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domingo, 5 de diciembre de 2010

La balcanización del euro: cuatro escenarios muy discutibles

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
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Una mujer entra en una tienda de descuento, en el sur de Dublín, capital de Irlanda, uno de los países afectados en la eurozonaFoto Ap

Peter Boone y Simon Johnson –este último autor del libro aclamado 13 banqueros: la captura de Wall Street y el próximo desastre financiero (ver Bajo la Lupa, 1/12/10)– esbozan cuatro escenarios que constituirán el juego final de la eurozona (Baseline Scenarios, 28/11/10) cuando mayores turbulencias se avizoran.

En última instancia, existirá una eurozona con mayor autoridad fiscal compartida, una autoridad transfronteriza de resolución común para los bancos quebrados, y probablemente una mayor integración económica. Pero existen cuatro escenarios sobre quienes formarán parte de la eurozona.

Cabe recordar que la eurozona cuenta con 16 miembros (donde brilla la ausencia de Gran Bretaña) pertenecientes a la Unión Europea (UE) –a su vez de 27 integrantes– y cuenta con un banco central, el Banco Central Europeo, a cargo de las reservas del euro y su emisión, así como del manejo monetario y la estabilidad de los precios.

Primer escenario (el más improbable): los rescates del FMI para Grecia e Irlanda pueden funcionar al garantizar a los inversionistas que habrá suficiente crecimiento para hacer más sostenible el peso de la deuda”. Los miembros de la eurozona podrán permanecer en su seno, aunque el perfil de la deuda de Grecia y Portugal permanecerá vulnerable, así como el lento crecimiento de Portugal y la banca española (pese a sus ocultamientos contables). Mientras el BCE compra masivas cantidades de bonos, Alemania no tiene más remedio que avalar la operación debido a las temibles consecuencias políticas –se infiere: la desintegración política de la UE.

Segundo escenario: un paquete de apoyo conjunto del FMI y la UE a Portugal y quizá (sic) a España que estabilice verdaderamente la situación, lo cual representa la ilusión de la línea Maginot, una idea que ignora el potencial perturbador que salte a otros países potencialmente más débiles de la eurozona, como Italia, Francia (¡supersic!) o Bélgica.

Aquí es probable que Grecia abandone la eurozona y restructure sola su deuda. Alemania será generosa con sus empréstitos e Irlanda podrá permanecer en la eurozona, pero muchos (sic) de sus ciudadanos emigrarán. ¿Adónde? Tampoco existen tantos países recipiendarios en la presente coyuntura antimigratoria.

Tercer escenario: constituye la visión lúcida de Willem Buiter [economista en jefe de Citigroup], quien predice tres o más quiebras soberanas en los próximos cinco años, pues todo el mundo será más proclive a restructurar con facilidad sus deudas.

Van dos afectados (Grecia e Irlanda) y faltan tres o más para llenar plenamente el criterio humillante de los analistas británicos sobre la inevitable quiebra de los PIIGS (acrónimo inglés de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) a los que quizá se agreguen Bélgica y Francia. Aquí no especifican quiénes se quedan o son eyectados de la eurozona.

Cuarto escenario: impensable y “bellamente (sic) articulado por la columna Lex, de The Financial Times” (25/11/10), a juicio de la dupla Boone-Johnson, que “divide a la eurozona entre los relativamente prudentes y los relativamente imprudentes, en términos de política fiscal.

Se asienta algo así como la región de un nuevo marco alemán: Alemania, Holanda, Austria, Finlandia y algunos (sic) pequeños (sic) países”. Italia es eyectada, aunque su parte norte pudiera permanecer”.

¿Abandonará Francia la eurozona que resquebrajaría la alianza franco-alemana que inició la integración europea?

Aducen que este escenario extremo (sic) no es tan nocivo para la estabilidad política y la recuperación económica, ya que los países periféricos más débiles serán dañados durante una generación (¡supersic!), pero la integración europea es mucho más que intentar compartir una divisa entre países con políticas fiscales divergentes (sic) y nula convergencia en productividad.

A su juicio, la zona del nuevo marco alemán se desempeñará convenientemente y es donde el crecimiento es ahora vigoroso.

La eurozona sufrirá forcejeos, pero los efectos positivos de la devaluación de las tasas de cambio serán redescubiertas, por lo menos para aquellos con mucha deuda.

A nuestro juicio, lo inconveniente de este escenario extremo es que balcaniza de facto a Europa mediante una extraña línea divisoria tanto latina como sureña (con excepción de Irlanda y la mitad de Bélgica de por sí balcanizada avant la lettre) y en su mayoría católica (incluyendo a Irlanda y la mitad de Bélgica), es decir, retorna la tesis social-religiosa de Max Weber (La ética protestante y el espíritu del capitalismo) ahora con enfoque monetarista-fiscalista.

Peor: se trata de un regalo envenenado de los fiscalistas británicos neoliberales, quienes buscan en última instancia la salvación de la City, más insolvente que nunca, mediante un darwinismo financierista.

Que en la Alemania unificada exista un empate técnico entre católicos y protestantes (cada uno con 34 por ciento de creyentes, según la CIA) es otro tema que pone en tela de juicio al neoweberismo hungtingtoniano fiscalista.

Por cierto, el texto aludido de la columna Lex arremete contra la estructura de un voto por país del gobierno del BCE que crea la percepción de un dominio del Club Med (léase: un eufemismo británico de los latinos sureños católicos): en el “consejo de gobierno de 22 personas, ocho de los 16 representantes nacionales y cuatro miembros del staff del banco provienen de tierras con costas en o muy cerca (sic) del Mediterráneo. Irlanda es ahora un sureño (¡supersic!) honorario”.

El británico y anterior economista en jefe del FMI, experto en crisis financieras, Johnson, en otro artículo en solitario (Baseline Scenario, 2/12/10) aborda el grado de probabilidad de una quiebra inminente de la eurozona.

Considera que una lectura minuciosa de la declaración de los ministros europeos vislumbra vivir las futuras crisis de la eurozona en dos tipos: los solventes y los insolventes, lo cual desembocaría en la creación de una coalición austera (una Liga Hanseática modificada) de Alemania, Austria, Finlandia, Estonia y algunos pequeños países –un tanto cuanto el cuarto escenario referido.

Admite que el FMI y la UE juntos poseen dinero suficiente para ayudar a Portugal y a España, en caso necesario. Pero no tienen fondos suficientes para lidiar con Italia, Bélgica y otros grandes países (léase: Francia) en caso de una secuencia de crisis el año entrante.

El problema es que el FMI no dispone efectivo por más de un millón de millones de dólares (un trillón en anglosajón) y palidece cuando se inicia una discusión para comprometer 500 mil millones de dólares. ¿A quién recurrir en caso de zozobra? La lista es corta: China, Abu Dhabi, Arabia Saudita y, quizá, Singapur, Rusia y muy pocos otros.

El FMI puede crear su propio dinero, los derechos especiales de giro, pero a juicio de Johnson no es el momento político propicio para ello, como no lo es el alza de los impuestos en Alemania que pueden dislocar su gobernabilidad.

Johnson adopta la teoría del efecto dominó para la eurozona, donde las fichas se derrumban en forma secuencial, al estilo de la crisis asiática de 1997.

¿Se resignarán Francia y Alemania a la balcanización de la eurozona y, por ende, del euro, que parece anhelar la prensa británica para redireccionar los capitales globales a la City y a Wall Street, otro género seudoweberiano de la guerra de las divisas?

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