David Brooks
La Jornada
▲ Durante los últimos 40 años, Estados Unidos –al igual que tantos otros
países– fue sometido a la receta neoliberal con muchos de los mismos
efectos: concentración de la riqueza y la correspondiente desigualdad
económica. Ante ello, brotó una resistencia antineoliberal que se
expresó de diferentes maneras; muchos de sus representantes se
identifican abiertamente como
socialistas, entre ellos el senador Bernie Sanders (en la imagen, ayer en Raymond, Nueva Hampshire).Foto Ap
Ante el inaguantable torrente de
ataques, asaltos, crímenes, corrupción, impunidad y las medidas
descaradamente crueles del régimen estadunidense en estos últimos dos
años, no es difícil perder de vista el surgimiento de otras fuerzas que,
por ahora, ofrecen rayos de luz vitales con un potencial que preocupa, y
mucho, a la cúpula económica y política de este país.
Durante las últimas cuatro décadas, Estados Unidos –al igual que
tantos otros países del llamado Tercer Mundo– fue sometido a la receta
neoliberal con muchos de los mismos efectos, aunque en diferentes
escalas, y con el mismo resultado final: una concentración de la riqueza
y la correspondiente desigualdad económica que hoy esta al centro de la
disputa por el futuro.
Ante ello, al igual que en otros países, brotó aquí una resistencia
antineoliberal que se expresó de diferentes maneras, incluida la lucha
contra el TLCAN (definido entonces como
el candado de las reformas neoliberalesen los tres países) y después el movimiento altermundista; pasando por la resistencia de los inmigrantes, al estallido de Ocupa Wall Street.
Tal vez lo más sorprendente es que ahora muchos de los actores antineoliberales se identifican, abiertamente, como
socialistas, y bajo esa amplia y ambigua bandera están definiendo gran parte del debate político nacional, incluyendo en la pugna electoral presidencial a través de figuras como el senador
socialista democráticoBernie Sanders.
Aunque algunos intentan descartar la importancia de estas
expresiones, la cúpula suprema del país está cada vez más preocupada por
estas fuerzas antineoliberales.
La Business Roundtable, integrada por 192 ejecutivos en jefe de las
empresas más grandes del país, recién emitió una extraordinaria
declaración sobre el
propósitode las empresas, al señalar que el objetivo de generar ganancias para accionistas ya no debe ser la única meta y que ahora debería incluir servir los intereses de sus clientes, sus trabajadores y las de sus comunidades y proteger el medio ambiente, herejía absoluta de la biblia neoliberal de Milton Friedman. Reconocieron que el sueño americano no está funcionando para todos, y resaltaron la desigualdad de ingresos como un problema central, ellos han de saber, son el 1 por ciento. (opportunity.businessroundtable.org/ ourcommitment/). En los últimos meses, otras figuras empresariales han sonado alarmas de que el
sistemapodría estar enfrentando un momento
existencial.
El propio presidente ha repetido que
estamos alarmados por las llamadas por adoptar el socialismoy reitera en sus mítines:
jamás permitiremos que Estados Unidos se vuelva un país socialista.
Este pánico empresarial y político es, en gran medida, un
reconocimiento de que hay una creciente desilusión con el experimento
neoliberal, y que el mensaje de políticos como Sanders contra la
injusticia económica del sistema actual está resonando cada vez más un
amplio apoyo entre el electorado.
Desde hace un par de años, de manera paralela con el fenómeno
populista de derecha, las fuerzas autodefinidas socialistas, junto con
aliados progresistas, también han captado la atención y cada vez más
poder, dentro del Congreso y en puestos locales y regionales. Más aún,
buena parte del debate político entre el establishment gira
sobre cómo y cuándo floreció el socialismo en este país, y cómo
controlarlo. Diversas encuestas registran que la mayoría de los jóvenes
menores de 30 años de edad favorecen el socialismo sobre el capitalismo
por primera vez; y 43 por ciento de todos los estadunidenses dicen que
el socialismo sería positivo para este país.
Muchos de los movimientos progresistas más importantes y poderosos del momento –desde los dreamers
inmigrantes, a Black Lives Matter, los estudiantes contra las armas, y
ahora las colegas de Greta Thunberg, entre otros– de alguna manera están
rechazando si no el modelo mismo, sí las consecuencias violentas del
neoliberalismo.
Tal vez todo esto apunta a que el actual régimen es el último grito
histérico para defender un modelo bárbaro ante estos movimientos
civilizadores.
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