A casi dos meses de la elección
presidencial, el escenario en Bolivia está cada vez más despejado. Al
analizar el contexto de un proceso electoral, si bien es importante
atender a cuestiones coyunturales que siempre emergen con un impacto
relativo imposible de anticipar, lo fundamental es identificar las
tendencias en las preferencias de los electores, así como el mapa de
sensaciones vigente en la opinión pública. Es cada vez más habitual
observar una gran proliferación de datos de una u otra encuesta sobre el
porcentaje de votos que obtienen los candidatos en una contienda
electoral como si de tratara de una carrera de caballos. Sin embargo, la
clave de un estudio riguroso siempre reside en la coherencia entre la
cifra de intención de voto y otras variables que dan una panorámica
sociológica y política más amplia.
Según la última encuesta de CELAG,
realizada a nivel nacional con una muestra representativa de 2.000
entrevistas presenciales en el ámbito rural y urbano, en Bolivia
predomina un clima de sensaciones positivas respecto de la situación
nacional. Casi un tercio de los bolivianos sienten esperanza, la
principal sensación en orden de importancia, seguida de confianza (14%).
Esto es justamente lo contrario de lo que está ocurriendo en la
“Argentina de Macri”, donde el enojo y la angustia son los sentimientos
mayoritarios según otra encuesta de CELAG
del mes de julio. Dicho de otro modo: en Bolivia, el clima en el que se
dan las elecciones está absolutamente disociado del intento de algunos
voceros de la oposición por presentar el país al borde de una hecatombe.
Siguiendo la misma fuente, hay que
resaltar que el 54% de los bolivianos tiene una imagen positiva del
presidente Evo Morales; misma proporción que manifiesta tener
sentimientos positivos hacia su persona (confianza, respeto y afecto).
Además, tras 13 años de mandato, la evaluación positiva de su gestión es
del 72%, siete puntos más que en el mes de marzo de 2018. Esta
valoración a favor del actual presidente contrasta con las opiniones de
la ciudadanía sobre los sectores de la oposición: dos tercios de los
bolivianos tienen sentimientos negativos sobre “las peleas de la
oposición” (angustia, cansancio y enojo). O, visto con otro dato de la
misma encuesta CELAG: sólo el 37% evalúa positivamente su desempeño (el
de la oposición).
No obstante, hay que remarcar que la
oposición no es monolítica y, por tanto, es pertinente descifrar qué es
lo que ocurre al interior. Se percibe que la candidatura de Mesa se
estanca en un techo electoral en torno al 37% (proporción que manifiesta
que podría llegar a votarle) y decrece en imagen positiva (pasa de
35,2% a 28,6%). En consonancia con su techo electoral, sólo despierta un
39% de sentimientos positivos, mientras que entre decepción y rechazo
acumula un 42,3%. Por su parte, la candidatura “made in Santa Cruz”, de
Óscar Ortiz, se asienta y mejora su posicionamiento en todos los
indicadores, alcanzando un alto nivel de conocimiento (cuestión que
hasta hace pocos meses era su principal debilidad). Su imagen positiva
crece de 15,2% a 23,1% y aumenta significativamente su techo electoral,
pasando de 12,5% a 28,7%. Y en comparación con Mesa, en lo que concierne
a decepción y rechazo, su valor es mucho menor (33%).
Otra variable fundamental que ayuda a
conocer mejor el clima electoral es la expectativa sobre quién será el
próximo presidente, más allá de las preferencias de cada elector. Y en
esto, según la encuesta CELAG, el dato habla por sí solo: el 60% de los
bolivianos y bolivianas cree que el próximo presidente del país será Evo
Morales. Incluso entre los votantes opositores este valor es muy
elevado: en el caso de los votantes de Mesa, casi la mitad cree que Evo
será el presidente. Dicho de otra manera, 4 de cada 10 votantes de
Carlos Mesa no creen que su candidato vaya a ganar la elección, lo cual
denota que la desesperanza crece al interior de sus propias filas.
Otro aspecto que nos permite indagar la
investigación cuantitativa son los sentidos comunes y posicionamientos
ideológicos de los electores, para detectar el mapa de afinidades hacia
las diferentes candidaturas. En la misma encuesta CELAG, por ejemplo,
observamos que más del 50% de la población apoya la continuidad de las
políticas sociales actuales y considera que se debería avanzar en la
nacionalización de sectores estratégicos. En una evaluación global de la
política económica de los últimos años, más de la mitad de los
bolivianos considera que el modelo económico ha mejorado el bienestar,
el consumo y el nivel de empleo, según datos de la encuesta CELAG del mes de marzo.
Después de todo lo expuesto, casi huelga
presentar el dato de intención de voto, dado que cualquier lector ya
presupone que hay una diferencia cada vez más holgada a favor de Evo
Morales frente a sus perseguidores. Son 18 puntos por encima de Carlos
Mesa. Evo Morales crece 6 puntos desde marzo hasta hoy, pasando de 37,5%
a 43,4%; mientras que Carlos Mesa cae en el sondeo (28,6% a 25,1%) y
Ortiz mejora (7,6% a 12,8%). De esta forma, se constata que la oposición
no logra sintonizar con las aspiraciones de la ciudadanía, aunque Ortiz
sí haya logrado tener una tendencia creciente en estos últimos meses.
Los sectores de oposición todavía están
muy lejos de la centralidad que ocupa Evo Morales en la política
boliviana. El actual mandatario goza de una gran credibilidad, un
reconocimiento mayoritario positivo de su ejercicio de gobierno y
encarna los grandes consensos alcanzados gracias, fundamentalmente, a
las políticas implementadas en materia económica y social en estos años.
Y, por todo ello, en la elección del 20 de octubre una segunda vuelta
es cada vez más improbable.
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