doble: el grado de exposición al riesgo que en el caso de las enfermedades cuestiona las políticas de prevención y las desigualdades sociales, y la capacidad de reaccionar ante la catástrofe que cuestiona el estado del sistema sanitario, de sus infraestructuras y sus medios. Por otra parte, las políticas concernientes a otros sectores de la vida social y política tienen impacto en la capacidad de respuesta: política de vivienda, política migratoria, política penitenciaria, etc. Esa es la razón por la que tanto a escala mundial como a escala francesa se puede considerar la pandemia un revelador de la globalización capitalista.
Una vulnerabilidad colectiva hija de la globalización capitalista
Las ideologías que acompañan a la globalización capitalista se han elaborado a partir de dos postulados complementarios que desde ha décadas se repiten incesantemente en los discursos políticos y mediáticos dominantes. El primero es la primacía del individuo sobre las estructuras en la explicación de los problemas sociales a escala de cada nación. Este postulado permite eliminar la noción de clase social y de desigualdad social a beneficio de una supuesta responsabilidad individual que frecuentemente se traduce en el discurso de la asunción individual del riesgo. La diferencia de vulnerabilidad ante la salud y las enfermedades ya no se refiere a las desigualdades sociales sino a las características individuales por una parte y a los comportamientos individuales por otra. El discurso de la responsabilidad individual sirve aquí para ocultar la responsabilidad del sistema social, es decir, de las clases dominantes que deciden sus reglas de funcionamiento. “Todavía se sigue considerando en gran medida la vulnerabilidad social de las poblaciones desde el punto de vista del individuo y su lugar en el grupo. Aunque son los individuos quienes soportan bien las pruebas de vulnerabilidad, es a nivel de las estructuras sociales donde se manifiestan las condiciones que hacen esas pruebas más o menos soportables. En otras palabras, entre el individuo y el avatar también hay estructuras sociales” (2), resumen los geógrafos sanitarios Marion Borderon y Sébastien Oliveau. Aunque es evidente que la pandemia actual afectará al conjunto de las clases sociales debido a su magnitud, también es indiscutible que la morbilidad afectará en primer lugar a la clases populares y dentro de ellas a los sectores más precarios.
El segundo postulado es la primacía de cada nación sobre las estructuras que rigen las relaciones internacionales. Este postulado permite ocultar las relaciones de dominación entre los países del centro dominante y los de la periferia dominados. Las desiguales vulnerabilidades nacionales ante la salud y la enfermedad ya no se refieren en absoluto a las desigualdades sociales mundiales sino a las características específicas de cada nación (clima y catástrofes naturales, cultura, demografía, etc.) por una parte y a las opciones políticas nacionales por otra. El discurso de la responsabilidad nacional sirve aquí para ocultar la existencia del neocolonialismo y del imperialismo. Sin embargo, bastaría con observar la geografía de las desigualdades de salud en el mundo para darse cuenta de que coincide perfectamente con la división binaria centro-periferia, a excepción de algunos países significativos como Cuba, por ejemplo. Así, las estadísticas de la OMS en 2015 sobre la cantidad de médicos por país precisan que en Austria se cuenta con 52 médicos por 10.000 habitantes, 39 en Italia y España, 32 en Francia, etc., y en el otro extremo, un solo médico en Ruanda y Uganda, 9 en Sri Lanka o 10 en Pakistán. Todos los demás indicadores (cantidad de personal de enfermería, porcentaje destinado a sanidad en el presupuesto nacional, disponibilidad de medicamentos, etc.) presentan cifras similares (3).
Con todo, esta mirada fotográfica no basta para calibrar totalmente el significado que tiene la globalización capitalista para la salud humana. Conviene completarla teniendo en cuenta el deterioro del acceso a la atención médica tanto en el centro como en la periferia. Aquí se debe completar la lectura sincrónica con un enfoque diacrónico. En efecto, la globalización capitalista no es solo el capitalismo, también es el capitalismo de una secuencia histórica precisa marcada por la dominación del ultraliberalismo en materia de política económica. La desinversión del Estado, el debilitamiento y/o la privatización de los servicios públicos, las políticas de austeridad, etc., han provocado en todo el planeta un aumento de la vulnerabilidad, que es lo que se revela en toda su magnitud con la crisis del coronavirus.
En un país como Francia el capitalismo globalizado y su política económica ultraliberal han aumentado considerablemente la vulnerabilidad desde hace cuatro décadas. En el vocabulario liberal de sanidad esto se denomina “racionalización de la oferta asistencial”, que en concreto significa la supresión de un 13 % de las camas de hospital a tiempo completo (es decir, que acogen a un paciente más de 24 horas) solo entre los años 2003 y 2016 (69.000 camas), según las propias cifras del Ministerio de Sanidad (4). El balance es similar aunque se tomen como indicadores los presupuestos de los hospitales, los efectivos del personal sanitario o la cantidad de establecimientos públicos: el “desmantelamiento del siglo”, en palabras de los sociólogos Pierre-André Juven, Frédéric Pierru y Fanny Vincent (5). Esta vulnerabilidad cada vez mayor es lo que se revela hoy con la prueba de la pandemia tanto en la falta de camas de reanimación y de pruebas de detección como en el macabro culebrón de la escasez de mascarillas. La escasez de pruebas y de mascarillas no es en absoluto el resultado de un error sino uno de los axiomas fundamentales de la lógica ultraliberal, esto es, la producción “en flujo tenso”, que consiste en reducir al mínimo los productos almacenados para reducir los costes. Lo que se ha instalado a lo largo de las cuatro últimas décadas no es sino una “privatización insidiosa” de los hospitales públicos, resume el sindicato CGT Sanidad: “La privatización de los hospitales se ha hecho por partes, poco a poco, al hilo de las sucesivas reformas. Ha habido al menos dos etapas fundamentales para comprender la transformación de los hospitales públicos: la gerencialización (la modificación de la organización de los hospitales según las modalidades de lo privado) y la mercantilización (introducción de una lógica de rentabilidad comercial en la atención sanitaria). Estos dos puntos constituyen lo que se podría denominar la «privatización insidiosa» de los hospitales. Aunque desde el punto de vista jurídico los hospitales no se vuelven privados, lo son en la práctica ya que reproducen exactamente los métodos, los modelos de organización y los objetivos de lo privado” (6).
La misma lógica pero con una violencia aún más destructiva se ha desplegado en los países de la periferia dominada. Los Planes de Ajuste Estructural (PAE) impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es decir, por las potencias imperialistas, desmantelaron los sistemas nacionales de salud. Entre las condiciones impuestas por estos PAE para obtener un préstamo figura sistemáticamente la disminución de los presupuestos públicos y la privatización de los servicios públicos. Prácticamente en todas partes la sanidad y la educación serán los sectores más afectados por la imposición de estos recortes de presupuesto. Uno de los efectos que provocan estos PAE es la “fuga de cerebros” y en particular de los médicos y otros profesionales sanitarios que trabajaban sobre todo en estos servicios públicos sacrificados. Tal como atestigua un estudio de 2013 sobre la “huida de médicos africanos” a Estados Unidos, las cifras son elocuentes: “La huida de médicos del África subsahariana a Estados Unidos empezó con fuerza a mediados de la década de 1980 y se aceleró en la de 1990 durante los años en los que se aplicaron los programas de ajuste estructural impuestos por […] el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial” (7).Los médicos norteafricanos o de Oriente Próximo que trabajan en los hospitales franceses son testimonio del mismo proceso en Europa. Los daños que se prevé puede provocar la pandemia en África, por ejemplo, si no se detiene antes serán de una magnitud sin parangón con la que conocemos en Europa. La mirada eurocéntrica dominante en los medios de comunicación invisibiliza esta potencial hecatombe de masas.
Las aporías de la globalización capitalista que saca a relucir la pandemia
“Cuando todo se privatice, estaremos privados de todo”. Este eslogan de las pancartas de nuestras manifestaciones resume perfectamente la racionalidad de las clases dominantes en la actual secuencia histórica mundial ultraliberal. Contrariamente a una crítica demasiado rápida y demasiado frecuente, las clases dominantes no son idiotas ni irracionales, sino que simplemente tienen la racionalidad de sus intereses. Por supuesto, esta racionalidad dominante es antagonista de otra racionalidad: la que no se basa en maximizar el beneficio. Así, la lucha de clases es una lucha de racionalidad. Es lo que ilustran las muchas aporías que muestran las estrategias de lucha contra la pandemia en Francia. Una aporía es una contradicción irresoluble. Veamos dos ejemplos no exhaustivos que revelan la prueba de verdad que constituye la pandemia.
El primer ejemplo significativo es el de la política penitenciaria desde hace varias décadas. El hacinamiento en las cárceles es una realidad abrumadora muy documentada. La tasa de ocupación de los establecimientos penitenciarios “es hoy en día del 116 % con 70.651 personas presas para 61.080 plazas (a fecha del 1 de enero de 2020). El hacinamiento se concentra en los centros de detención preventiva, que acogen a las personas en espera de juicio y a las condenadas a penas breves de prisión. En estos establecimientos, que albergan a más de dos tercios de la población carcelaria, la tasa de ocupación media es del 138 %, que obliga a dos o tres personas (a veces más) a compartir la misma celda y a más de 1.600 personas a dormir cada noche en colchones en el suelo” (8), resume el Observatorio Nacional de Prisiones. Esta situación se contradice con una lucha eficaz contra la pandemia al tiempo que supone un sacrificio selectivo de parte de la población. Existen situaciones similares con la política migratoria y el hacinamiento en lugares como Calais, en centros de detención superpoblados o en viviendas insalubres que también están superpobladas; con la política destinada a las personas sin hogar; con la de vivienda que produce una fuerte sobreocupación para las clases populares o, por último, con la ausencia de una verdadera política de lucha por la igualdad entre los sexos. De estas aporías se desprenden directamente la magnitud del precio humano que pagaremos durante esta pandemia y su distribución por clase social, sexo y origen. La morbilidad vinculada a la pandemia tendrá indudablemente una dimensión de clase y también estará unida inevitablemente al género y al color.
El segundo ejemplo igual de significativo es el de las personas refugiadas que se amontonan en los puntos conflictivos de Italia y Grecia debido a la política de la Europa Fortaleza. Aunque la apertura de las fronteras turcas y la reacción brutal y represiva del Estado griego han reforzado aún más las escandalosas condiciones de existencia de estas personas refugiadas, los medios de comunicación dominantes organizan el silencio y la invisibilidad. Antes de que se produjeran ambas la jurista Claire Rodier hacía el siguiente balance de los puntos conflictivos griegos: “problemas de promiscuidad, de cohabitación de menores no acompañados con adultos, de alimentación insuficiente, de malas condiciones higiénicas debido a la saturación de las instalaciones sanitarias, etc. [ …] En enero de 2017 Amnistía Internacional revelaba una tasa de ocupación del 148 % en Lesbos, del 215 % en Samos y del 163 % en Kos. Debido a ello, durante el invierno de 2016-2017, que fue particularmente duro en la región, algunos de ellos se vieron obligados a dormir a la intemperie, envueltos en simples mantas que cubría la nieve por la noche” (9). Basándose en los informes de la misión de Amnistía Internacional (10), Claire Rodier añade que el balance en las zonas conflictivas italianas es el mismo. La ONG Médecins Sans Frontière [Médicos sin Fronteras] utiliza acertadamente la expresión “bomba sanitaria” para caracterizar la situación: “En algunas zonas del campamento de Moria solo hay un punto de agua para 1.300 personas y no hay jabón. Familias de cinco o seis personas tienen que dormir en espacios que no superan los tres metros cuadrados, lo que significa que las medidas recomendadas, como el lavado frecuente de manos y el distanciamiento social para evitar la propagación del virus, son simplemente imposibles” (11). También en este caso el resultado es similar: por un aparte, debilitamiento de la capacidad para hacer frente eficazmente a la pandemia y, por otra, sacrificio de las personas refugiadas.
El día después
Unas aporías tan importantes debilitan considerablemente la eficacia de la ideología dominante, que ya está muy debilitada por el movimiento de los Chalecos Amarillos y el movimiento contra la reforma de las pensiones. Al menos momentáneamente, ya no es posible mantener un discurso liberal sobre la sanidad, despreciar los servicios públicos y alabar lo privado, ni siquiera simplemente criminalizar la intervención del Estado. Con todo, el Elíseo ya está preparando el día después de la pandemia. Sin ser exhaustivo, ya se pueden identificar algunos de los componentes de esta preparación. El primero es la puesta en escena de una supuesta “irresponsabilidad” de una parte de la ciudadanía. Las imágenes machaconamente difundidas de personas que no respetan el confinamiento, el lugar que ocupa esta “irresponsabilidad” en la comunicación del gobierno, el recordatorio por parte de los medios de comunicación de la cantidad de amonestaciones, etc., son elementos que ponen de relieve un estrategia destinada a presentar la previsible magnitud de las consecuencias de la pandemia como resultado de la indisciplina irresponsable y no como resultado de causas políticas y económicas. El objetivo es también instrumentalizar el miedo legítimo a la pandemia para difundir la imagen de un gobierno responsable que, a pesar de la indisciplina, hace frente a la “guerra”, por retomar la expresión de Macron.
El segundo componente de la preparación se sitúa en la vertiente económica. En este caso se trata de preparar a la opinión pública para un nuevo ciclo de austeridad para el “día después”. Aunque la pandemia demuestra el coste humano de las políticas de recortes de los presupuestos sociales, el objetivo es aquí instrumentalizarlo para volver a legitimar la idea de la necesidad de recortes del presupuesto justificados por los “daños de guerra” y el imperativo de la “reconstrucción”. El vocabulario de la guerra y de la unidad nacional va en esa dirección. Estamos ante un ejemplo de lo que la periodista Naomi Klein denomina “la estrategia del shock”. En su libro publicado en 2007 demuestra la utilización de shocks psicológicos suscitados por desastres para imponer un ultraliberalismo aún mayor. Este proceso (el “capitalismo del desastre”, como ella lo denomina) “recurre intencionadamente a crisis y catástrofes para sustituir los valores democráticos a los que aspiran las sociedades por la ley del mercado y la barbarie de la especulación” (12), explica Naomi Klein.
El tercer componente es jurídico y adopta la forma de una ley “de emergencia para hacer frente a la epidemia del Covid-19” que cuestiona varios derechos de las personas trabajadoras. Esta ley permite al gobierno adoptar disposiciones “provisionales” en materia de derecho laboral. Autoriza a los empleadores de los “sectores particularmente necesarios para la seguridad de la nación o para la continuidad de la vida económica y social”, los cuales se definirán por decreto, “a derogar […] las estipulaciones convencionales relativas a la duración de la jornada laboral, al descanso semanal y al descanso dominical” (art 17). Reduce el plazo de aviso de las vacaciones pagadas de cuatro semanas a seis días.Por último, autoriza al gobierno a modificar “las modalidades de información y consulta de las instancias representativas del personal y, sobre todo, del comité económico y social”. Mientras que al gobierno no le parece urgente proporcionar mascarillas a las personas que ejercen profesiones de contacto, considera urgente cuestionar los derechos de las personas empleadas.
Si la pandemia es un analizador de la globalización capitalista y de su política económica ultraliberal, no es, sin embargo, su derrota. El día después será el de la factura y de señalar quién la va a pagar. A pesar de nuestra atomización debida al confinamiento, es imperativo prepararlo desde hoy como lo preparan ya las clases dominantes. También es imperativo exigir desde ahora una ayuda importante y sin condiciones para que los países de África puedan hacer frente a la pandemia, países que los gobiernos occidentales han hecho a sabiendas extremadamente vulnerables en materia de salud. Las personas dominadas de todo el planeta tiene más interés que nunca en centrar sus luchas en las causas de la situación y no sólo en sus consecuencias. El coronavirus demuestra indiscutiblemente que estas causas se sitúan en la globalización capitalista. Contra esta globalización es contra lo que que debemos luchar. Si otro mundo es posible, también es necesario y urgente.
Notas:
(1) Frédéric Leone y Freddy Vinet, “La vulnérabilité, un concept fondamental au cœur des méthodes d’évaluation des risques naturels”, en Frédéric Leone et Freddy Vinet (dir.), La vulnérabilité des sociétés et des territoires face aux menaces naturelles, Publicación de la Universidad Paul Valery de Montpellier 3, 2005, p. 9.
(2) Marion Borderon et Sébastien Oliveau, Vulnérabilités sociales et changement d’échelle, Espaces, populations et sociétés, n° 2016/3, p. 1.
(3) Base de datos de la OMS, sección “Health systems”, http://apps.who.int/gho/data/node.main.475?lang=en, consultado el 21 de marzo de 2020 a las 20:53 h.
(4) Bénédicte Boisguérin (coord.), Les établissements de santé, Ministère de la santé et des solidarités, Direction de la recherche, des études, de l’évaluation et des statistiques, Edición 2019, p. 8.
(5) Pierre-André Juven, Frédéric Pierru, Fanny Vincent, La Casse du siècle : à propos des réformes de l’hôpital public, Raison d’Agir, París, 2019.
(6) Anne Braun, Alya Lécrivain, Diane Beaudenon, Victorien Pâté y Mathieu Cocq, L’Hôpital public : vers une privatisation contrainte ?, 2019, pp. 3-4.
(7) Akhenaten Benjamin, Caglar Ozden, y Sten Vermund, Physician Emigration from Sub-Saharan Africa to the United States, PLOS Medicine, volumen 10, n° 12, 2013, p. 16.
(8) Section française de l’Observatoire National des Prisons, Surpopulation carcérale, https://oip.org/decrypter/thematiques/surpopulation-carcerale/, consultado el 21 de marzo de 2020 a las 11:10 h.
(9) Claire Rodier, Le faux semblant des hotspots, La revue des droits de l’homme, n° 13, 2018, p. 5.
(10) Ibid, pp. 8-9.
(11) Comunicado de MSF del 13 de marzo de 2020, Coronavirus : plus que jamais, l’urgence de l’évacuation des camps grecs, https://www.msf.fr/actualites/coronavirus-plus-que-jamais-l-urgence-de-l-evacuation-des-camps-grecs, consultado el 22 de marzo de 2020 a las 12:15 h.
(12) Naomie Klein, La stratégie du choc. La montée d’un capitalisme du désastre, Actes Sud, París, 2008, contraportada. [En castellano La doctrina del «shock»: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2007; traducción de Isabel Fuentes García et al.].
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción. 

La crudeza de las opciones


Hoy es ya claramente manifiesta la disyuntiva que representa la infección por el virus en la conducción política de muchas sociedades. El equilibrio es muy precario entre las exigencias sanitarias para contener el muy rápido avance del contagio y las necesidades de una extensa población con poca o ninguna capacidad de guardarse en casa.
La pandemia muestra la naturaleza misma de poder, así como la expresión particular del modo de hacer política (remito al artículo de D. Runciman, en The Guardian, 27/03/20).
Una de las cuestiones más relevantes en una democracia es cómo se ejerce el poder conferido a un gobierno por medio de las elecciones. La contraparte de esto, claro está, es cómo respondemos los ciudadanos.
En materia política siempre existe el hecho de que ciertas personas indican u ordenan a los demás qué es lo que tienen que hacer. Esta es la alternativa que existe entre la libertad personal y las opciones colectivas.
En el caso que nos ocupa ha habido llamados para cumplir primero con las indicaciones de distanciamiento social, hasta llegar ya al llamado enfático a la reclusión. Cuando esto no es suficiente se imponen medidas compulsivas aplicadas por las autoridades mediante la fuerza pública. Es este rasgo el que finalmente expone dónde se sitúa el límite que, al rebasarse, significa el quiebre del orden político.
Le damos a otros el poder extremo de decidir acerca de la vida o muerte de la gente, y eso se sustenta en que el costo se incurre con miras en la seguridad colectiva.
El caso es que en el campo en que se lucha contra el virus, los niveles de la responsabilidad se van delineando de diversas maneras. Desde las medidas aplicadas por el gobierno al más alto nivel, siguiendo las de índole subordinada y otras a escala local. No es fácil, en ese escenario, mantener la coherencia en la gestión de una crisis como ésta.
Así se llega incluso hasta las decisiones que ya están tomando los trabajadores sanitarios en algunos países respecto a quienes atender en los hospitales en la medida en que éstos se saturan.
Los ciudadanos no tenemos ningún control sobre todos estos ámbitos que se expresan en decisiones que afectan la salud y las condiciones económicas de la población. Es un caso extremo de opciones sociales y la situación se dificulta aún más en una sociedad en la que la legalidad está desgastada y existe una desigualdad social tan grande.
Al asunto eminentemente relacionado con la salud personal y colectiva se suma por necesidad la repercusión económica de la instrucción de quedarse en casa. Si se interrumpen el trabajo y el funcionamiento de las empresas, la parálisis se generaliza. La cuestión tiene un severo impacto en el corto plazo y se asocia con una recesión de la actividad productiva.
La recesión es ya un hecho en todas partes. Si se extienden las condiciones de paro en el tiempo, los escenarios podrán llevar a un periodo de depresión económica como no se ha visto desde hace más ocho décadas.
En Europa se habla de la hibernación de la economía, con lo que se da a entender que el periodo de práctica inactividad que ya prevalece debe, de alguna manera, salvaguardar la capacidad productiva existente para poder remprender el trabajo cuando la pandemia ceda, lo que es, por ahora, impredecible.
Tal hibernación es un proceso sumamente complicado, no sólo en términos físicos asociados con los trabajadores y las plantas productivas, sino con las posibilidades de remprender el financiamiento de la producción, del consumo y la inversión en un entorno de riesgo exacerbado del sistema financiero.
La cuestión es que, primordialmente, las personas tienen que sobrevivir, pero también las empresas, la estructura productiva; ahí se produce, se generan empleos e ingresos.
La política pública ha de enfocarse, pues, a apoyar a las familias que más lo necesitan, aplicar medidas que evitan los despidos masivos y las quiebras; luego habrá que recrear el crédito y reponer la liquidez en el mercado.
Decir todo esto podría ser obvio, pero será endiabladamente difícil conseguirlo sin un amplio pacto social que requiere de una enorme legitimidad de los gobiernos y de la política como instrumento para conseguir una renovada forma de la cohesión social. El complejo proceso de la reproducción social tendrá que ser forzosamente replanteado.

Muerte, pandemia y decadencia de lo humano


Marcos Roitman Rosenmann

Es tan obvio que no lo vemos. Lo humano hace tiempo que agoniza. La pandemia no ha sacado lo mejor de nosotros, más bien deja al descubierto las miserias de un individualismo que carcome los cimientos de cualquier especie social: la cooperación para el bien común y en el caso del Homo sapiens sapiens, para una vida digna. Cuando la muerte deviene razón política para mantener cohesionada a la población, no es el Covid-19 el objetivo, son sus portadores. La realidad no da motivo para el optimismo. Los mensajes del poder político son claros: si alguien tiene que sobrevivir no son las personas, es el sistema. Al virus no le afectan las distinciones sociales, aunque es la estructura de clases la que se impone. Los más vulnerables, los desprotegidos, los condenados de tierra, son los primeros en caer. Hoy, los médicos, a su pesar, se ven obligados a decidir ante la falta de respiradores artificiales, en España e Italia, quiénes tienen derecho a ser intubados y, por ende, más opciones de salir adelante. Nuestras sociedades, preocupadas por impedir la eutanasia, ahora, practican la eugenesia.
La Comunidad de Madrid obliga a los trabajadores de la salud, pese a estar infectados, a seguir en sus puestos, contaminando a pacientes, mientras la empresa privada de la salud, HM, con 17 hospitales y 21 clínicas, solicita a su personal tomar vacaciones, pedir bajas incentivadas, permisos, excedencias o reducir jornada. Mientras, arrecian las críticas a China, devaluando el éxito en detener la pandemia. Mejor muertos que bajo el yugo comunista. Occidente, alaba el sistema de libertades individuales, de mercado, la propiedad privada y la libre circulación de personas (sic). El hambre, la desigualdad social, la explotación o la compraventa de seres humanos son considerados logros irrenunciables. Nuestros muertos por el Covid-19 lo harán por falta de material. ¡Es la libertad de elegir! El discurso anticomunista apuntilla: China es una sociedad sometida a un control digital mediante un big data que impide la privacidad.
¿Acaso en nuestras sociedades, el control digital del big data no funciona? Los militares han tomado las grandes ciudades y controlan la población. Incluso España solicita el apoyo de la OTAN. Aconsejo leer a Éric Sadin: La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital y La humanidad aumentada. La administración digital del mundo. En nuestras sociedades, dice, “poco a poco emerge una gubernamentalidad algorítmica y no sólo aquella que permite a la acción política de­terminarse en función de una infinidad de estadísticas y de inferencias proyectivas, sino incluso aquella que ‘a escondidas’ gobierna numerosas situaciones colectivas e individuales. Es la forma indefinidamente ajustada de una ‘administración electró­nica’ de la vida, cuyas intenciones de protección, de optimización y fluidificación dependen en los hechos de un proyecto político no declarado, impersonal, aunque expansivo y estructurante. Es el surgimiento de una política de la técnica ubicuamente distribuida y que se caracteriza sólo por la inteligencia del tiempo presente y del futuro inmediato, ya que está programada para analizar, en el aquí y ahora, una infinidad de situaciones, y para sugerir o decidir de la mejor manera posible soluciones pertinentes”.
Tras la pandemia, emergerá un capitalismo mejor dotado para la dominación digital. Hacer diferencias entre China y Occidente, bajo el binomio totalitarismo versus libertades individuales es poco serio. Todo régimen político es un orden de dominación. ¿Hay que recordarlo? Viviremos un lapso de luto social que unirá a tres generaciones: millennial, posmillennial y los mayores de 65 años. Compartirán una experiencia inimaginable por su dimensión global en lo social, económico, político y cultural. Los sobrevivientes mirarán con recelo al resto de humanos, se aislarán y la comunicación verbal perderá fuerza.
En cuarentena, nos sentimos solidarios. Somos presas del mito del eterno retorno. Cada 31 de diciembre juramos ser mejor persona, y a los pocos días ya hemos abandonado los objetivos trazados. Ahora nos emborrachamos de buenas intenciones. Mejorar la sanidad, disminuir la desigualdad, desprivatizar servicios esenciales, mayor inversión social. Pero sin voluntad política nada será. Las directrices van en esa dirección. Las grandes fortunas, las trasnacionales, el capital financiero, seguirán campando a sus anchas. Las empresas están despidiendo a sus trabajadores, mediante ERTE y ERES. Curiosamente las que más beneficios obtienen, automotrices, tecnológicas, aeronáuticas y el sector bancario. Sólo en España y desde que se aprobaron las medidas extraordinarias, 1.5 millones de trabajadores se han ido al paro. El Corte Inglés y Zara se frotan las manos. Las ayudas serán capitalizadas por las grandes fortunas.
Aun así, hay ingenuos que creen en un cambio de actitud de empresarios, élites gobernantes, organismos e instituciones internacionales. Basta recordarles la historia
del siglo XX y las dos décadas de este, para contradecirlos. Dos guerras mundiales, Hiroshima y Nagasaki, Vietnam, los aislamientos de Gaza, Cisjordania, las guerras en Centroeuropa, África y Asia, etnocidios y genocidios, golpes de Estado en América Latina o 50 años de bloqueo a Cuba. Seguimos una estela de muerte. Kant erró, no es posible la paz del imperativo categórico. La existencia de una especie social que aboga por el individualismo está condenada al fracaso y su extinción. Aun así, hay que pensar para ganar, no sólo resistir. El capitalismo digital no es opción.

Los olvidados en la pandemia

                 ¿Por qué no hablar de las culturas no occidentales?

Fuentes: Rebelión

Las crisis funcionan para hacer evaluaciones y la pandemia del coronavirus nos ha reafirmado lo muy occidentalizado que está nuestro mundo. Es evidente: el cine que vemos, las marcas que consumimos, el tipo de comida con la que nos alimentamos, los lenguajes que usamos para comunicarnos, la filosofía que estudiamos; pero hoy, ante la emergencia, resaltan los que olvidamos, los que «importan menos».
Al inicio de la propagación del virus, uno de los países más afectados y que tuvo un crecimiento exponencial en el número de contagios fue Irán, país que hoy se encuentra en la sexta posición mundial con más de 38.000 contagios, pero que no ha estado en los reflectores ni en la prensa internacional de forma alarmante como sí lo han estado Italia, España, o claro, Estados Unidos.  Las culturas diferentes, como la persa, nos importan menos, hasta para hacer el ranking de una pandemia.  
A inicios de marzo, Irán se ubicaba a la par de Italia, y sólo por detrás de China, como uno de los países con mayores tendencias al contagio del Covid-19, pero poco se dijo de medidas extremas como la  liberación temporal de más de 54.000 presos, en un intento de combatir el avance del virus en las cárceles del país, que sufren de sobre población.
Lo mismo sucede con África, que según datos recabados por la Universidad Johns Hopkins, obtenidos de gobiernos locales, se acerca hoy a los 4.500 contagiados en 47 países y suma 137 muertos registrados por coronavirus; en contraste, la Organización Mundial de la Salud, reporta sólo 2.650 casos y 49 defunciones, lo que demuestra incluso la dificultad de realizar una estadística clara en dicho continente.
La fundación internacional «Manos Unidas» presentó una entrevista a Cristina Antolín, doctora española que ha trabajado 15 años en la República Democrática del Congo y 17 en Camerún, apoyando misiones de salud, y quien precisa que cada año los africanos, entre ellos muchos niños, mueren por enfermedades como el paludismo, el SIDA, la tuberculosis, la hepatitis o el sarampión, entre otras, por no mencionar el ébola.
Estas enfermedades alcanzan en África cifras muy superiores a la media mundial porque, en éste continente, según Antolín, se dispone de pocos hospitales y centros sanitarios. “En la mayoría de países africanos tienen menos de 2 médicos y menos de 10 enfermeras por cada 10.000 habitantes, mientras que, por ejemplo en España, a pesar de haber habido una disminución los últimos años, tenemos una media de unos 40 médicos y 50 enfermeras por cada 10.000 habitantes”.

«Si el coronavirus entrara en el continente con toda su fuerza, sería, sin duda, catastrófico”, asegura la misionera española. «Los índices de enfermedad y de mortalidad serían altísimos porque, dadas las condiciones del continente africano, todas las personas serían de riesgo», señaló Antolín con referencia a la difícil situación en materia de sanidad.   
En tanto, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) informó que dentro de las consecuencias financieras del coronavirus, pudiera preverse la pérdida de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB), algo que afectaría aún más al estancado crecimiento económico de la región, al perder ingresos hasta por 65.000 millones de dólares para los países exportadores de petróleo del continente sumado a la reciente caída en los precios del crudo.

Según la secretaria ejecutiva de la CEPA, Vera Songwe, el coronavirus afectará irremediablemente el comercio de África. “Después de haber golpeado con fuerza al principal socio comercial de África, que es China, el Covid-19 tendrá inevitablemente un impacto en la actividad comercial africana”, declaró la economista camerunesa a medidos de marzo, en una conferencia de prensa en la sede de la CEPA en Addis Abeba, Etiopía.
En adhesión, la Comisión advierte que los productos farmacéuticos importados a África, en su mayor parte de Europa, podrían encarecerse y reducir su disponibilidad para los africanos.
“Puesto que dos terceras partes de los países africanos son importadores de alimentos básicos, tememos que la escasez tenga repercusiones graves en la disponibilidad de comida y en la seguridad alimentaria”, apunta la CEPA, por lo que África requeriría, una cifra nunca prevista de 10.600 millones de dólares para salir adelante ante la pandemia, los cuáles no tiene e implicaría adquirir una deuda insostenible.
Pero al parecer, a los grandes medios de información, e incluso a nosotros como individuos, poco importan los problemas de lo que no sea Europa, no sea Norteamérica, como si el hambre, el sufrimiento o una emergencia sanitaria determinara quién debe ser el protagonista de este mundo en decadencia. Nos sorprende que en Italia, España, Estados Unidos u otras poderosas naciones, mueran miles a causa de un virus, pero olvidamos que para el África Subsahariana, toda la vida ha sido de emergencia, muertes y pandemia.

Con infundadas acusaciones, Trump sabotea las negociaciones entre el gobierno y la oposición

Fuentes: CLAE

William Barr, fiscal general de Estados Unidos anunció la presentación de cargos criminales por narcotráfico contra el presidente venezolano Nicolás Maduro y otras autoridades y, al mejor estilo del lejano oeste, le puso precio a sus cabezas, bombardeando las negociaciones que se suceden en Venezuela entre gobierno y oposición.
Washington redobla el asalto en plena pandemia y conmoción global, cuando la Unión Europea y Naciones Unidas, por ejemplo, pide flexibilizar las sanciones contra Venezuela.
Los analistas estadounidenses señalan que las acusaciones equivalen a que el gobierno de Trump finalmente renuncia a cualquier estrategia que pueda conducir a negociaciones entre gobierno y oposición. Por razones puramente políticas y electorales, está abrazando la esperanza ilusa de la oposición extrema: que si simplemente sacuden lo suficiente, el régimen de Maduro colapsará bajo su propio peso.
Geoff Ramsey, director de WOLA, señala que este optimismo sin fundamento parece venderse en Washington, pero le ha fallado al pueblo venezolano. A menos que la Casa Blanca se comprometa a una solución negociada en Venezuela, el país no verá un “retorno a la democracia” en el corto plazo.
Los cargos de Barr incluyen al presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, el ministro para la Defensa,Vladimir Padrino López, ministro de Interior, Justicia y paz, Néstor Reverol, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, entre otros.
El motivo: acusan a Venezuela de emprender junto a las Farc (organización guerrillera colombiana convertida hoy en partido político tras el proceso de paz en ese país) de emprender una conspiración narcoterrorista para inundar a EEUU de cocaína. Colombia, mayor productor y principal distribuidor de esa droga en el mundo, no tiene ningún señalamiento de este tipo. Venezuela no es productora de coca.
«No reconocemos a Maduro como presidente de Venezuela, pero esto ya pasó con (Manuel Antonio) Noriega ( Panamá 1989), a quien tampoco reconocíamos», señaló el gobierno estadounidense.  Tres décadas atrás, el no reconocimiento a Noriega derivó en la invasión a Panamá en 1989, el bombardeo al barrio El Chorrillo y un número aún indeterminado de muertes en el país centroamericano.
Las propias agencias estadounidense saben que la teoría del «narco-Estado» es pura ficción. Es simplemente algo más para justificar la agresión contra Venezuela. EEUU dice que Maduro es personalmente responsable por 250 toneladas de cocaína que salen anualmente de Venezuela.
Venezuela no es un país de tránsito importante para las drogas con destino a Estados Unidos. Un informe reciente de la dirección de Venezuela de The Washington Office on Latin America (WOLA), señala que datos del gobierno de EEUU no publicados anteriormente muestran que, si bien la cantidad de cocaína traficada desde Colombia a través de Venezuela es significativa, es solo una fracción de la cocaína que llega a través de otros países de tránsito.
De acuerdo con la Base de Datos Antidrogas Consolidada Interagencial (CCDB), 210 toneladas métricas de cocaína pasaron por Venezuela en 2018. Para comparar, en el mismo año pasó aproximadamente 10 veces más cocaína (2,370 toneladas métricas) por Colombia y siete veces más (1,400 toneladas métricas) por Guatemala.
¿Por qué la administración Trump está ahora dando la alarma de que Venezuela “inunda” a este país de cocaína, especialmente cuando la Casa Blanca permitió que los esfuerzos anticorrupción murieran en países de tránsito más importantes como Honduras y Guatemala?, pregunta Geoff Ramsey, director de WOLA.
Señala que la respuesta está en la historia de la Guerra Fría. El Departamento de Justicia se ha visto sometido a una fuerte presión por parte de los duros de la oposición venezolana y la comunidad de exiliados para revelar estas acusaciones, usando el mismo libro de jugadas que el gobierno de George H.W. Bush usó en Panamá.
Pero en Venezuela, pese a lo que diga Trump y repitan los medios hegemónicos,  no hay apoyo para una intervención militar. Incluso los más tradicionalistas saben que la acción militar podría conducir a una insurgencia de décadas que podría desestabilizar la región. En cambio, la Casa Blanca cree que esta es una táctica de presión útil, la última en los intentos fallidos de la administración de crear fracturas dentro del régimen de Maduro.
Judicialización
La nueva dirección que tomó Washington desplazó la política de cambio de gobierno hacia las instancias judiciales estadounidenses. La vía judicial de cambio de gobierno de EEUU utiliza los cuerpos de seguridad como el FBI y la DEA, y posteriormente puede encontrar sostén en unidades militares, indica James Chicos en “Estudios de conflicto y terrorismo”, así como legaliza en EEUU la utilización de los llamados “contratistas privados de seguridad”.
El Fiscal General de EEUU, William Barr, está al frente de la nueva iniciativa. Cabe recordar que a Barr le correspondió redactar en 1989 la justificación legal para la invasión de Panamá y para que “el FBI pudiera ingresar a tierra extranjera sin el consentimiento del gobierno anfitrión”. Además, Barr fue quien gestionó el indulto de Elliott Abrams, inculpado por el caso Irangate.
Por otra parte, el exmayor general Clíver Alcalá organizó un grupo armado en Colombia con el plan de eliminar los vicios y la corrupción en Venezuela, a través de un convenio en el que participaron el autoproclamo (y hoy muy devaluado) presidente interino Juan Guaidó, el publicista J.J.Rendón, una empresa contratista privada de seguridad y asesores estadounidenses. Alcalá se entregó a la DEA, pese a que no había orden de captura en su contra.
Junto a otro exgeneral, Hugo Carvajal (exjefe de inteligencia, asilado en España), que desde hace varios años confrontan con Nicolás Maduro y la cúpula castrense, pasarán a ser piezas clave en la iniciativa judicial de cambio de gobierno. Al igual que Cristopher Figuera, mantienen lazos de cooperación con los servicios de inteligencia estadounidenses, luego de que les fueron detectadas actividades ilícitas. 
Pandemonium
 En Venezuela, para atender la pandemia, diversos sectores han propuesto un entendimiento entre Gobierno y oposición a lo que se opuso el sector de Juan Guaidó, quin afirmó que mientras Maduro siga en el poder no se conseguirá auxilio internacional.
Unicef anunció millones de mascarillas, trajes, termómetros y otros suministros para repartirlos en países necesitados. Venezuela acordó con Unicef y los otros órganos del sistema de la ONU el ingreso de la ayuda para contener la pandemia.
Sin embargo, señala el analista Leopoldo Puchi, la ayuda y las donaciones de las organizaciones internacionales es insuficiente para responder al problema y sostener la actividad productiva y se requiere de otras fuentes para atender la situación económica y las dotaciones médicas.
Las principales opciones disponibles son la venta de materias primas y el uso de los fondos bloqueados en el exterior, pero todo esto está sujeto a las sanciones económicas y financieras impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. La otra fuente es la de préstamos como el del FMI, pero Estados Unidos, con derecho a veto, está en desacuerdo.
Obviamente,  las sanciones son un grave escollo para que Venezuela pueda proteger a la población frente a la crisis epidemiológica mundial. Rusia “calificó las sanciones de EEUU contra Venezuela como una ‘herramienta de genocidio’ en medio de una epidemia”.
Mientras, el sábado aterrizó en el aeropuerto de Maiquetía un avión proveniente de China con 50 toneladas de insumos médicos para combatir el Covid-19, y en las próximas horas llegará un grupo de expertos médicos y más insumos. Maduro señaló que en los próximos días también recibirán ayuda de Rusia, colaboración que llegará en un avión militar. Pese al bloqueo estadounidense, claro.
Marcos Salgado: Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

lunes, 30 de marzo de 2020

Amplían toque de queda en Guatemala y Honduras. Bolsonarodesafía medidas de aislamiento

Pandemia
Foto
▲ Miembros de la Guardia Nacional de California instalaron un hospital temporal en Indio. El nosocomio tiene 125 camas para enfermos de Covid-19.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 30 de marzo de 2020, p. 4

Brasilia. El virus está ahí, tendremos que enfrentarlo, lo enfrentaremos como un hombre, no como un niño, dijo ayer el presidente de Brasil, el neofascista Jair Bolsonaro, a partidarios frente a su residencia, y al hacer un recorrido por Brasilia reiteró su frase de que todos morirán en algún momento.

Bolsonaro visitó un mercado en los suburbios de la capital brasileña para insistir en la necesidad de mantener en funcionamiento la economía más grande de América Latina, en lugar de detener actividades para combatir la propagación del Covid-19, que ya ha cobrado la vida de 132 personas y contagiado a 4 mil 200 en el país sudamericano.

En Taguatinga, una barriada de Brasilia, Bolsonaro se detuvo en una bulliciosa plaza del mercado para hablar con un hombre que vendía brochetas de carne a la parrilla.

Tenemos que trabajar. Hay muertes, pero eso depende de Dios, no podemos parar, dijo el hombre, según un video publicado en las cuentas del presidente en Facebook y Twitter (esta red social eliminó más tarde el video). Si no morimos de la enfermedad, moriremos de hambre.

El mandatario desoyó las recomendaciones del propio Ministerio de Salud de su gobierno, que pide que haya el máximo de aislamiento social, y se tomó fotografías con simpatizantes y saludó de cerca a varios transeúntes.

Bolsonaro sigue negando la gravedad de la enfermedad, calificándola de un pequeño resfriado que mataría sólo a personas mayores.

Lo siento, algunas personas morirán, morirán, así es la vida, insistió Bolsonaro en una entrevista televisiva.

También colocó fotos en Internet en las que aparece en medio de concentraciones en Brasilia. Desde el surgimiento de la pandemia, ha hecho constantes llamados para que la economía siga activa librando enfrentamientos verbales con gobernadores de estados que han aplicado cuarentenas, como Sao Paulo o Río de Janeiro.

En ese contexto, el diario El País recogió versiones de que la aeronáutica, el ejército y la armada brasileñas enviaron señales de alerta ante las reacciones de Bolsonaro frente a la pandemia, y ya le adelantaron al vicepresidente, el general Hamilton Mourão, que podría contar con su apoyo si Bolsonaro saliera de su cargo, ya sea mediante un juicio político o una renuncia. La versión no fue confirmada ni desmentida.

En todo caso, el asunto no está de momento en la agenda del Congreso, afirmó el jefe de los diputados, Rodrigo Maia, quien sería el responsable de poner en marcha un eventual proceso de impeachment.

Guatemala y Honduras decidieron ampliar el toque de queda que finalizaba ayer para ambos países. El primero lo aplicará para el 12 de abril y el segundo durante dos semanas más, mientras en Bolivia se anunció la primera muerte por coronavirus y 34 contagios.

El Ministerio de Salud de Colombia informó que el Instituto Nacional de Salud obtuvo la primera secuencia del genoma del Covid-19 que circula en el país, lo que permitirá hacerle un seguimiento a la enfermedad en el territorio; según el gobierno podrían llegar a 4 millones contagios y a 3 mil muertes.

Los datos de Colombia se suman a una iniciativa mundial que traza el árbol genealógico del virus desde su aparición y su migración a través del planeta.

El hallazgo fue realizado por Investigadores del estatal Instituto Nacional de Salud, en alianza con instituciones y universidades de Estados Unidos y Reino Unido.

En Chile se impuso cuarentena total para dos ciudades del sur del país, Chillán y Osorno, a partir de hoy.

Sophie Grégoire Trudeau, la esposa del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, superó el coronavirus. Quiero dar una actualización para todos: Me siento mucho mejor y me han dado el alta mi médico y la Sanidad Pública de Ottawa, publicó en Facebook. El primer ministro, Justin Trudeau, dijo que aunque no ha tenido síntomas continuará en aislamiento porque no puede descartar que haya adquirido el coronavirus a través de su esposa.

Las autoridades canadienses confirmaron 5 mil 655 casos de coronavirus y 61 fallecidos. Québec es la provincia más afectada, con 2 mil 498 casos y 22 muertos.



Cejil llama a evitar detenciones de personas migrantes y refugiadas ante pandemia


migrantesHondureños_DanielZacarías_ChisP

Ciudad de México. Organizaciones de la sociedad civil de distintos países de América exigieron a los gobiernos abstenerse de detener a personas migrantes y refugiadas, liberar a las personas que ya se encuentran detenidas, y garantizarles acceso a vivienda, alimentación y a servicios de salud en albergues públicos.
A través de un comunicado difundido por el Centro de la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), al menos una treintena de organizaciones de México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, entre otros otros, informaron que frente a la emergencia ocasionada por la propagación del COVID-19, en el continente americano las personas migrantes y solicitantes de protección internacional se han visto impactadas de manera extrema ante las respuestas estatales de cuarentena, toque de queda, detención, deportación, cierre y militarización de fronteras.
Por ejemplo, dijeron que en las últimas semanas se ha denunciado que personas migrantes venezolanas permanecen varadas tras el cierre de fronteras en Colombia y Brasil; así como la detención de al menos 80 migrantes haitianos en Guatemala.
Las organizaciones (la mayoría que acompañan a mujeres y familias migrantes) también han documentado el cierre de la fronteras entre México y Estados Unidos a solicitantes de asilo, así como el aumento de deportaciones de personas mexicanas y centroamericanas; la falta de condiciones sanitarias adecuadas y el alto riesgo de contagio en estaciones migratorias, centros de detención y en centros de cuarentena para las personas ya deportadas; la represión violenta por parte de la Guardia Nacional mexicana; el desbordamiento de la capacidad de albergues de sociedad civil; entre otras cosas. 
Frente a estos hechos y ante la posibilidad de que la población migrante y solicitante de protección internacional se vea aún más impactada en las próximas semanas y meses, las organizaciones firmantes hicieron un llamado urgente a los Estados de la región para que se abstengan de detener a personas migrantes y refugiadas, liberar a las personas que ya se encuentran detenidas, y garantizar su acceso a vivienda, alimentación y a servicios de salud en albergues públicos
Y pidieron tomar las medidas necesarias para garantizar los derechos a la salud, integridad personal y vida de esta población, en igualdad de condiciones y sin discriminación alguna por estatus migratorio o nacionalidad.
Las organizaciones también recordaron la obligación de los gobiernos de adoptar medidas para evitar las amenazas prevenibles a la salud pública, por ejemplo, el acceso de todas las personas en situación de movilidad a las medidas de prevención dictadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como su acceso a un diagnóstico oportuno por el COVID-19, a servicios de salud y a la atención médica necesaria para el tratamiento del virus. 
Asimismo, las organizaciones (muchas de ellas articuladas en alianzas regionales) exigieron a los Estados frenar las deportaciones y las devoluciones, y garantizar el acceso de todas las personas a solicitar protección internacional. 
Y recordaron el llamado de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la Cooperación Económica para América a Latina (CEPAL) para que los Estados garanticen el acceso de todas las personas a buscar y recibir asilo, así como a respetar el principio de no devolución.
“Las medidas implementadas en respuesta al COVID-19 no pueden impedir que quienes necesitan protección internacional puedan solicitarla. Incluso en situaciones excepcionales como la que enfrentamos, imponer medidas que impiden la admisión de personas refugiadas o solicitantes de asilo, sin protegerles contra la devolución, es violatorio de sus Derechos Humanos y contrario a las obligaciones de los Estados”, enfatizaron las organizaciones civiles. 
Asimismo, las organizaciones señalaron que las medidas implementadas como respuesta a esta crisis no pueden ser discriminatorias ni dar lugar a resultados indeseables que impacten negativamente el disfrute de los Derechos Humanos, sino que éstas deben ser “proporcionales, necesarias, planteadas e implementadas desde un enfoque de DH y género”.
También pidieron que los albergues en los que se reciba a personal migrante cuente con medidas para prevenir los contagios, así como personal de salud capacitado para brindar atención diferenciada poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad, como personas adultas mayores, personas en condición de discapacidad, personas LGBTIQ+, mujeres, niños y niñas. 
Asimismo, —dijeron— frente a los límites a la movilidad y/o a la restricción de las garantías constitucionales impuestas por las naciones, que impactan de manera particular el acceso al trabajo de las personas migrantes, los Estados de la región les deben garantizar el acceso a medios de subsistencia como al resto de la población.
Y ante la militarización de las fronteras y las denuncias por represión, las organizaciones recordaron a los Estados que las fuerzas militares deben abstenerse de asumir labores de seguridad ciudadana, de salud, o migratorias., y. garantizar su acceso a información pertinente, oportuna, clara, basada en evidencia científica y de calidad sobre la pandemia. 
“En una región tan impactada por la desigualdad, la pobreza, la corrupción y el extractivismo, esperamos que en el marco de esta crisis los Estados avancen hacia la construcción de sistemas de protección y seguridad social más solidarios y robustos, hacia el pleno acceso al agua y a la salud para todas las personas, y hacia el reconocimiento y la garantía de los derechos humanos de toda la población sin discriminación alguna”, expresaron las y los defensores de los DH. 

Siete lecciones geopolíticas en tiempo de coronavirus

Pandemia
Alfredo Serrano Mancilla


De todo se aprende, incluso en los tiempos del cólera. La pandemia del coronavirus también trae lecciones en clave geopolítica para América Latina.
1. La primera pregunta es obvia: ¿qué está haciendo el Grupo de Lima en esta contingencia? Esta alianza nació para un objetivo tan limitado que no está a la altura de los desafíos históricos que tienen que ver con las preocupaciones reales de la ciudadanía de América Latina. Y algo muy parecido le ocurre a la OEA.
2. Ausencia de instancias regionales efectivas que afronten esta problemática supranacional. Es ahora cuando se extraña a la Unasur y su capacidad de coordinación frente a situaciones como ésta. La Celac tiene una oportunidad histórica para asumir esta tarea.
3. China, primero. Se pide ayuda prioritariamente al gigante asiático, y no a Estados Unidos. China fue el lugar de origen de este virus y, por tanto, el primer país en sufrir sus consecuencias. Pero luego de ese momento, superó la crisis de manera muy efectiva. El porcentaje de afectados y muertos en comparación con su población es más que mínimo, a diferencia de lo que pasa en otros lugares del mundo. Demostró capacidad para vencer con eficacia esta batalla. Sale reforzada a nivel global.
4. El neoliberalismo, como racionalidad, no sirve. El sálvese quien pueda no funciona; la supremacía de lo individual es un gran escollo ahora que pedimos esfuerzos colectivos; la cooperación se impone ante la competencia. Los mercados no saben cómo autorregularse; no existe mano invisible que los regule, y tampoco se cumple el mito de que los agentes privados logran sus beneficios por asumir más riesgos.
5. Europa ya no es un espejo al que imitar. Una vez más, y ya son muchas, vuelven a perder una oportunidad para mostrar al mundo que están a la vanguardia en temas importantes. No pudieron ser efectivos frente al coronavirus. El Estado de bienestar es mucho más débil de lo que presumían. La soberbia eurocéntrica los hizo infravalorar todo lo que venía del Lejano Oriente. Italia y España llegaron tarde y están siendo los más afectados por la crisis, y no es casualidad. La Unión Europea, además, muestra su incapacidad para coordinar y armonizar al menos una acción frente a esta pandemia. Se demuestra, así, que este espacio es de hecho un mercado único económico y monetario, pero está muy lejos de ser un proyecto social común.
6. Si se habla de salud, siempre hay que mirar hacia Cuba. Lo que nadie tiene, Cuba lo dispone. El Henry Reeve (Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias) fue creado en 2005 por Fidel Castro; y ahora son imprescindibles: comienzan a aterrizar en muchas partes del mundo. Cuba se sitúa en el centro de gravedad geopolítico cuando hablamos de salud.
7. Nace un nuevo desorden económico global. El riesgo país no importa. El número de científicos o camas disponibles para cuidados intensivos, sí. La predilección por la financiarización queda desplazada por la importancia de la economía real. Se abre una nueva disputa hacia adelante: entre el Consenso (neoliberal) de Washington permanentemente actualizado y un nuevo consenso postcoronavirus que considera que la sanidad pública es vital, el Estado debe tener un rol protagónico con sus políticas expansivas contracíclicas (fiscales y monetarias), es necesario un mayor control de capitales de los países emergentes para evitar su fuga en este tiempo de adversidad, la economía ha de girar en torno a la vida humana, y por supuesto, la deuda externa debería ser condonada por los organismos multilaterales, así como restructurada con quita por dos años (sin intereses) en el caso de los acreedores privados.
Indudablemente, estamos frente a un nuevo dilema civilizatorio con significativas consecuencias geopolíticas en el mundo, y por su supuesto, para América Latina.
Director del Celag.

El desafío del coronavirus en África


Editorial La Jornada



Conforme los gobiernos africanos imponen medidas de aislamiento social para contener la propagación del coronavirus, las naciones del continente se han vuelto escenario de preocupantes actos de excesos por parte de las fuerzas pública. En Sudáfrica la policía usó violencia verbal, persiguió con garrotes y –de acuerdo con testigos– disparó balas de goma en contra de personas sin hogar en Johannesburgo, la ciudad más poblada del país; en Ruanda, se sospecha que dos civiles fueron asesinados por la policía al desobedecer las medidas de contención; en Zimbabue, grupos de derechos humanos denuncian que han tenido lugar operativos letales antes de la instalación del toque de queda; y en Kenia fuerzas del orden rociaron con gas lacrimógeno a cientos de personas que intentaban llegar a la ciudad de Mombasa.

Esta respuesta violenta de las autoridades de una serie de países africanos refleja, por un lado, el conocido rezago de la región en materia de respeto a los derechos humanos y de vigencia del estado de derecho, así como la deficiente capacitación de sus corporaciones de seguridad pública para ejercer su cometido sin atropellar las garantías de los ciudadanos.

Por otra parte, estos drásticos esfuerzos por hacer cumplir los toques de queda y demás medidas de contención de la pandemia dan cuenta de la desesperación de los gobernantes ante una crisis que rebasa en todos los aspectos las capacidades de sus Estados. En efecto, aunque África es hasta ahora la región menos afectada por el Covid-19 (los cuatro mil casos registrados hasta ayer suponían 0.5 por ciento de los 650 mil contagios existentes en todo el mundo), la fragilidad e incluso la práctica inexistencia de sistemas de salud en muchas de las naciones del continente, hacen que incluso un nivel relativamente bajo de casos se convierta en un desafío mayúsculo. Si a ello se añade que las economías de la región ya se encuentran entre las más débiles del mundo, queda claro las sociedades africanas resultan especialmente vulnerables en esta difícil coyuntura.

Lo cierto es que las complicaciones referidas no pueden justificar el abuso de la fuerza pública ni las prácticas represivas y discriminatorias, sino que, por el contrario, deben ser ocasión para reforzar la cohesión social y corregir las deficiencias institucionales que incrementan los sufrimientos de la población en coyunturas como la actual.