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lunes, 16 de marzo de 2020

Una favela verde rompe el ruido y genera autosustento en las cercanías de San Paulo

Desde otras ciudades


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▲ La responsable de este invernadero, durante el proceso de relleno de composta previo a la plantación.Foto Afp
Con orgullo, Lia dice: Aquí tenemos tomillo, albahaca, cúrcuma, tres tipos de menta, lavanda y pronto tendremos fresas, al hablar del sorprendente inventario botánico en la favela verde Vila Nova Esperança, ubicada a las afueras de la congestionada ciudad de San Paulo.
En medio de un gran huerto, esta mujer de 57 años instruye a un joven que lleva una carreta cargada con la tierra roja sobre la que crece de todo: papaya, plátanos, bugambilias fucsias y hortensias rosadas.
También tenemos muchas plantas medicinales, cuenta Lia, quien desde hace 10 años fue elegida como líder de su comunidad. En este huerto ecológico también hay un rico invernadero con plantas en macetas y composta.
La favela verde reutiliza todo lo que puede y trata de atenerse a la ética de la permacultura. A una hora del centro de San Paulo, la comunidad de Vila Nova Esperança, erigida sobre un morro que domina la exuberante mata atlántica, busca respetar el medio ambiente, ser autosuficiente y compartir.
Las instalaciones dE esta comunidad de 3 mil residentes han recibido varios premios por su propuesta ecológica. Lia la esperanza, como también se la conoce en la favela.
En 2003, cuando llegué a Vila Nova Esperança, no había nada, recuerda Lia. Hoy tenemos un circo-teatro, una biblioteca para aportar cultura a los habitantes, una cocina comunitaria, un lago donde los niños se pueden bañar y este huerto que no para de crecer.
Llegó a la favela en 2003 huyendo de un esposo violento. La comunidad carecía de todo, hasta de electricidad, pero rápidamente topó con las autoridades locales. En 2006 descubrí un proceso para sacar a la gente de la zona bajo el cargo de degradar el lugar y donde querían crear un área de protección ambiental.
Cinco años después, la comunidad resistió a más de 30 policías armados y vestidos de civil que llegaron a expulsar a todo el mundo a golpes y con gas pimienta, cuenta Lia.
Posteriormente, ella quiso brindar educación ambiental a sus vecinos y enseñar a los residentes a cultivar sus propios alimentos.
Vila Nova Esperança también debe enfrentar la falta de recursos, donde uno de cada cinco habitantes es desempleado. La alcaldía otorgaba un bono de mil 50 reales al mes (244 dólares) para remunerar un salario de seis horas (de trabajo diarias), pero pronto lo cortarán, afirma Lia.
Si el bono se acaba va a ser duro, pero no vamos a parar de trabajar, dice esta mujer que se entristece por la falta de entusiasmo de algunos vecinos con el proyecto.
Afp

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