“Que el
capitalismo encuentre límites que no puede franquear no significa en modo
alguno el fin de la dominación política y social de la burguesía, menos aún su
muerte, pero abre la perspectiva de que arrastre a la humanidad a la barbarie.
El reto está en que quienes son explotados por la burguesía o no están atados a
ella encuentran los medios para separarse de su mortífero recorrido”.
François Chesnais
Quizás como nunca antes se habla de la necesidad de
un comportamiento solidario en el mundo ante el devastador coronavirus y la
urgencia de neutralizarlo. Pero el capitalismo propugna otros pensamientos como
el egoísmo, la mezquindad, el individualismo, ¿Entonces?
Como ejemplo de cuanto afirmamos se constata en
todos los discursos de funcionarios gubernamentales y todas aquellas personas
con opiniones sostenidas, en una red social leímos desde el periódico “El
espectador” una nota con el título:
“Estamos ante gobiernos débiles enfrentando asuntos complicados”.
Con una bajada: “Jesse
B. Bump, profesor de la Escuela de Salud Pública de la U. de Harvard, dice que
la pandemia nos va a recordar la importancia de la solidaridad. Las epidemias
no se pueden derrotar a nivel individual. Tienen que ser un esfuerzo
colectivo”.
La solidaridad social es un hábito que se adquiere
por medio de la educación y su práctica. Allí está entonces la educación
cooperativa escolar y universitaria que muchas veces encuentra reticencia en
ámbitos de decisores políticos educativos que traban su efectiva incorporación en el sistema
educativo. ¡Que contradicción!
Sin embargo, nosotros nos preguntamos: ¿El
coronavirus acabó con el capitalismo o sólo abrió tal posibilidad? La pandemia
del coronavirus y del dengue es un alerta al mundo de la furia del
neoliberalismo ante su bancarrota, pues es éste el promotor de estas
enfermedades a través de sus experimentos en el campo de las contiendas
comerciales biológicas y de la crisis
farmacéutica no controlada.
Esta situación dramática expone con toda claridad la
injusticia social: deficiencias estructurales sanitarias, la pobreza, la
marginación y al mismo tiempo la opulencia de sectores privilegiados, sistemas
democráticos corrompidos.
Como nunca también estamos en una disyuntiva de
hierro con respecto al pago de la deuda externa. Si se paga no habrá
posibilidad de mejora social y económica.
Todos estos elementos nos orientan a concluir que el
modo de organización capitalista es incompatible con la vida misma, puesto que
de cualquier manera la propagación de este virus es de responsabilidad absoluta
del modo capitalista y nada nos asegura que superado esta emergencia o paliado
como es el caso del dengue, se presente otro virus.
Todos estos elementos en análisis es en realidad un
recordatorio que el capitalismo ya entró en su fase de descomposición
irreversible, sin embargo, la subjetividad, la conciencia, sobre esta
bancarrota del capitalismo no está, aun.
Sin dudas que el pensamiento arraigado profundamente
en la personas constituye el mayor escollo para comprender que el capitalismo,
como sistema socio-económico de la humanidad está agotado.
De eso, precisamente nos habla la profesora Amparo
Merino de Diego en su artículo “¿Crisis económica o agotamiento de un modelo de
pensamiento?” en el Portal “Economistas sin fronteras”:
“De
hecho, si nos distanciamos un poco de nuestros pensamientos automatizados, no
es difícil ver la actual crisis como expresión de los conflictos que se
producen dentro de una gran burbuja, cuya dimensión va más allá de la
especulación financiera o inmobiliaria. Dicho de otro modo: si nos imagináramos
a nosotros mismos observando esa burbuja desde fuera, podríamos ver que la
crisis actual es una consecuencia natural de la evolución histórica que han
seguido el pensamiento económico y el modelo capitalista de producción y
consumo”.
“…Esto
confirma las teóricas ventajas de la forma de pensamiento que hay detrás de
estos beneficios y, por tanto, se unen más y más seguidores convencidos de sus
bondades. Y, si la duración de esa burbuja se prolonga durante siglos, esto
dificulta siquiera la posibilidad de imaginar otras formas de pensar y de
funcionar sustancialmente diferentes”. (Nosotros
resaltamos)
“…Un
nuevo modelo de pensamiento que pone a la economía como un instrumento para
alcanzar una vida buena, plena y con sentido; y a la finitud de la Naturaleza
como su límite físico fundamental”.
Entonces, la virulencia dañina y arrasadora del
impacto de la aparición en escena mundial del coronavirus en medio de una
espectacular guerra económica, como les gusta decir a ciertos personeros del
poder militar “son daños colaterales”,
sólo que esta vez evidencia, para quien quiera verlo, el agotamiento del
capitalismo por traspasar sus límites esenciales, cual es que ya dio todo de
sí, y está imposibilitado de reciclarse, es decir, ya no queda nada que dar
para el presente y futuro de la humanidad , sólo más de lo mismo, desigualdad
creciente, y por tanto, se autodestruye.
El capitalismo ha creado su propio demonio y su
verdugo: El coronavirus.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!
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