La pandemia actual evidencia aspectos sociales, culturales e
ideológicos no tan visibles durante la “normalidad” de nuestras vidas.
¿Cómo nos comportamos cuando suponemos en riesgo nuestra salud? Dos
grandes respuestas están a la vista: quienes hacen y deshacen sin medir
las consecuencias (individualismo a ultranza) y quienes actúan
responsablemente y conscientemente (comunitarismo intuitivo).
La pandemia actual evidencia una verdad de Perogrullo: si hay más
tránsito y concentración de personas hay más riesgo de
agravamiento del problema (con sus consecuencias ya archipublicadas)
y si, en cambio, hay menos tránsito y menos concentración de
personas hay menor riesgo de agravamiento del problema y tal vez
mejores opciones de que el sistema de salud logre atender lo que
resulte inevitable.
La pandemia
actual evidencia que frente a la evidencia antes señalada, gran
cantidad de personas deciden actuar pensando únicamente en sí
mismas y solo su entorno. De esta forma, sus días transcurren como
si nada estuviera pasando, es decir, haciendo caso omiso de los
riesgos concretos ya señalados por los organismos pertinentes. Hacer
como que no pasa nada es tomar la decisión consciente de poner en
riesgo la salud de otres. Más grave aún resulta cuando quienes
toman esta actitud se sienten imperturbables ya que no pertenecen a
grupos de riesgo pero, ¿inconscientemente?, ponen en riesgo la salud
del conjunto de la población.
La pandemia
actual evidencia que las redes sociales no necesariamente actúan
como herramientas de prevención y de difusión de análisis de
conocimiento científico o de utilidad social sino más bien como una
red casi sin filtros que abona a la dispersión de placas y mensajes
falsos que, a su vez, abonan al desarrollo de la estupidez universal
que, como se sabe, no tiene límites. Las redes sociales –tal como
están dadas- fomentan la campaña de destrucción del pensamiento en
tanto herramienta de análisis a través del uso de la la crítica y
de la lógica, reemplazando el pensamiento por la repetición de
frases y de seudo razonamientos con los que el pobre
estúpido/receptor/repetidor siente además que ha salido de la media
e ingresado al universo de los “vivos” que han descubierto las
verdades ocultas de un sistema conspirativo –además del control
social a través de los sistemas de inteligencia y la concentración
de información en dos o tres holdings.
La pandemia
actual evidencia que la voluntad de análisis del progresismo
superficial y de la izquierda nominal han caído en picada. El
conspirativismo militante seudo progresista no dista demasiado del
vuelo intelectual del terraplanismo. Suponer y sólo suponer (ya que
no hay documentos que respalden ninguna “teoría” en ronda) que
todo es un plan para vender barbijos resulta una perspectiva de
análisis tan elaborada como la conspiración mundial de los
guardianes de la tierra horizontal. Nadie descubre nada si denuncia a
-y es saludable que se publique el oportunismo de- quienes aprovechan
la situación para lucrar (y claro que hay mucho de esto) pero no
puede buscarse el origen capitalista del problema en argumentos
superficiales. Sí, claro está, puede –y debe analizarse,
denunciarse y probarse- atribuírsele responsabilidad al modelo
civilizatorio capitalista en tanto ha construido un modelo de vida,
alimentación, ambiente, cultura, etc., que no resuelve la vuelta
cíclica de pandemias que nos ponen en riesgo a millones y millones.
Sí, claro está, hay responsables concretos que ocupan gerencias,
presidencias, bancas y organizaciones que toman las decisiones que
nos llevan a escribir estas líneas y a buscar prevención en el
contexto de esta pandemia.
La pandemia
actual evidencia que las empresas agrupadas en holdings que cuentan
con medios de comunicación social siguen siendo poco confiables en
tanto priorizan sus intereses de especulación de ganancia económica
frente a la responsabilidad social de informar. El amarillismo y el
oportunismo mediático en favor de intereses económicos han primado
a la razonabilidad de actuar como parte de un sistema concreto de
comunicación que tenga impacto concreto en el cuidado de la salud de
la población.
La pandemia
actual evidencia que los problemas de salud pública -en términos de
la suerte que corre la población mundial- dependen, en último
instancia, de la disputa ideológica profunda que pervive entre el
individualismo y el comunitarismo.
La pandemia
actual evidencia, en este sentido, que el capitalismo como modelo
civilizatorio es incapaz de protegernos dado que su base filosófica
reside en la primacía de los intereses y de las supuestas libertades
individuales por sobre los intereses sociales. Les liberales suponen
que la aplicación de la voluntad social sobre sus deseos
individuales restringe sus libertades y violenta sus derechos. En
cambio, el ejercicio de esas voluntades individuales y de esos
espíritus pretendidamente libres condena al conjunto a sufrir
consecuencias no deseadas.
La pandemia
actual evidencia que, si bien hay pleno acuerdo sobre la inviabilidad
de un sistema estatista que concentre todo a modo socialismo del
siglo XX, es urgente y sobre todo necesario tomar una actitud
proactiva –no melancólica- respecto de la inviabilidad del
capitalismo en tanto sistema de ideas que opera exacerbando el
individualismo –es decir, las actitudes irresponsables que ponen en
riesgo al conjunto por capricho individual- con el consecuente
discurrir hacia el debate central: ¿qué modelo?
La pandemia
actual evidencia que el tema de fondo en torno de si prima lo
individual frente a lo común pone sobre el tapete un tema que los
ideólogos capitalistas insisten en dar por muerto y que,
paradójicamente, la muerte devuelve a la vida: ¿qué modelo no
capitalista puede cuidarnos de la barbarie cíclica que este sistema
garantiza como único futuro?
La pandemia
actual evidencia que este debate es necesario puesto que el
capitalismo tiende a naturalizar -para los que no concentramos
riquezas- enfermedades y destinos fatales: a nadie alarma seriamente
el hambre, que según datos oficiales afecta a dos tercios de la
humanidad. El hambre y las enfermedades del hambre se cobran mayor
cantidad de víctimas fatales de manera sistemática, en relación a
estas pandemias cíclicas.
La pandemia
actual evidencia tantas cosas evidentes, que dan vergüenza. ¿Será
esa vergüencita que da por un rato cuando miramos un niño con la
panza hinchada en África o en India antes de ir al shopping o será
esa vergüenza capaz de retorcer las tripas de la conciencia social?
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