Los
bicentenarios estados latinoamericanos fueron creados como estados
laicos. Estado laico, jurídicamente significa que las cuestiones
religiosas deben ser practicadas en el ámbito privado. Ningún gobernante
debe utilizar su cargo para propagar su fe religiosa, no sólo porque
contraviene la libertad religiosa de los otros, sino porque el poder que
ejerce proviene del pueblo, no del designio divino.
La
laicidad estatal, constitutivo de los estados modernos, se legisló para
prevenir a la humanidad de repetir el sangriento oscurantismo medieval
que en nombre de Dios se degollaron y saquearon pueblos enteros. Por
ello, a partir del siglo XVIII y XIX, se prohibió constitucionalmente el
uso y abuso del “recurso” Dios para fines políticos.
Pandemia de COVID-19 y Dios
La
actual pandemia del COVID-19, que sacude las certezas socioculturales
modernas de Europa, activa las incertidumbres y creencias religiosas
latentes en sociedades latinoamericanas y de sus gobernantes.
El
Presidente de Guatemala, convoca y declara “sábado de ayuno y oración
nacional” para clamar a Dios que libere a Guatemala del COVID-19.
Gobernantes de Brasil, Bolivia, Honduras… proclaman “milagros de
sanidad” en nombre de Dios… Pero, se resisten aceptar la “solidaridad
chino-cubano” para controlar la pandemia de COVID-19.
¿Cómo
puede un gobernante pedir más ayuno a su pueblo que ya vive los 365 del
año en ayuno forzado? ¡En Guatemala cerca de 7 de cada 10 personas pasa
hambre todos los días! Aquí hay más iglesias que centros de salud. Más
pastores que médicos o profesores…
Lo que buscan los
gobernantes con sus invocaciones a Dios es afianzar el sentimiento de
culpa colectiva en sus súbditos creyentes por la “desgracia del
COVID-19”. Legitimar el poder estatal en el poder divino (ya que carecen
de legitimidad social). De este modo, anular cualquier probabilidad de
rebeldía popular ante el Estado de Sitio planetario.
Viruela y Dios en la Colonia y la República
La
invasión y el saqueo de los pueblos por parte las huestes europeas, a
partir del siglo XVI, no hubiese sido posible sin el recurso del Dios
cristiano. Lo que no podían los milicianos, lo hacían los curas
doctrineros. Pero estos doctrineros cristianos lograron someter a los
aborígenes rebeldes sembrando el pánico mediante las pandemias como la
viruela, la sífilis, etc.
El mensaje de los doctrineros de
la invasión fue: “Por vuestra desobediencia Dios envía la viruela como
castigo”. Incluso durante los primero años de la República, la viruela
siempre fue un aliado para que los conservadores derrotasen a los
liberales. En Centro América, a Francisco Morazán no derrotó Rafael
Carrera, lo hizo el impacto social de la retórica de: “por culpa de los
liberales Dios castiga a Guatemala con la viruela”.
No fue
la idea de progreso/democracia la que derrotó a la insurgencia
socialista en la región durante la segunda mitad del pasado siglo. Fue
el mensaje de: “América Latina para Cristo” propagado por los
neopentecostales enviados desde los EEUU. Tampoco es el discurso
neoliberal el que viene derrotando a las democracias en América Latina,
es la prédica de la teología de la prosperidad que desactiva la
responsabilidad ciudadana de los latinoamericanos para convertirlos en
consumópatas, muy a pesar de sus limitaciones económicas.
El
COVID-19, pasará. No viene para quedarse. Lo que sí quedará, empeorará,
son las condiciones de miseria, y de anulación humana, en la que
sobremorirán las y los millones de creyentes, bautizados o no, titulados
o no, en América Latina y el mundo. Mientras, pastores, gobernantes y
empresarios cristianos, seguirán en su banquete neoliberal. Y ¿Dios?
Ollantay Itzamná
Defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos
@JubenalQ
https://www.alainet.org/es/articulo/205520
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