Sustitución de paradigmas: el desafío planteado en función de un cambio inevitable.
Las sociedades necesitan reglas, de acuerdo con las cuales funcionan a
partir de cierto orden y bajo determinados conceptos. En casos
excepcionales, cuando se produce una repentina transformación de los
sistemas vigentes o la ruptura de una línea establecida de normas y
acuerdos, es preciso repensar los paradigmas –o el cuerpo de creencias,
presupuestos, reglas y procedimientos que definen el comportamiento
humano en todos los campos: la ciencia, la espiritualidad, las
relaciones sociales- con el propósito de no perderse en una situación de
caos y conflicto.
Hoy, la comunidad humana necesita reflexionar, como pocas veces,
sobre las bases de su relación con el mundo, con sus semejantes y con su
propia esencia. Su existencia ha experimentado un sacudón de enormes
proporciones y, a pesar de no tener todavía la suficiente capacidad para
captar la dimensión de su impacto sobre la vida presente y futura, sabe
por intuición que se encuentra en un proceso de transformaciones
radicales, aún desconocidas. Para las grandes mayorías es imposible
abarcar la visión del bosque; de modo que, para conservar su estabilidad
emocional, se enfocan en el árbol más cercano. De este modo, lo
inmediato y lo conocido se convierte en una tabla de flotación ante la
inmensidad de lo imponderable.
El desafío mayor ante el ataque de una pandemia capaz de poner de
cabeza un sistema de vida considerado inamovible y cuyas bases de pronto
parecen desaparecer, es comprender la necesidad de crear un nuevo orden
de cosas. La crisis actual ha quitado muchos velos y, aunque ya
sabíamos que ahí estaban, hemos intentado ignorarlos. Entre ellos, la
poderosa influencia de un sistema económico rapaz y perverso, cuyos
intereses resultan prioritarios e indiscutibles aun cuando las
consecuencias de sus decisiones constituyan el sacrificio de millones de
vidas humanas. Un sistema injusto al cual nos hemos plegado por
comodidad. Por lo tanto, se nos plantea la urgencia de pensar, analizar,
reflexionar y finalmente comprender que nuestro mundo ya no volverá a
ser el mismo. Pero, sobre todo, cómo vamos a abrazar y conducir este
cambio.
“La letra con sangre entra” o “Escena de escuela” es un cuadro
pintado por Francisco de Goya y Lucientes entre 1780 y 1785, en donde el
artista español escenifica un modelo de educación basado en la
efectividad del castigo. Es, guardando las distancias, aquello que nos
ha impuesto hoy eso que llamamos pandemia –conspirativa o no- de la cual
deberemos extraer una dura lección: que no estamos en control de
nuestro mundo. De hecho, lo que hemos intentado ignorar para tener una
vida más gratificante y con visos o certezas de seguridad, hoy nos
golpea en lo más preciado de nuestro entorno: la libertad relativa, la
familia, la estabilidad económica.
Sin embargo, como de este fenómeno hemos de salir con un surtido de
recursos más adecuados para el ejercicio de supervivencia, es imperativo
comenzar por el cambio de paradigmas y, muy especialmente, un ejercicio
de reeducación indispensable para reforzar nuestra salud mental, sin la
cual ningún esfuerzo futuro resultará exitoso. En esta ruta se perderá,
posiblemente, la noción de individualidad a la cual estamos tan
acostumbrados, para sentar otro paradigma: que vivimos en un mundo de
vasos comunicantes y dependemos de manera forzosa de las interrelaciones
implícitas en un tejido social dinámico, sin las cuales nos será
imposible superar el desafío del cambio.
No importa quién nos gobierne, si sabemos conducir el cambio.
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