Jorge Durand
La política migratoria
actual está envuelta y encubierta de un lenguaje y una narrativa al
parecer humanista o humanitaria. A lo migrantes detenidos en operativos
se les llama
rescatados, a los deportados a su país de origen se los llama
devueltos; a los asegurados se les nombra como
presentados ante la autoridad migratoria; a los solicitantes de asilo centroamericanos, deportados a México, se los considera como
protegidos.
Maquillar la realidad con un lenguaje supuestamente humanitario o
incluyente impide y dificulta la evaluación y el análisis de una
política migratoria. No es lo mismo otorgar de manera masiva visas
humanitarias en enero, que suspender esta práctica de manera abrupta en
junio y mandar 6 mil integrantes de la Guardia Nacional a controlar el
flujo migratorio. Y, según parece, el discurso sobre migración
segura, ordenada y regularsigue siendo el mismo.
Porque en realidad y hablando claro, las llamadas
visas humanitariasque se otorgaron masivamente en enero, eran visas de tránsito. De igual modo los
permisos de salidapara abandonar la nación por alguna de sus fronteras, eran permisos para transitar a la frontera norte.
Y hay que reconocer que esta política tuvo como resultado el aumento
notable de migrantes centroamericanos y la reactivación de flujos de
cubanos, haitianos y extracontinentales. En ese periodo no cambiaron las
condiciones de violencia y pobreza en Centroamérica o Haití, tampoco
las condiciones políticas en Cuba como para justificar un incremento
notable de los flujos.
Lo que cambió fue la política migratoria mexicana que se leyó e
interpretó, en el exterior, como libre tránsito. También modificó el
patrón migratorio hacia Estados Unidos, que dejó de ser laboral y se
reconvirtió en migración familiar, infantil y juvenil en busca de
refugio. Las políticas, y no sólo las causas estructurales, generan,
orientan e inducen a la migración.
México no está en condiciones de promover o practicar una política de libre tránsito, porque México es el
último país de tránsitoy tiene de vecino a Estados Unidos. El contexto geopolítico de México es totalmente diferente al de Ecuador, por ejemplo, que abogaba por el libre tránsito y la
ciudadanía universal.
Las políticas migratorias, por definición, controlan ingresos,
egresos, tránsito, retorno y refugio en el territorio de un país. Y por
ser una función que involucra a personas, a seres humanos muchas veces
en situación vulnerable, el Estado que ejerce el control debe realizar
su actividad de acuerdo con la legislación vigente y con protocolos de
estricto apego y respeto a los derechos humanos.
La política migratoria es una potestad soberana, pero que está
mediada y condicionada por las convecciones y acuerdos internacionales.
También está mediada y condicionada por el contexto geopolítico. No
podemos escapar o eludir la realidad de que somos vecinos de Estados
Unidos y existe una asimetría de poder. Más aún cuando el poder se ha
vuelto atrabiliario.
Es momento de discutir, evaluar y analizar qué implicaciones tienen
las políticas migratorias y su implementación práctica. No debemos
aceptar chantajes, pero tampoco podemos hacernos de la vista gorda. Los
tiempos de la
política de la no políticade
dejar hacer y dejar pasarhan terminado. Lo que antes era un tema secundario hoy es central.
El fenómeno migratorio es cada día más complejo y más complicada la
gobernabilidad de los flujos. Hay que definir políticas específicas para
la emigración, el retorno, la inmigración, el tránsito y el refugio.
Pero se requiere de claridad y precisión, no de ambigüedad ni demagogia.
Hace unos días vimos las protestas airadas de cientos de migrantes
africanos y haitianos en la estación migratoria Siglo XXI. No quieren
quedarse en México, ni regularizar su situación, quieren un
permiso de salidapara ir a la frontera norte. Pero, al parecer, el permiso que les dieron fue para salir por la frontera sur. En cierto modo fue un engaño. Nadie quiere volver a Guatemala.
Ahora, después de las protestas, el gobierno los cita el próximo
lunes para ver su situación individual. Y el mismo documento informa que
ratifica su compromiso para salvaguardar la seguridad e integridad física de los migrantes que transitan en el territorio nacional, con estricto respeto a sus derechos humanos y apego a la normatividad vigente, independientemente de su condición migratoria.
¿Cómo se puede interpretar este mensaje? ¿Cómo conciliar el estricto
apego a los derechos humanos y a la normatividad vigente? Técnicamente
estos migrantes requerían de visa para ingresar al territorio nacional y
en la legislación vigente no existen visas de tránsito, aunque
históricamente se han otorgado, eufemísticamente,
permisos de salida.
Otorgar los permisos de salida serán interpretados, por Estados
Unidos, como visas de tránsito, denegarlos serán evaluados como
afectación a los derechos humanos de los migrantes. Otorgar permisos de
salida significa mandar un mensaje al mundo y a las mafias, de que en
México es cuestión de esperar y presionar. Devolver a los migrantes
africanos a sus países de origen es prácticamente imposible. Pero
tampoco quieren quedarse en México.
Y faltan pocos días para la segunda
evaluaciónde las políticas migratorias mexicanas por parte el imperio. No hay soluciones fáciles.
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