Michael Roberts, economista británico
Estoy seguro de que cuando este desastre termine, la economía
convencional y las autoridades insistirán que esta crisis fue exógena y
que no tiene nada que ver con el modo de producción capitalista y su
estructura social. Para todos ellos el virus es el causante de la
crisis. Este fue el argumento de los economistas neoclásicos después de
la Gran Recesión de 2008-9 y que se repetirá en el 2020.
Mientras escribo, la pandemia de coronavirus aún no ha alcanzado su
pico. Aunque aparentemente comenzó en China ( hay pruebas que puede
haber comenzado en otros lugares), ahora se ha extendido por todo el
mundo. En estos momentos el número de infecciones es mayor fuera de
China que dentro de esa nación. Los casos en China se han detenido; en
otros lugares todavía aumentan exponencialmente.
Esta crisis biológica ha creado pánico en los mercados financieros.
Los mercados bursátiles se han desplomado hasta un 30% en el espacio de
un par de semanas. El mundo de fantasía que vivían los activos –
financiados por préstamos de costo casi cero – ha terminado.
El COVID-19 parece ser un «desconocido», como el «cisne negro» que
produjo el colapso financiero mundial que desencadenó la Gran Recesión
hace más de diez años. Pero el COVID-19, al igual que ese colapso
financiero, no es un rayo emergido de la nada.
El llamado «shock» en una economía capitalista crece lentamente.
Antes que se produjera la pandemia la actividad económica se ralentizaba
hasta detenerse en la mayoría de las principales economías capitalistas
y en las economías «en desarrollo» del «Sur global». Muchas economías
se contraían y otras estaban al borde de este proceso.
El COVID-19 fue el punto de inflexión. Quizás, una analogía apropiada
es imaginar la construcción de cúmulo de arena hasta un pico; entonces
la arena necesariamente comienzan a deslizarse … hasta que con un solo
grano arena más toda la construcción se desmorona.
Si usted es un post-keynesiano podría llamar a esto un «momento
Minsky», en honor a Hyman Minsky, quien argumentó que el capitalismo
parece ser estable hasta que deja de serlo, porque la estabilidad del
capital engendra inestabilidad. Un marxista diría, sí , hay
inestabilidad pero esa inestabilidad se convierte en una avalancha
periódicamente debido a las contradicciones subyacentes en el modo de
producción capitalista, que existe sólo para obtener beneficios.
El COVID-19 no era un «desconocido». A principios de 2018, durante
una reunión en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, un grupo
de expertos acuñó el término «Enfermedad X». Estos especialistas
predijeron que la próxima pandemia sería causada por un patógeno
desconocido que aún no había entrado en contacto con la población
humana. La Enfermedad X probablemente sería el resultado de un virus
originado en animales y surgiría en algún lugar del planeta.
La Enfermedad X se confundiría probablemente con otras enfermedades –
en las primeras fases del brote – y se extendería silenciosamente
utilizando las redes de viajes y comercio de los seres humanos. Con
rapidez llegaría a múltiples países e impediría una contención eficaz.
La Enfermedad X tendría una tasa de mortalidad superior a la gripe
estacional, pero se propagaría tan fácilmente como la gripe. Sacudiría
los mercados financieros antes de alcanzar la condición de pandemia. En
resumen, Covid-19 es la Enfermedad X definida por los expertos de la
OMS.
Como ha argumentado el biólogo Rob Wallace, las plagas no sólo son
parte de nuestra cultura, sino que también son causadas por ella. La
Peste Negra se extendió en Europa a mediados del siglo XIV con el
crecimiento del comercio a lo largo de la Ruta de la Seda. Las nuevas
cepas de gripe han surgido con la ganadería masiva ; el Ébola, el SARS,
el MERS y ahora el Covid-19 que estaría vinculado a la vida silvestre.
Las pandemias suelen comenzar como virus en animales que saltan a la
gente cuando hacemos contacto con ellos. Esto aumenta exponencialmente
porque nuestra huella ecológica nos acerca a la vida silvestre en áreas
remotas y el comercio de estos animales los lleva a los centros urbanos.
La construcción de carreteras, la deforestación, el desmonte y el
desarrollo agrícola, así como los viajes y el comercio globalizado, nos
hacen sumamente susceptibles a patógenos como el corona virus.
Hay un argumento tonto entre los principales economistas
sobre si el impacto económico de COVID-19 es un «shock de oferta» o
un «shock de demanda». La
escuela neoclásica dice que es un shock de la oferta porque detiene la producción;
los keynesianos argumentan que es shock de la demanda porque la gente y las
empresas no gastarán en viajes, servicios, etc.
Primero, como se ha argumentado anteriormente, en absoluto es un
«shock». Es el resultado inevitable del afán de lucro del capital en la
agricultura y en la naturaleza. Y en el presente caso en el débil estado
de la producción capitalista.
Y segundo, comienza con la oferta, no con la demanda como sostienen
los keynesianos. Como dijo Marx: » Hasta un niño sabe que cuando una
nación deja de trabajar, no diré que por un año, sino por unas semanas,
esa nación prácticamente perecerá.» (K Marx a Kugelmann, Londres, 11 de
julio de 1868).
Es la producción, el comercio y la inversión lo que primero se
detiene cuando las tiendas, escuelas y negocios se cierran para contener
la pandemia. Por supuesto, entonces la gente no puede trabajar y los
negocios no pueden vender, los ingresos caen y el gasto se derrumba.
Todo esto produce un «shock de demanda». De hecho, así sucede con todas
las crisis capitalistas: empiezan con una contracción de la oferta y
terminan con una caída del consumo, y no al revés.
He aquí una visión general (y precisa) de la anatomía de las crisis.
Algunos optimistas del mundo financiero argumentan que la conmoción
de COVID-19 en los mercados bursátiles terminará como la crisis del 19
de octubre de 1987. En ese Lunes Negro el mercado de valores se
desplomó muy rápidamente, incluso más que ahora, pero en pocos meses
volvió a subir.
El actual Secretario del Tesoro de los EE.UU. Steven Mnuchin
está seguro de que el pánico financiero terminará como en 1987. «Si miro a
la gente que compró acciones después de la caída en 1987, pienso que lo
hicieron bien. Para los inversores a largo plazo, esta crisis será una gran
oportunidad. Este es un tema a corto plazo. Puede ser un par de meses, pero
vamos a superarlo, y la economía será más fuerte que nunca».
Los comentarios de Mnuchin fueron repetidos por Larry Kudlow, asesor
económico de la Casa Blanca, que instó a los inversionistas a
capitalizar en el tambaleante mercado de valores en medio de los temores
al coronavirus : “los inversionistas a largo plazo deberían pensar
seriamente en comprar durante la caída. La economía estadounidense es
sólido, dijo orondo .
Kudlow realmente repitió lo que dijo justo dos semanas antes
de la crisis financiera mundial de septiembre de 2008: «para aquellos que
preferimos mirar hacia adelante, la perspectiva que suban las acciones es cada
vez mayor.»
Se culpó al desplome de 1987 al aumento de las hostilidades en el
Golfo Pérsico, que provocó una subida de los precios del petróleo, a un
mercado alcista ( con cinco años sin una corrección) y a la introducción
del comercio informatizado. Como la economía estaba fundamentalmente
«sana», la crisis no duró.
En ese año la rentabilidad del capital en las principales economías
iba en aumento y llegó a punto máximo a finales de los años noventa
(aunque hubo una caída en 1991). Fue lo que Marx llamó un «crash
financiero puro”, debido a la inestabilidad inherente de los mercados
del capital especulativo.
Pero este no es el caso en el 2020. Esta vez el colapso del mercado
de valores será seguido por una recesión económica como en 2008 porque
(como he argumentado en posts anteriores) ahora la rentabilidad del
capital es baja y los beneficios globales, en el mejor de los casos,
están paralizados incluso antes que COVID-19 entrara en erupción. El
comercio y la inversión mundiales han estado cayendo, no aumentando.
Los precios del petróleo se han derrumbado, no han aumentado. Y el
impacto económico de COVID-19 se produjo primero en la cadena de
suministros, no en mercados financieros inestables.
¿Cuál será la
magnitud de la caída que se avecina?
En un artículo de Pierre-Olivier Gourinchas se explica gráficamente
el comportamiento de la salud publica durante una pandemia. Veamos. Si
no se toma ninguna medida, la pandemia toma la forma de una curva (línea
roja) que lleva a un gran número de contaminados y de muertes. Con
acciones como los confinamientos y el aislamiento social, el pico de la
curva (línea azul) puede retrasarse y moderarse y la pandemia se
extiende durante más tiempo. Esto supuestamente reduce el ritmo de la
infección y el número de muertes.
La política de salud pública debe tener por objeto
«aplanar la curva» imponiendo medidas drásticas de distanciamiento
social y promoviendo prácticas sanitarias para reducir la tasa de transmisión.
Actualmente Italia está siguiendo el enfoque chino de confinamiento
total, aunque pueden estar cerrando las puertas del establo después que
el virus se haya escapado. El Reino Unido tiene un enfoque muy
arriesgado de auto-aislamiento para los vulnerables y permitiendo que
los jóvenes y los sanos se infecten para crear la llamada «inmunidad de
rebaño» y evitar que el sistema de salud se vea desbordado.
El enfoque inglés significa básicamente descartar a los
ancianos y a los vulnerables porque si se infectan van a morir de todos modos.
Con esto las autoridades conservadoras inglesas pretender evitar un bloqueo
total de la economía que dañaría los beneficios de las grandes compañías. Por el momento el enfoque de los Estados
Unidos es parecido. No hacer nada: no hacer pruebas masivas, no auto-aislarse,
no cerrar los eventos públicos; esperar a que la gente se enferme y luego
ocuparse de los casos graves.
Podríamos llamar a este enfoque la respuesta maltusiana. El más
reaccionario de los economistas clásicos de principios del siglo XIX fue
el reverendo Thomas Malthus, que esencialmente sostuvo que había
demasiados pobres «improductivos» en el mundo, por tanto las plagas y
las enfermedades eran necesarias e inevitables para hacer las economías
más productivas.
El periodista conservador británico Jeremy Warner acaba de argumentar
que la pandemia del Covid-19 «como mata principalmente a los ancianos
desde una perspectiva económica totalmente desinteresada, el COVID-19
podría incluso resultar ligeramente beneficiosa a largo plazo al
sacrificar a los ancianos dependientes». Respondiendo a las crítica por
su alocución dijo: «Obviamente, para los afectados es una tragedia
humana, sea cual sea la edad, pero la economía, no es la suma de las
miserias humanas».
Por este tipo de opiniones a principios del siglo 19 Marx llamó a la economía “la filosofía de la miseria”.
La razón por la que los gobiernos de los Estados Unidos y el
Reino Unido no imponen (todavía) medidas draconianas, como lo hizo China y
ahora Italia (tardíamente) es porque inevitablemente se empinará la curva de una
recesión macroeconómica.
En China o en Italia el aumento de las distancias sociales ha
requerido el cierre de escuelas, universidades, negocios no esenciales, y
el confinamiento de la mayoría de la población en sus domicilios.
Pero, aunque algunas personas pueden trabajar desde casa, esto sigue
siendo una pequeña fracción de la fuerza laboral total. Incluso si
trabajar desde el hogar es una opción, la interrupción a corto plazo de
las rutinas laborales y familiares con toda probabilidad afectará la
producción . En resumen, la mejor política de salud pública sumerge a la
economía en un repentino parón. Un shock de la oferta.
El daño económico sería considerable. Gourinchas intenta modelar el
impacto. A partir de una línea de base el escenario más probable es que
las medidas de contención reduzcan la actividad económica en un 50% el
primer mes y en un 25% el segundo mes. «Este escenario, explica
Gourinchas, daría un brutal golpe al PIB mundial, provocaría una
disminución del crecimiento anual de la producción del orden del 6,5% . Y
el cierre en el segundo mes hará disminuir el crecimiento anual hasta
casi el 10%» en relación al año anterior.
Como punto de comparación, la disminución del crecimiento en los EEUU
durante la «Gran Recesión» de 2008-09 fue de alrededor del 4,5%.
Gourinchas concluye que «estamos a punto de ser testigos de un descenso
que podría empequeñecer la Gran Recesión».
En el punto álgido de la Gran Recesión, la economía estadounidense
estaba perdiendo puestos de trabajo a un ritmo de 800.000 trabajadores
al mes, pero a pesar de estas cifras una gran mayoría de la gente estaba
empleada y trabajando. La tasa de desempleo llegó a un máximo de «sólo»
el 10%. Por el contrario, el coronavirus está creando una situación en
la que – por un breve período de tiempo – el 50% o más de las personas
no pueden trabajar. El impacto en la actividad económica es
comparativamente mucho mayor.
El resultado es que la economía, al igual que el sistema de salud, se
enfrenta a un problema de «aplanamiento de la curva». La curva roja
muestra la producción perdida durante una fuerte e intensa caída,
amplificada por las decisiones económicas de millones de agentes
económicos que intentan protegerse recortando el gasto, dejando de lado
la inversión, reduciendo el crédito y, en general, achicándose .
¿Qué hacer para
aplanar la curva?
Bueno, los bancos centrales pueden y están proporcionando
liquidez de emergencia al sector financiero. Los gobiernos pueden desplegar
medidas fiscales discrecionales y específicas o realizar programas para apoyar la actividad
económica.
Estas medidas podrían ayudar a «aplanar la curva
económica», es decir, limitar la pérdida económica, como en la curva azul,
manteniendo a los trabajadores pagados y empleados, de manera que puedan
cumplir con las facturas o que las facturas se retrasen o se cancelen durante
un período. Las pequeñas empresas
podrían ser financiadas para soportar la tormenta y los bancos rescatados, como
en la Gran Recesión del 2008 .
Pero una crisis financiera sigue siendo un alto riesgo. En los Estados Unidos, la deuda corporativa
ha aumentado y se concentra en bonos emitidos por las empresas más débiles (BBB
o inferior).
Y el sector de la energía está siendo golpeado con un doble porrazo,
ya que los precios del petróleo se han desplomado. Las primas de riesgo de los
bonos (el costo de los préstamos) se han disparado en los sectores de la
energía y el transporte.
La flexibilización monetaria no será suficiente para aplanar la
curva. Los tipos de interés de los bancos centrales ya están cerca o,
por debajo de cero. Y las enormes inyecciones de crédito o dinero en el
sistema bancario serán como «empujar una cuerda, necesariamente se
doblará. Su efecto sobre la producción y la inversión será insuficiente.
La financiación barata no acelerará las cadenas de suministros ni hará
que la gente quiera viajar de nuevo. Tampoco ayudará a las ganancias
corporativas si los clientes no están gastando.
La principal mitigación económica tendrá que venir de la política
fiscal. Los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial
han ofrecido 50.000 millones de dólares. Los gobiernos nacionales están
lanzando programas de estímulo fiscal. El Reino Unido anunció un gran
gasto en su último presupuesto y el Congreso de los Estados Unidos ha
acordado un gasto de emergencia.
Pero, ¿será suficiente para aplanar la curva si dos meses de
cierre hacen retroceder a la mayoría de las economías a un asombroso 10% ?
Ninguno de los paquetes fiscales actuales se acerca al 10%
del PIB. De hecho, en la Gran Recesión,
sólo China facilitó esa cantidad. Las
propuestas del gobierno del Reino Unido ascienden a sólo el 1,5% del PIB,
mientras que las de Italia son del 1,4% y las de EE.UU. a menos del 1%.
Existe la posibilidad de que a finales de abril hayamos
visto el número total de casos llegar a su máximo y la epidemia comience a
disminuir. Eso es lo que los gobiernos
están esperando. Si ese escenario
optimista ocurre, el coronavirus no desaparecerá. Se convertirá en otro patógeno similar a la
gripe (del que sabemos poco) que nos golpeará cada año como sus
predecesores.
Pero dos meses de encierro causarán un enorme daño económico. Y los
paquetes de estímulo monetario y fiscal previstos no van a evitar una
profunda caída, aunque se reduzca la «curva» hasta cierto punto. Lo
peor está por venir.
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