Perú
Presionado
por la opinión pública, el ex Presidente García tuvo que presentarse a
declarar en el juicio que se sigue por la mataza de Accomarca, ocurrida
en agosto de 1985. Desde un inicio, hizo resistencia, y se negó a
comparecer, alegando no tener nada que decir por cuanto los hechos
habían ocurrido casi al inicio de su primera gestión gubernativa y
cuando él ignoraba muchos de los entretelones del Poder.
Esta vez
acudió a la cita judicial, aunque fue acompañado de una agresiva turba
que pretendió blindarlo y que, en el extremo de la prepotencia, llegó a
enfrentarse con los familiares de los asesinados en esos parajes
andinos y por quienes buscan justicia.
En su defensa García se circunscribió a declarar con voz engolada: ”Los sucesos de Accomarca fueron un hecho aislado que ocurrió durante mi gobierno”.
Debió decir, en primer lugar que no hubo un muerto –lo que podrìa
considerarse “un hecho aislado”, sino 69. Omitió reconocer, además que,
a partir de allí, ocurrieron numerosos otros “actos aislados”:
Pucayacu,
Llocllapampa, Umaro, Callca, Bellavista, Pomatambo, Parcco Alto,
Puccas, Huancapi, Cayara, Santa Rosa, y otros; fueron solo algunos de
los nombres de pueblos arrasados por el Terrorismo de Estado en los
años de García. Ellos configuraron la política del régimen en ese
entonces, y por la cual -tarde o temprano- deberá responder ante la
justicia de los hombres.
En la mayoría de los casos estos
hechos fueron atribuidos a Sendero Luminoso, o se presentaron ante la
ciudadanía como resultado de un “duro enfrentamiento” entre efectivos
militares y la “guerrilla maoísta”. Una breve investigación permitió
demostrar que las acciones aludidas no fueron ejecutadas por SL, sino
por efectivos de la Marina de Guerra o del Ejército; y que los
“enfrentamientos armados” sólo existieron en la febril imaginación de
la “prensa grande” o en los reportes interesados de la institución
castrense. Ellos mismos le dieron categoría de “guerrilla maoísta” a la que no era más que una estructura terrorista artificialmente inflada.
La
diligencia celebrada recientemente, y a la cual el señor García debió
comparecer más bien cómplice; nos permite recordar los sucesos en
cuestión, que se iniciaron el 14 de agosto de 1985, y se prolongaron a
vista y paciencia de las autoridades, por casi un mes. Incluso el 9 de
septiembre fueron registradas acciones militares contra la población
indefensa, allí y en otras comunidades contiguas.
Si bien pudo
haber ocurrido que el Jefe del Estado fuera sorprendido en un comienzo
¿cómo explicar que estos hechos continuaran despiadadamente sin que
nadie hiciera nada por detenerlos, y que en ese lapso fueran muertas
otras personas, incineradas aldeas, robado ganado y precarias
pertenencias de los campesinos?
Pero hay más: los crímenes que
ocurrieron en esa circunstancia -todos- fueron ocultados al país. 69
personas, -incluidos niños, mujeres y ancianos- fueron quemados vivos.
Los introdujeron a la fuerza en una choza, y les lanzaron luego bombas
incendiarias hasta hacerlos víctimas de una muerte horrenda.
En
esa etapa, las autoridades no solamente no castigaron a nadie, sino que
ni siquiera lo denunciaron. Ni lo informaron al país. Prefirieron
guardar silencio albergando la ilusión de la impunidad. Incluso, la
Comisión del Senado que investigó el caso, fue presionada para
ocultarlo, al extremo que el propio Senador aprista Vallerriestra -que
la presidía- se vio forzado a renunciar a ella. Por lo demás, el
informe final en torno al tema, quedó archivado como documento para la
historia y sólo hoy asoma considerado como una “referencia” de lo
ocurrido.
Es claro que el gobierno de entonces y la Clase
Dominante, creyeron que jamás se sabría la verdad. Y es que habían
eliminado a todos, incluidos los que creían que fuesen “los únicos
testigos” de esa conducta horrenda.
Sucedió, sin embargo que
hubo pobladores que, angustiados, lograron huir del escenario del
crimen, se refugiaron en inhóspitos parajes andinos, y fueron después
abordados por parlamentarios interesados en la materia. Eso permitió
hacer la luz. El diputado Jorge Tincopa Calle ubicó las tumbas de los
muertos. Si eso no hubiera ocurrido el crimen hubiese permanecido
oculto.
Autores materiales de esa masacre, que abarcó los
predios de la localidad, fueron oficiales del ejército; pero los
operativos fueron ordenados por la Jefatura de la Fuerza Armada que
operaba entonces en el cuartel Los Cabitos, de la ciudad de Huamanga.
Por eso, a la hora de las indagaciones saltaron los nombres de Sinesio
Jarama -hoy fallecido-, Enrico Praeli y Wilfredo Mori, Jefe Político
Militar de la Zona de Emergencia éste último. Varios de ellos fueron
retirados de su función, pero ninguno fue sometido a la justicia ordinaria. Allí, a todos les salió barata la aventura.
Hoy
lo reconoce el propio García quien ante el juez sostuvo que
“lamentablemente” el tema solo fue visto “en la justicia militar”. ¿Y
qué hizo él para variar ese rumbo? Ud. amigo lector puede responder a
esa pregunta.
La impunidad campeó en esa circunstancia y se
prolongó durante los cinco años de García en los que, además, se
alimentó la capacidad operativa de los destacamentos punitivos de la
zona, lo que dio lugar a otras acciones: que fueron posibles porque sus
autores sabían que nada habría de ocurrirles. En esos predios ubicados
en los contrafuertes andinos, y virtualmente alejados de la
civilización, actuaron con entera libertad las tropas del ejército
causando enormes bajas a la población civil.
Nada les ocurrió a los autores intelectuales del crimen, pero ¿a los autores materiales? Tampoco. Thelmo Hurtado
-el subteniente que comandaba la columna, tuvo un mal rato porque debió
comparecer ante una Comisión Parlamentaria; pero después, se libró de
todo. Juzgado en el fuero castrense se le sancionó -inicialmente con 8
días de rigor- por “desacato” y “abuso de autoridad”. Nadie la había ordenado matar, ni menos hacerlo de manera brutal ¿verdad? Ya eso, fue su propia iniciativa.
Después
Hurtado volvió a la cancha. Siguió en la institución armada todos los
años de García, ascendió impunemente, e incluso fue condecorado por los
“servicios prestados” a la institución castrense. Finalmente
descubierto, fue pasado a retiro en un gesto administrativo. ¿Nadie es
responsable de que eso haya ocurrido así? El Presidente de entonces
¿pudo no haber tenido culpa alguna en estos hechos?
El
mandatario aprista se valió de sus altas funciones en la estructura del
Estado para encubrir los hechos y proteger a los autores materiales e
intelectuales de los mismos. ¿No debió informar a la justicia en ese
entonces? Claro que sí. Lo que ocurre. es que no es sólo García el
implicado.
En la zona operó una columna militar apodada Lince, que estuvo a cargo del general Williams Zapata.
Sus acciones depredadoras fueron denunciadas, pero nunca castigadas
Después, ya bajo el fujimorismo, fue Jefe del Batallón Chavín de
Huántar, y se coronó en esa clase de acciones el 22 de abril del 97,
cuando “recuperó” la sede de la residencia nipona en manos del MRTA.
Solo que la secuela, fue la muerte de todos los muchachos -dos mujeres,
una de ellas en estado de gestación- que con Cerpa Cartolín atacaron
cuatro meses antes ese lugar.
Incluso más tarde, cuando
ocurrió en conocido “Andahuaylazo” -la insurrección de Antauro Humala-,
este mismo general fue convocado “de urgencia” para dirigir las
recientes acciones militares orientadas a debelar la insurgencia. La
actitud de los alzados, que depusieron cautamente las armas impidió que
el general tuviera ocasión de operar en la región. Hubiese sido una
nueva cirugía sangrienta.
Demandar ahora que no sólo Thelmo
Hurtado comparezca, sino que la investigación y la sanción por estos
hechos infaustos se extienda a quienes fueron cómplices, responsables y
encubridores de los sucesos de Accomarca; no constituye ningún pedido
fuera de lo común. Lo que si carecería de sentido es que se confirme la
impunidad que durante todos estos años ha caracterizado la conducta
oficial en la materia.
Hoy, como antes, las víctimas de estos crímenes horrendos, claman justicia. Y es que Accomarca y el Infierno, fueron sinónimos.
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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