Fuentes: Blog personal
El viernes la OMS declaró que el epicentro de la pandemia ya no era
China, sino Europa, pero bien pronto la situación más crítica podríamos
tenerla en Estados Unidos. Que Estados Unidos se sitúe en el ojo del
huracán parece pulverizar la tesis, lanzada ya en febrero por el centro
antiimperialista Global Research, de que el origen de la
pandemia estuvo en Estados Unidos y que su gobierno la utilizaba “para
poner a la economía china de rodillas”.
El
ayatolla Jamenei, líder supremo de Irán, ha seguido esa estela y ha
dicho que la pandemia podría ser un “ataque biológico” contra
China e Irán, pero a la vista de los perjuicios que se esperan en
Estados Unidos de lo que se trataría, más bien, sería de una gran
chapuza y una enorme estupidez.
No
es que la pandemia haya puesto a “la economía china de rodillas”,
sino a la “economía” en general. Y no solo porque lo primero
implique lo segundo (dado el tamaño y el papel global de la economía
china), sino por la simple razón de que el único medio para
controlar la epidemia es, precisamente, matar la economía.
Eso
es algo que ya dicen los habituales analistas y estrategas de
mercado. Lo más probable es que la pandemia no sea contenida hasta
junio, si todo va bien. Europa, dicen, estará en recesión el primer
y segundo trimestre. Italia, seguramente todo el año 2020, igual que
Alemania, cuyo fuerte vector exportador se revela ahora como talón
de Aquiles. Francia, en cambio, por mal que vayan las cosas, podría
salir algo menos malparada a causa de la mayor diversificación de su
economía. Respecto a Estados Unidos, seguramente conocerá recesión
en el segundo trimestre y su tasa de “crecimiento” se reducirá a
un 1%… Todo esto son detalles al lado de las posibles repercusiones
sobre los mercados financieros.
Como
advertía Thomas Piketty bien antes de la pandemia, la situación de
las finanzas es más crítica ahora que en 2007, en vísperas del
hundimiento. Las burbujas se han inflado, la estructura financiera
global está aún más degradada y es más inestable que entonces.
Como explica Nomi Prins, después de la crisis de 2008, la política
de dinero barato e incluso con interés negativo de los bancos
centrales convirtió a estos en una especie de cajeros automáticos
para el sistema bancario mundial y los mercados financieros, lo que
hizo crecer las burbujas. Gran parte de ese dinero barato de los
bancos centrales y sus beneficios fueron a parar a manos del 1% más
rico. “Como el Doctor Frankestein, el experimento se convirtió en
el monstruo e incrementó aun más las desigualdades”.
Los
montos de dinero adoptados en la Unión Europea para prevenir nuevas
quiebras son manifiestamente insuficientes. Y lo que es peor: el
recurso a una nueva expropiación de las clases medias y bajas en
favor de los superricos, a base de recortes y de conversión de deuda
privada en deuda pública, será toda una invitación a la revuelta
social, pues un segundo atraco difícilmente será comprendido.
Claro, todo depende de cuanto duren las parálisis de la pandemia,
esa “muerte de la economía”, pero todo indica que se abrirán
condiciones extraordinarias para un replanteamiento general de esa
“economía”, de nuestra manera de vivir. Si por una vez lo humano
-la salud pública- se pone por delante del beneficio, ¿por qué no
proseguir por esa senda y de paso solucionar, por ejemplo, la crisis
climática?
“Las
emergencias sanitarias hacen que los países cancelen normas sagradas
para el capitalismo y tomen medidas muy potentes sin esperar a
consensos internacionales. Ahora mismo los gobiernos están aprobando
medidas unilaterales sin esperar al resto. Si se les da a elegir
entre el comercio o proteger a la población, eligen lo segundo, y
eso es algo que no está ocurriendo con la crisis climática”,
constata Javier Andaluz en un clarificador artículo de Alejandro
Tena publicado por Público: La
crisis climática: otra gran pandemia pero sin medidas urgentes.
Volviendo
a Estados Unidos, Bernie Sanders dijo el lunes que el impacto de la
pandemia en su país, en muertes, “será en la escala de una gran
guerra”. “Nadie sabe cuantas muertes tendremos pero podrían
igualar o superar las víctimas americanas que vimos en la Segunda
Guerra Mundial”. Es un pronóstico respaldado por científicos como
el director del National Institute of Allergy and Infectious
Diseases, Anthony Fauci. Si Trump, que ya ha declarado materia
reservada todos
los debates de la Casa Blanca sobre la pandemia, es incapaz de
entender eso, habría que poner la crisis en manos de, “una
autoridad de expertos capaz de guiarse por las recomendaciones
científicas y en los hechos”, dice Sanders. ¿Peligra la
reelección de Trump? ¿Podría abrirse un momento
Roosevelt-New Deal
en la sociedad de Estados Unidos?
Desde
hoy, Sanders va a hacer bandera principal del sistema de sanidad
universal en el país. La pandemia convierte su ausencia no solo en
un asunto de justicia, sino también de seguridad
nacional. En un
país en el que, según se reveló en 2017, tres personas (Bill
Gates, Jeff Bezos y Warren Buffett) son más ricas que la suma de la
mitad de la población menos favorecida del país (160 millones), los
38 millones de ciudadanos que viven por debajo del umbral de pobreza,
los 15 millones de hogares que sufren precariedad alimentaria y los
más de medio millón de sin techo, van a sumar ahora las penalidades
de la pandemia, cuyos efectos serán diferentes para ricos y pobres.
La consideración vale globalmente para todos los pobres del mundo,
por lo que, en medio de sus dramas, la pandemia contiene también una
invitación a replantear la solidaridad y paliar la desigualdad entre
sectores sociales y territorios.
Calentamiento,
desigualdad y proliferación militarista de recursos de destrucción
masiva, son los tres retos
de siglo que la
humanidad tiene por delante. El mensaje está ahí, como oportunidad
dentro de la pandemia, por si queremos atenderlo. En los próximos
meses si Estados Unidos entra en el ojo del huracán, podría
convertirse en el mejor terreno de prueba.
(Publicado
en Critic)
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