Uruguay
Las memorias de los
sucesos del Hospital Filtro (1) se intercalan entre los archivos de
Brecha y las voces de tres vascas que por estos días se encuentran en
Uruguay, 25 años después de la manifestación más duramente reprimida
desde la vuelta a la democracia.
Las tres vascas se sientan, en
orden generacional, en una mesa de Fenapes (sindicato de profesores).
Son tres militantes de distintas organizaciones que conforman la brigada
de Askapena de este año, que, como de costumbre, llegó en el marco de
la marcha del Filtro. Mientras miran recortes de Brecha de los noventa,
van hacia atrás.
María Eugenia –maestra jardinera de San Sebastián, de 61 años– vivió los sucesos del Filtro desde la cárcel.
—Me encarcelaron porque acogí en mi casa a un comando de Eta. Mataron a
los tres, me dejaron a mí viva, y ahí fue cuando entré en prisión.
Primero me tuvieron cuatro años, lo máximo que se puede estar sin
sentencia, y luego tuve que cumplir ocho meses más de prisión para
completar la condena.
En agosto de 1994 la habían trasladado de
una cárcel en Galicia a otra en Martutene, San Sebastián, luego de
diagnosticarle un cáncer de cuello de útero.
—Me operaron el 23
de agosto y al día siguiente, cuando me desperté de la anestesia y tal,
vi por la televisión todos los sucesos del Filtro. Fue importante para
mí, y luego supe por los compañeros cómo se vivió, de manera intensa,
como un hito en nuestra historia que nos hermanó con Uruguay. Al día
siguiente hubo manifestaciones en Pamplona, en Bilbao, y todos los años
se conmemora. Este año va a hacerse en Irún, en conjunto con la
contracumbre al G7.
Itxasne –docente de secundaria de
Portugalete, de 35 años– tenía 10 años, y no tiene recuerdos de ese día,
pero ya de adolescente oyó hablar de un pueblo que les puso el cuerpo a
las balas para defender el derecho de asilo. La historia le fue
llegando, de a poco, año a año, en las fiestas de Bilbao.
—Me
sorprendió enormemente porque cualquier apoyo a los presos, a los
exiliados o a los refugiados estaba absolutamente criminalizado. Los
movimientos no estaban ilegalizados aún, pero apoyar a cualquier persona
acusada de ser militante de Eta no estaba para nada bien visto,
entonces para mí era impensable un país en el que miles de personas se
echaran a la calle y le hicieran frente a la Policía. Sabía que en algún
momento iba a venir aquí, por estas fechas, y ha sido este año.
Inesa ni siquiera había nacido para 1994. Es de Arrasate, tiene 23
años, y es licenciada en derecho, aunque no piensa hacer el máster que
la habilitaría a ser abogada: como María Eugenia, quiere estudiar para
maestra jardinera. Ahora trabaja en el sindicato de la izquierda
abertzale y milita en el centro okupa autogestionado de su pueblo
–gaztetxe, le llaman, que quiere decir “casa de los jóvenes”–, pero
desde los 16 años, o así, que escucha sobre el Filtro en los actos
anuales que celebra Askapena. Uno de los extraditados era del mismo
pueblo que su madre, y en su casa se hablaba del Filtro.
—Pero recién luego, cuando vas a Bilbao y te cuentan lo que fue, le das la importancia que tiene.
***
En agosto de 1994, los tres vascos preferían morir en Uruguay que ser
extraditados a España, y, además de la huelga de hambre, habían
comenzado una abstinencia completa de líquidos. Eran Lizarralde, Goitia e
Ibáñez y estaban internados en el hospital Filtro.
La
movilización para impedir la extradición había empezado el sábado. Dos
días después ya había concentraciones convocadas por el Frente Amplio y
el Pit-Cnt. Ese mismo lunes se entregaron 30 mil firmas en el Edificio
Libertad y el martes hubo paro general. Los tres vascos casi no podían
hablar o moverse, mientras consumían sus propias proteínas y agotaban
sus reservas de glúcidos.
El 24 de agosto de 1994 fue un
miércoles. El operativo de guerra, como lo describió Brecha en su
siguiente número, fue montado desde la madrugada, cuando se empezó a
reprimir a quienes decidieron pasar la noche del 23 al 24 haciendo
guardia afuera del Filtro. Ya en la tarde “comenzó el caos. Se
escucharon los primeros gritos junto al ruido seco de los cascos de los
caballos. Apenas si había posibilidad de moverse, menos aun de
dispersarse: la brutal embestida se produjo por la espalda y hacia las
vallas de contención que impedían la retirada de los atacados. La
confusión y desesperación llevaban a la gente a agruparse en racimos, y
la convertían en presa fácil de las patas de los animales o de los palos
que, como granizo, parecían caer del cielo”. Pero la represión de la
tarde no había sido más que un ensayo: “Sobre las 20 horas, quienes se
habían reagrupado en las inmediaciones del hospital Filtro fueron objeto
de una nueva y mucho más terrible ofensiva de las fuerzas policiales,
que esta vez hicieron uso generalizado de las armas de fuego, disparando
de forma indiscriminada a la altura en que es posible matar”
(“Esperanza y horror”, Brecha, 26-VIII-94).
Mientras el personal
del hospital despedía a los vascos con el himno nacional, la Policía
celebraba al grito de “hip ra” el centenar de personas que había herido.
Esa noche balearon a un médico y a un enfermero cuando socorrían a un
herido. Esa noche mataron a Fernando Morroni y a Roberto Facal. Los
agentes responsables nunca fueron identificados, mucho menos juzgados.
Las autoridades acusaron a las víctimas.
A las 23.43 el avión
con los tres vascos despegó desde la base de la Fuerza Área Uruguaya. Un
periodista de Brecha escribió: “El avión militar español había llegado
antes que la muerte” (“El avión ganó la carrera”, Brecha, 26-VIII-94).
***
María Eugenia: —Yo explicaría el Filtro hablando de la ternura de los
pueblos, creo que eso fue lo que pasó en Uruguay: era un pueblo con una
tradición militante y de opresión, que hizo causa común con otro pueblo.
Uruguay ha recibido a los perdedores de nuestras guerras, y esa
tradición de asilo siempre ha estado aquí.
Itxasne: —La persona
que pide asilo habitualmente no se escapa de algo que haya hecho mal,
sino de un peligro que corre. Entonces diría que las personas se
organizaron para defender ese derecho, e incluso cuando sus
representantes políticos se sumaron a la movilización, como lo hicieron
tarde, los aplaudieron pero también los abuchearon. Para mí, eso da
cuenta de una sociedad que sabía por qué estaba en la calle, y que sabía
lo que podía pasarles a esas personas.
Inesa: —Todo el interés
que el pueblo uruguayo nos presenta sobre Euskal Herria, sobre los
presos políticos, sobre la situación que vivimos, muestra que esa
memoria está a sangre viva.
Itxasne: —La impunidad de los
crímenes de Estado, esa es internacional. La tortura, la gente que muere
en prisión, los familiares de las víctimas que buscan, eso es lo que
tiene que volver a confluir.
***
“Una
parte del país, aquella que trabajosamente se viene edificando desde
noviembre de 1984, se rompió en medio de la perplejidad general, en
fragmentos manchados con la sangre de inocentes. El miércoles 24 las
balas acertaron en el centro de la convivencia pacífica, inundando la
atmósfera de olor a pólvora, escozor de gases, indignación, muerte y
miedo. Tenemos, desde entonces, un Estado de derecho que se perfila
hacia las elecciones nacionales con el recuerdo fresco e ignominioso de
la represión planificada, de la opción por la muerte, de la impunidad
ahora reencontrada en un discurso de aristas alucinantes y macabras”,
publicó Brecha (“¿Por qué se salió a matar?”, 26-VIII-94). La represión
tenía dejos de otros tiempos, y por esos días las mayores críticas se
dispararon contra Luis Alberto Lacalle (Partido Nacional) presidente de
la República, y Ángel María Gianola, ministro del Interior. Luego pasó a
señalarse, también, la complicidad o la tibieza del resto del sistema
político.
En un recuadrito titulado “El pueblo quiere saber”,
Eduardo Galeano publicó el 26 de agosto siete preguntas: “¿Qué artículo
de la Constitución o del Código Penal castiga a quienes defienden
nuestra soberanía y nuestra tradición de asilo? La solidaridad humana,
¿merece balazos y garrotazos? Los métodos terroristas, ¿están mal cuando
los usa la Eta, pero est
án bien cuando los usa el gobierno
uruguayo? El gobierno uruguayo, ¿es uruguayo?¿De qué país es ministro
del Interior el señor Gianola? En las elecciones de noviembre, ¿podremos
elegir otro rey? ¿La independencia de qué país se festejó ayer?”.
Los presos políticos
Ibáñez murió cumpliendo prisión domiciliaria, Lizarralde escribió una
carta de arrepentimiento y se encuentra con “medidas de reinserción”,
Goitia fue liberado y en estos días está de visita en Uruguay. Pero en
este momento hay 248 presos políticos, 210 en España y 38 en Francia,
cuentan las vascas. “Con el Estado francés se pudo negociar que fueran
concentrados en las cárceles cercanas al País Vasco, pero con el Estado
español no se puede negociar nada. Muchos están alojados a más de mil
quilómetros, y eso les implica a las familias mil quilómetros de ida y
mil de vuelta por una visita de 40 minutos”, explica María Eugenia. Otra
diferencia: en Francia hay cadena perpetua, y tres presos se encuentran
con esta condena.
Según los datos que manejan, en seis décadas
hubo 40 mil detenidos políticos, 7.500 presos, 2.500 exiliados, 104
muertos por la policía y 83 a manos de los grupos paramilitares. La
última causa en curso tendrá su audiencia el 16 de setiembre de este año
e involucra a 47 personas, militantes que trabajaban en apoyo a los
presos y exiliados.
Itxasne explica que “se fue ampliando lo que
se consideraba terrorismo: primero era Eta, luego los partidos
políticos, luego también el movimiento juvenil, luego un periódico,
luego las asociaciones culturales. Hasta que llega el caso de Altsasu, y
todos nos quedamos helados”. Itxasne está hablando del caso de ocho
jóvenes que fueron condenados luego de una pelea con dos guardias
civiles en un boliche. Sigue Itxasne: “Los guardias civiles no estaban
de servicio, estaban vestidos como el resto, en una fiesta. A los días
se comienza a decir que les habían atacado de forma organizada, y se
arma una película de miedo. Detienen a algunos jóvenes de ese pueblo
(está demostrado que algunos de ellos ni siquiera estaban en esa fiesta)
y les empiezan a juzgar por terrorismo”. Finalmente se les dieron
condenas de dos a 13 años de cárcel por los delitos de atentado,
lesiones, desórdenes públicos y amenazas, pero luego de que ya estuviera
construido el relato del terrorismo, algo que Albert Segura, uno de los
directores del documental Altsasu, de TV3,califica de “laboratorio
represivo para ver hasta dónde se puede forzar el Código Penal”.
“El mensaje que se está dando es que no se va a salvar ningún joven;
sales a la noche y puedes terminar en una prisión de Madrid”, agrega
Inesa. “No es una lucha contra una actividad armada que hoy ya no
existe, es una lucha contra una disidencia, contra alguien que ponga en
duda al Estado español y sus fronteras. Si hablas euskera, te gusta
determinado tipo de música, militas en algo social, pues cuidado”,
resume Itxasne.
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