El
31 de diciembre de 2019 apareció el coronavirus (COVID-19) en Wuhan,
China. Si bien esto explica la velocidad de la caída de las bolsas, no
es suficiente para explicar por qué se asemeja a lo vivido en la crisis
de 2008 – 2009. Desde antes de su aparición, las perspectivas económicas
mundiales para el 2020 eran aun menores que para 2019. El impacto que
se ha presentado no se puede comprender sin entender la importancia de
China en las cadenas globales de valor. China es la fuente de 5 ramas de
la economía mundial: farmoquímica, automotriz, aeronáutica, electrónica
y telecomunicaciones. El cierre de las fábricas y del comercio de China
frena la producción de estas 5 ramas en el mundo.
El
impacto es una desaceleración inmediata de la producción mundial, hasta
llegar a su detenimiento. El origen de esto es el orden mundial
establecido en 1990 por EEUU, cuando cayó el muro y simultáneamente se
integró China al comercio mundial, con lo que se creó la posibilidad de
la ley de un solo precio. El otro lado es la apuesta por la energía
fósil, en un mundo que camina hacia las energías limpias. Esto lo hace
de forma antagónica a China, quien se ha convertido en el eje de la
nueva dinámica económica, con el cambio de matriz energética hacia
energías limpias, y quien está en la vanguardia tecnológica global.
Si
bien China comienza a tener consecuencias en su sector manufacturero,
los estragos que el mundo sufre son cada vez de una mayor magnitud. En
febrero de 2020 el Índice de Gestores de Compras de China (PMI por sus
siglas en inglés) tuvo una caída de 50 a 35.7% tal como se observa en la
gráfica 1. Esto mismo se podría anticipar para las economías
industrializadas eslabonadas con China en los próximos meses, ya que hay
un rezago del impacto, principalmente por los inventarios existentes y
por la carga en camino. Este rezago será de un trimestre como mucho. Si
China reabre se habrá perdido un trimestre de producción, si China no
reabre pronto la pérdida podría ser hasta de un semestre de producción.
Por
el lado de los países exportadores de materias primas hay una
disminución de precios que se ha agudizado y una caída en el volumen
exportado, impactando sobre su crecimiento económico aún más. Los
primeros impactos ya se sienten en los ingresos de las exportaciones y
se pueden apreciar en la depreciación de las monedas en todos los países
de América Latina. Igualmente se puede ver la caída en los índices de
bolsa ante la anticipación de recesiones en la región.
Índices
como el Baltic Exchange Dry Index (BEDI) y el Dow Jones Transportation
Average (DJTA), que miden los volúmenes de carga, contratos de envíos de
mercancías y precios en medios marítimos, ferroviarios, aeroespaciales y
terrestres, muestran que ya existe una caída de comercio mundial que
pronto se verá reflejada en las cadenas de valor. De acuerdo con datos
de Bloomberg, el BEDI cayó del máximo a mediados de septiembre de 2019 a
un mínimo el 10 de febrero, lo que significó una caída del 84% en el
índice. Por su parte el DJT cayó del máximo del año un 36% al 12 de
marzo, indicando la caída del comercio dentro de Estados Unidos. Todo
esto ha afectado a la demanda de petróleo. Aunado a ello, el 8 de marzo
Arabia Saudita anunció que reduciría sus precios y aumentaría la
producción, lo que sumado a la producción rusa, hizo que los precios del
crudo cayeran 20% en marzo del 2020. Esto impacta en América sobre las
economías de EEUU, México, Colombia, Venezuela y Ecuador siendo
Venezuela el más golpeado seguido de Ecuador y Colombia.
En
29 días, desde el 12 de febrero al 12 de marzo, la bolsa de Nueva York
se cayó 24.9%, el NIKKEI de Tokio 22.2%, el DAX alemán 33.4%, el FTSE
30.5%; mucho mayor que las bolsas de Straits de Singapur 16.9% y
Shanghai 0.1%. Una bolsa más castigada es la italiana 38.3%. En América
Latina, la bolsa en México cayó 18.6%, en Sao Paulo, 37.8%; Santiago,
19.9% y Lima 23.7%. Estas caídas son más violentas que las caídas entre
15 de septiembre y el 15 de octubre de 2008. La diferencia es que en el
2008 las bolsas venían descendiendo desde agosto de 2007. Esta vez las
bolsas iban al alza a pesar que la producción global viene en
crecimientos descendentes desde marzo del 2018.
Estas
caídas han impactado en los rendimientos de los bonos a 10 años de EEUU,
Alemania, Reino Unido que están en mínimos históricos. Hay una
recomposición de cartera hacia el dólar que ha producido depreciaciones
en todas las monedas, lo que encarecerá las importaciones y restringirá
el consumo de bienes importados en el mundo. Por primera vez en la
historia, el rendimiento de los bonos estadounidenses a 10 años cayó por
debajo del 1% de rendimiento, debido al recorte de 0.5% de la tasa de
los fondos federales por parte de la Reserva Federal. La decisión se
tomó en una reunión extraordinaria, situación no vista desde la crisis
de 2008.
Los problemas económicos de fondo han sido
puestos en evidencia de manera accidental por el surgimiento del
COVID-19. La idea de las cadenas globales de valor pensadas desde el
abaratamiento de costos ha generado una fragilidad productiva no
calculada y cuyos efectos recién se van a estudiar. Lo indudable es que
la incertidumbre sobre la dinámica de la economía real ha impactado
sobre las expectativas en las bolsas de valores y en crecimiento
económico del mundo. El resultado es una depreciación general de las
monedas con una apreciación del dólar, lo que tendrá como resultado una
contracción del consumo en el mundo en los años 2020 y 2021 por lo
menos. La reactivación de la producción, cuando sea que se produzca,
será más lenta que la dinámica previa. La nueva década será una de
transformación energética y de nuevas tecnologías.
- Oscar Ugarteche, Investigador titular “C”, IIEc-UNAM, SNI III Conacyt, coordinador del obela.org
- Alfredo Ocampo, Facultad de Economía, Miembro del obela.org.
Fuente: Observatorio Económico Latinoamericano – OBELA, Num.05, Año 2020, 13 de Marzo
https://www.alainet.org/es/articulo/205263
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