José Steinsleger
La Jornada
La Real Academia define a la paradoja como una
idea extraña u opuesta a la común opinión. Segunda acepción:
aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencia de verdadera. Tercera:
figura de la retórica que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción.
Borges y Perón (¡vaya oxímoron!) veneraban las paradojas. El líder de
los trabajadores las usaba metafóricamente para sortear los entresijos
del poder, y al autor de
Borges y yole encantaba sorprender al lector:
No se cuál de los dos escribe esta página.
Perón decía:
No hay peor cosa que un bruto con inquietudes. Borges decía:
La democracia es un abuso de la estadística. Y así, con el terreno política y culturalmente abonado en el ADN del ser nacional, las llamadas
neurocienciasinstalaron el culto a la paradoja, logrando que los argentinos votaran en contra de sus intereses.
Con ligereza, se ha dicho que la operación habría sido mero “ marketing electoral”:
medias verdades, mentiras, engaños, distorsiones de la realidad.
Negativo. Fue un trabajo muy bien pensado, diseñado y programado de
terrorismo financiero, sociológico, mediático y jurídico, que expandió
su metástasis durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner
(2007-15).
Hace cuatro años, Mauricio Macri ganó las elecciones por un pelito.
Pero el mes pasado, los argentinos apagaron sus telefonitos, y
conjuraron la maldición algorítmica. El gobernante fue impiedosamente
derrotado en las elecciones primarias (49.9 a 32.9 por ciento), y dicen
que un asesor presidencial trató de serenarlo, con la referida sentencia
de Borges.
Al día siguiente, ostensiblemente demacrado, Macri culpó a los electores de haber votado
mal(sic). Y luego, en menos de 24 horas, pidió perdón por el exabrupto, diciendo que no había dormido bien (sic). Mientras que en la provincia de Buenos Aires, la justicia electoral detenía a un funcionario macrista que empezó a gritar
¡esto no ocurrió!, rompiendo las planillas de los resultados en la mesa que había fiscalizado.
La contrición duró poco. La semana pasada, Macri volvió a expresar que en su gobierno están convencidos de que la elección
no sucedió… (sic), añadiendo que
el problemade la debacle financiera no fue su política económica, sino unas elecciones democráticas.
¿Bipolaridad? ¿Esquizofrenia? No voy a incursionar en disciplinas
ajenas al oficio. Aunque vale recordar que un presidente de Ecuador,
Abdalá Bucaram, fue destituido en 1997 por
insania mental. A más de que en su momento, la canalla mediática argentina se regodeó, ferozmente, asegurando que Cristina Fernández de Kirchner padecía el
síndrome de Hybris.
Entonces, por asociación, vino a mi mente el célebre cuadro Esto no es una pipa,
de René Magritte. La imagen del pintor surrealista belga representa, en
efecto, una pipa. Pero la aclaración al pie de la obra niega tal
realidad, con una afirmación contraria a lo mostrado en la imagen.
¡Bingo! La provocación dio resultado, y es paradójico que críticos
sagaces concluyeran que imagen y texto son líneas y puntos trazados
sobre un papel.
Le dejo el ejemplo para que lo piense. Después de todo, un ex ministro de Educación de Macri, Esteban Bullrich, había dicho:
Debemos crear argentinos capaces de vivir en la incertidumbre. En tanto que de su lado, el comunicólogo Walter C. Medina aseguraba que el periodismo
aceitadodel macrismo practicaba una dudosa técnica que seduce y logra inocularse en quienes no saben distinguir entre lo abstracto y lo concreto.
Vayamos a lo real. Es decir, la pipa. Por ejemplo, el comentario de
la vice de Macri, Gabriela Michetti, cuando propuso suspender
por un tiempo, los comicios parlamentarios de medio periodo.
El clima político está tiñendo todas las cuestiones, dijo la número dos del equipo de oligarcas y CEO que odian la política. Añadiendo:
Cada vez que tenemos elecciones se empieza a hacer un lío horrible.
Tiene razón. Con lo cual, las paradojas del oxímoron
borgiano-peronista quedan despejadas. Porque si la diferencia entre el
binomio kirchnerista y el neoliberal fue de 4 millones de votos
apenas, no hay duda de que para
los brutos con inquietudes, la democracia puede ser vista, simplemente, como
un abuso de la estadística.
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