Sobre los dilemas e inercias de los gobernantes durante la pandemia
Fuentes: Blog personal
Ante una crisis de gran alcance histórico en la que hay millones de
vidas humanas potencialmente en juego como la que estamos entrando, el
sentido común le sugiere a la lógica imperante una pausa, un receso, una
jornada de descanso como la que el propio creador se concedió. Nada de
eso: el imperio no cierra en domingo.
Felices
eran los días en los que nos preocupaba el riesgo de que Trump
desencadenase una guerra contra Irán, la virulencia de las
artificiales tensiones con Rusia, la intensa guerra comercial y
propagandística contra China, o los incendios de California o
Australia. Se evitó el bombardeo americano de Irán, pero las
sanciones de Washington -el Secretario de Estado, Mike Pompeo, acaba
de anunciar su refuerzo- están incrementando allá los efectos de la
pandemia. Es imposible comprar medicinas y suministros esenciales
cuando, según la reputada Universidad Sharif de Tecnología de
Teherán, ya se están produciendo; una muerte cada diez minutos, 50
nuevos afectados por hora (viernes,20 de marzo), y se barajan
escenarios de 3,5 millones de muertos. Eso sería más del triple de
la mortandad causada por la guerra con Irak de los ochenta. En la
actual coyuntura -y eso vale igual para Cuba, Venezuela, Corea del
Norte, Siria y otros- las sanciones son puro terrorismo.
Mientras
en California se están abriendo las cárceles en previsión de un
contagio generalizado, en Gaza hay dos millones de palestinos -con 60
UCIs para todos y 1,2 camas por mil habitantes- encerrados y privados
por Israel de suministros fundamentales. La inercia es la de siempre.
UE:
Había una vez un circo
En
Europa el espectáculo es sobresaliente. El 4 de marzo Alemania
decretó una prohibición de exportación de artículos de protección
médica al resto de la UE. El ministro de sanidad alemán, Jens
Spahn, respondió dos días después a las críticas de Bruselas,
diciendo que la UE debía prohibir tal exportación al exterior de su
espacio en lugar de criticar. Ante el escándalo, Alemania introdujo
el día 12 algunas excepciones en su prohibición, entre indicios de
que su principal agencia de control y prevención de enfermedades, el
Robert Koch
Institut está
embelleciendo a la baja las cifras de muertos y afectados en el país.
En
esas circunstancias, Italia dirigió su petición de ayuda a China,
Cuba y Venezuela -países objeto de sanciones europeas- después de
que “ni un solo país de la UE” respondiera a sus peticiones,
según el embajador italiano ante la UE, Maurizio Massari. Instalada
en una “lógica nacional” hacia sus socios, Alemania, “se ha
cargado las últimas ilusiones” sobre la UE, se lee en un diario
tan europeísta como La
Repubblica. Las
prohibiciones exportadoras de la UE eran citadas por el Presidente
serbio Aleksandr Vucic en una carta a Xi Jingping en estos términos:
“la prohibición nos ha llegado de la misma gente que nos
aleccionaba diciendo que no debíamos comprar productos chinos”. En
la crónica europea se echan a faltar informes sobre Grecia, cuyo
sistema de salud fue particularmente devastado por la inflexibilidad
europea.
El
12 de marzo Trump anunciaba su prohibición de viajar a Estados
Unidos para los ciudadanos de la zona Schengen. Bruselas denunció la
medida como una estupidez populista. Cuatro días después, el 17 de
marzo, Bruselas prohibía todos los viajes entre países no europeos
y la UE durante 30 días…
La
pandemia retrata a cada uno. A Trump, por ejemplo, ofreciendo mil
millones a la empresa alemana CureVac
para hacerse con la exclusiva de un supuesto tratamiento contra el
virus. En esa foto de grupo, China es la que sale más favorecida,
pese a la masiva reeducación de los uigures, a la falta total de
complejos a la hora de instalar su sistema de vigilancia ciudadana
por puntos y al resto de la lista que la realidad -y también la
propaganda- acumula contra ella. Como lamenta un comentarista del
Wall Street
Journal: “hay
indicios de que China espera usar la crisis para fortalecer su
posición global”. Otro observador de mayor calidad, Patrick
Cockburn, resume así la situación: “Al fracasar en una respuesta
coherente ante la amenaza y acusar a los extranjeros por su difusión,
Trump ha arrinconado a Estados Unidos y socavado el papel hegemónico
que ha desempeñado desde la Segunda Guerra Mundial. Incluso si Biden
es el próximo presidente, en el mundo post pandemia Estados Unidos
habrá perdido su indiscutible primacía”.
Dilemas
y estrategias de los gobiernos
Con
su estricta política de contención en el foco inicial e intenso
intercambio de información con el resto del mundo, China ayudó a
Occidente a prepararse. Brindó tiempo. El hecho de que esa política
exitosa fuera también practicada en lugares como Taiwán o Corea del
Sur, invalida el tontorrón argumento de la “ventaja de la
dictadura”. La diferencia que habrá que explorar apunta más bien
a mentalidades colectivas, prácticas de buen gobierno y prioridades
gubernamentales. No se trata de China, sino de lo que podríamos
llamar “estrategia de Asia Oriental”.
Sea como fuere, Occidente ha perdido un tiempo precioso al vacilar a
la hora de aplicar una política que al final no ha sido de estricto
confinamiento a la china, ni de control generalizado a base de test,
sino de relativa restricción de movimientos. Ahora ya, uno tras
otro, los gobiernos europeos, en Italia, España, Francia, Austria… se
pronuncian por la ampliación temporal de sus medidas restrictivas que
los científicos califican de insuficientes y claman desesperadamente
como causa de futuros males mayores.
La vacilación de los gobiernos occidentales también tiene que ver con
el enorme dilema que esta crisis plantea: para contener la pandemia hay
que matar la economía. Si se trata de dos o cuatro semanas de quietud,
como pensaban inicialmente en la UE, el asunto era serio, pero si se
trata de seis semanas, o de algunos meses, entonces a lo que se
enfrentan los gobiernos es a un colapso económico con hundimiento del
sector servicios, depreciación bursátil, contracción del consumo y las
exportaciones y, finalmente, millones de despidos laborales.
Tal es el dilema al que se enfrentan hoy los que mandan en Occidente: o se opta por una larga hibernación, con lo que la pandemia se contendrá pero la “economía” se hundirá, o se opta por la actual restricción soft
con la economía en apuros y una gran mortandad. Al día de hoy
seguramente nadie sabe cual de las dos opciones es más dañina, pero lo
que está claro es que lo primero no es computable para quienes
representan políticamente los intereses de los más ricos, porque el
capital tampoco cierra los domingos.
Mientras
en Francia, Italia y España, los gobernantes, aprueban dineros y
subsidios especiales, discursos y actitudes como las de Boris
Johnson, Angela Merkel, Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros,
evidencian, la opción por el “abierto las 24 horas”: cualquier
cosa menos el colapso económico. Johnson, y al parecer también los
holandeses y suecos, ha dibujado un cierto “laissez
faire” a la
pandemia. Merkel ha añadido un cierto fatalismo. Todo ello cosido
por la sugerencia del darwinismo social: que sobrevivan los más
fuertes, confiémonos en la “inmunidad colectiva”, etc. En su
discurso del miércoles, la canciller alemana no propuso nada,
ninguna medida. Cero. “Estoy completamente segura de que
superaremos esta crisis, pero ¿cuantas víctimas habrá? ¿cuantos
seres queridos perderemos?” dijo, antes de apelar a la “disciplina
de cada cual”. Y ahí lo dejó.
Opciones
como suprimir los planes de rearme de la OTAN (400.000 millones para
los 29 estados miembros en los próximos cuatro años), o subir un
20% los sueldos de los más expuestos, profesionales de la sanidad,
repartidores, dependientes de comercio, conductores, son medidas de
sentido común que deberían estar en los discursos de todos.
La
crisis económica y social que se dibuja abrirá ciertamente algunas
oportunidades, hemos
dicho, desde
nuestra ligera ignorancia, que la pandemia contiene ciertas
oportunidades de cambio, , pero lo que va a abrir a corto plazo, y
con toda certeza, es un sufrimiento humano enorme, y muy
especialmente entre los más débiles, pobres y vulnerables. De la
misma forma en que no es lo mismo el confinamiento en un piso-colmena
del extrarradio que en una amplia villa con jardín, tampoco es lo
mismo vivir con la mitad para los que tienen mucho, o suficiente, que
para quienes no llegan a fin de mes o están en precario. Somos una
sociedad dividida en clases.
(Publicado
en Ctxt)
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