voltairenet.orgThierry Meyssan,Red Voltaire
- Esto podría ser un cartel humorístico pero por desgracia es un eslogan puritano que debe interpretarse en su sentido más literal. “Black Men are an endangered species”, o sea “Los hombres negros son una especie en peligro de extinción”.
Los Puritanos anglosajones
En 1609, alrededor de 400 fieles de la iglesia inglesa huyeron de su
propio país, donde eran considerados fanáticos extremistas, y
se refugiaron en la ciudad holandesa de Leiden, donde pudieron vivir
según la tradición calvinista, o más exactamente según la interpretación
puritana del cristianismo. Probablemente a pedido del rey Jacobo I,
enviaron a América dos grupos para luchar allí contra el imperio
español. El primer grupo fundó lo que se convertiría en los
Estados Unidos de América y el segundo se perdió en Centroamérica.
Posteriormente, los puritanos tomaron el poder en Inglaterra,
a través de Oliver Cromwell, decapitaron al rey papista Carlos I,
instauraron una República igualitaria (el Commonwealth) y
colonizaron Irlanda perpetrando allí grandes masacres contra los
católicos. Aquella experiencia sanguinaria fue de corta duración y
desacreditó por largo tiempo para los ingleses la noción del Interés
General (la Res Publica, expresión latina que da origen a la palabra República).
Los 35 Pilgrim Fathers (Padres Peregrinos) zarparon de Leiden a bordo del barco Mayflower,
hicieron escala en Inglaterra y cruzaron el océano. Llegaron a
Norteamérica en 1620 para practicar allí su religión con toda libertad.
Durante su viaje a bordo del Mayflower habían firmado un pacto
en el que juraban crear una sociedad modelo –de estricto respeto a la
paz y el culto calvinista, vida comunitaria intensa, disciplina social y
comportamiento moral estrictos. Crearon la Colonia de Plymouth con la
esperanza de construir la «Nueva Jerusalén», después de haber huido del «Faraón» (el rey Jacobo I) y de haber cruzado el «Mar Rojo»
(en realidad el Océano Atlántico). Al cabo de un año, organizaron una
ceremonia de agradecimiento a Dios por haberlos guiado en su epopeya,
celebración que aún se realiza anualmente bajo la denominación de Día
de Acción de Gracias (Thanksgiving) [1].
Aquellos puritanos, que establecieron su capital en Boston, a
60 kilómetros de Plymouth, imponían a sus mujeres el uso de velo y
practicaban las confesiones públicas y los castigos corporales.
- En el logo de la poderosísima Pilgrim’s Society, la figura del Padre Peregrino aparece junto al león británico y el águila estadounidense.
Esos hechos no son simples mitos que todo estadounidense debe
conocer, son parte integrante del sistema político imperante en
Estados Unidos. De los 45 presidentes que han pasado por la Casa
Blanca, 8 –entre ellos los Bush– son descendientes directos de los 35 «Padres Peregrinos».
A pesar de la llegada de decenas de millones de inmigrantes a
Estados Unidos y de las apariencias institucionales, la ideología de
los puritanos se mantuvo en el poder durante 4 siglos, hasta la
elección de Donald Trump. Un club extremadamente cerrado, la Pilgrim’s Society, reúne –bajo la autoridad de la reina de Inglaterra– a muy altas personalidades británicas y estadounidenses. La Pilgrim’s Society instauró la Special Relationship
(Relación Especial) entre Londres y Washington, llegando incluso a
designar numerosos secretarios y consejeros durante la presidencia de
Barack Obama.
Numerosas ceremonias que debían realizarse este año por los 400 años del Mayflower
fueron anuladas debido a la lucha contra la epidemia de Covid-19,
entre ellas una conferencia que un ex consejero británico de seguridad
nacional iba a pronunciar ante la Pilgrim’s Sociey. Las malas
lenguas dicen que la epidemia “terminará” al día siguiente de la
elección presidencial… si Trump la pierde, para que ese resultado pueda
festejarse.
Entre los cristianos estadounidenses existen dos culturas opuestas:
la de los calvinistas o puritanos y la de los católicos, anglicanos
y luteranos. Algunas de las 800 iglesias existentes en Estados Unidos
se definen resueltamente como pertenecientes a una de esas culturas, que
sin embargo existen simultáneamente dentro de la mayor parte de las
iglesias estadounidenses ya que el puritanismo carece de corpus
teológico definido. Es más bien una forma de pensar.
La Guerra de Independencia de Estados Unidos comenzó en 1773, con el “Motín del Té” (Boston Tea Party).
El protagonista de aquel acto de protesta tuvo como abogado defensor a
John Adams, otro descendiente directo de uno de los 35 “Padres
Peregrinos” y más tarde segundo presidente de Estados Unidos.
El llamado a la independencia fue lanzado por el periodista político
Thomas Paine, quien no dudó en esgrimir argumentos religiosos, que
él mismo no creía ni remotamente.
De cierta manera, la Guerra de Independencia de Estados Unidos es la
prolongación, en el nuevo continente, de la Guerra Civil británica que
había lidereado Oliver Cromwell. Aquel conflicto resurgirá una vez más,
nuevamente en Estados Unidos, con la Guerra de Secesión. En este punto
no está de más recordar que la Guerra de Secesión estadounidense
no tuvo nada que ver con el esclavismo –al inicio de la guerra, ambos
bandos lo practicaban y también ambos bandos lo abolieron durante
el conflicto para enrolar a los antiguos esclavos en sus ejércitos.
En Inglaterra, los puritanos fueron derrotados con la República de
Oliver Cromwell, pero en Estados Unidos ganaron la Guerra de
Independencia y la Guerra de Secesión. El historiador Kevin Phillips,
consejero electoral del presidente republicano Richard Nixon –también
descendiente de un hermano de uno de los 35 Padres Peregrinos– estudió
a fondo este conflicto que ya tiene siglos de duración [2]. Fue así como concibió la estrategia de «la Ley y el Orden»
ante el demócrata segregacionista George Wallace durante la elección
presidencial de 1968, estrategia que Donald Trump reedita para la
elección de 2020.
Todo lo anterior demuestra que las apariencias son engañosas.
Las líneas que definen a los bandos no están allí donde todos creen.
Los
puritanos siempre han defendido la igualdad absoluta… pero sólo entre
cristianos. Durante mucho tiempo prohibieron el acceso de judíos a los
cargos públicos y masacraron a los indios a los que tanto decían amar.
Durante la Guerra de Secesión extendieron su igualitarismo a los negros
–pero en África austral los puritanos defendieron el apartheid hasta el
último momento– dando lugar así al mito que presenta la Guerra de
Secesión estadounidense como una guerra antiesclavista. Hoy en día,
defienden la idea según la cual la humanidad se divide en razas iguales
pero que deben vivir preferentemente separadas y siguen siendo
reticentes a lo que llaman «matrimonios interraciales».
Los
puritanos ponen la mentira en el lugar más bajo de su escala de
valores. No la consideran una astucia sino siempre como el peor de los
crímenes, más grave incluso que el robo y el asesinato. En el siglo
XVII castigaban con latigazos el hecho de mentir a un pastor,
sin importar la causa de la mentira, así como aún existen leyes
estadounidenses que castigan duramente el hecho de mentir a un
funcionario federal, sin importar los motivos.
El evangelismo estadounidense
Con el tiempo, sobre todo en el siglo XIX, surgió otra corriente de
pensamiento en el seno del cristianismo estadounidense: el evangelismo.
Se trata de cristianos de todas las denominaciones que tratan de
acercarse al cristianismo original, sobre el cual en realidad no saben
prácticamente nada. Por consiguiente, lo que hacen es recurrir
ciegamente a los textos sagrados. Al igual que los puritanos, los
evangélicos son fundamentalistas, lo cual significan que toman las
Escrituras al pie de la letra, como palabra divina, negándose a toda
contextualización de los textos. Pero son mucho más pragmáticos que los
puritanos ya que tienen una posición de principio sobre todos los
temas pero, ante una situación precisa no actúan en función de
reglamentos comunitarios sino según su conciencia.
Es fácil burlarse de las absurdas opiniones de los evangélicos contra
la teoría de la evolución, pero no se trata de algo fundamental –ellos
mismos dejan de lado ese rechazo cuando les parece necesario. Resulta
en cambio mucho más importante denunciar la visión puritana de una
humanidad dividida en razas diferentes, iguales pero separadas, visión
que desgraciadamente casi nadie critica a pesar de sus graves
consecuencias cotidianas.
Los puritanos controlaron la política estadounidense hasta 1997,
cuando el presidente libertino Bill Clinton prohibió por decreto toda
expresión de fe religiosa en las instituciones federales. El resultado
fue que la religión se desplazó de la administración hacia el sector
privado. Todas las grandes empresas acogieron grupos de plegaria en sus
lugares de trabajo. Ese desplazamiento favoreció la aparición pública
de los evangélicos en detrimento de los puritanos.
- Durante los disturbios frente a la Casa Blanca, el presidente Trump fue a pie hasta la iglesia episcopal Saint John’s para presentarse, Biblia en mano, como el defensor de las convicciones religiosas de todos los cristianos ante el fanatismo de los puritanos.
El regreso del fanatismo puritano
El conflicto entre los puritanos y el resto de la sociedad vuelve a
tomar hoy un cariz radical y religioso. En ese conflicto se enfrentan
dos mentalidades. Una es idealista, igualitaria –pero en el seno de
cada comunidad– y fanática. La otra, a veces más extravagante, comulga
con las desigualdades pero es realista.
Después de su fracaso en la última elección presidencial, la puritana
Hillary Clinton se planteó la posibilidad de hacerse pastor
metodista [3].
Hillary Clinton considera que pecó mucho (mantuvo una relación
extramarital), Dios la castigó (con la relación de su esposo Bill
Clinton con Mónica Lewinsky), pero ella supo hacer acto de contrición
(en el seno del influyente grupo de plegaria del Pentágono conocido
como The Family [4])
y Dios la redimió. Está convencida de que cuenta con el favor de Dios,
se enorgullece de la violencia que ella misma desató contra los pueblos
no cristianos, apoya todas las guerras contra los «enemigos de América» (léase de Estados Unidos) y espera ver el regreso de Cristo.
Donald Trump, por el contrario, no manifiesta ningún interés por la teología, su conocimiento de la Biblia
es aproximativo y su fe se limita a lo estricto necesario. Considera
que ha pecado tanto como cualquier otro pero, en vez de dedicarse a
exhibir muestras públicas de arrepentimiento prefiere hablar de logros.
Trump duda de sí mismo y compensa su sentimiento de inferioridad
mostrando un ego desmesurado. Le encanta la rivalidad con sus enemigos
pero sin pretender aniquilarlos. El hecho es que, en vez pretender
continuar guerreando en todas partes, Trump encarna la voluntad de
restaurar la grandeza de Estados Unidos («Make America Great Again!»),
lo cual lo convierte en ídolo de los evangélicos contra los puritanos.
Y además ofrece a los cristianos la opción de reformarse a sí mismos
en lugar de tratar de convertir al mundo entero.
Mientras se desarrollaba la campaña electoral de 2016, yo llegué a
plantear una interrogante: “Estados Unidos, ¿se reforma o se
desgarra?” [5].
Opinaba que sólo Donald Trump podía permitir que Estados Unidos
siguiese siendo una nación, mientras que Hillary Clinton provocaría una
guerra civil y probablemente la disolución del país, en un fenómeno
similar al fin de la URSS. Lo que está sucediendo desde la muerte del
ciudadano negro George Floyd demuestra que no estaba equivocado.
- Hillary Clinton durante la campaña electoral previa a la elección presidencial estadounidense de 2016.
Los partidarios de Hillary Clinton y del Partido Demócrata imponen su
ideología. Luchan contra la mentira y destruyen monumentos con el
mismo fanatismo conque sus antecesores puritanos quemaban a las
“brujas” de Salem. Desarrollan una lectura absurda de su propia
sociedad, niegan los conflictos sociales e interpretan las
desigualdades únicamente en función de la supuesta existencia de razas
humanas diferentes. Desarman los departamentos de policía locales y
obligan a las personalidades «blancas» a pedir perdón públicamente por gozar de un privilegio invisible.
En el caso de la supuesta «trama rusa», el fin de los procesos
judiciales contra el general Michael Flynn, el efímero primer
consejero de seguridad nacional del presidente Trump, y el perdón
presidencial concedido al ex consejero de Trump, Roger Stone, han
suscitado airadas protestas de parte de los puritanos. Ninguno de esos
dos personajes había hecho daño a alguien… pero se atrevieron a
mentirle al FBI para mantenerlo alejado de la Casa Blanca.
El alcalde de Minneapolis –la ciudad donde fue asesinado George
Floyd– fue humillado en público porque se negaba a disolver la policía
municipal, acusada de ser «racista». En Seattle, el consejo
municipal acaba de ordenar un drástico recorte del presupuesto de la
policía municipal, lo cual no molesta a las clases sociales altas –que
viven en residencias protegidas por empresas de seguridad privadas–
pero priva de protección pública a quienes no pueden darse el lujo de
recurrir a tales empresas de seguridad.
La agencia Associated Press y después el New York Times y el Los Angeles Times –pronto lo harán seguramente casi todos los medios estadounidenses– decidieron comenzar a escribir la palabra “Negro” (Black) con mayúscula cuando se refiere a la «raza» (sic) [6], pero no harán lo mismo con la palabra “blanco” (white) porque escribir “Blanco” (White) con mayúscula es costumbre arraigada entre los supremacistas blancos [7].
El Pentágono se planteó rebautizar las bases militares que portan
nombres de personalidades históricas sudistas señaladas como «racistas» y todo el personal civil y militar del US Army (el ejército terrestre) recibió un correo electrónico que denunciaba como «de extrema derecha»
sostener que sólo existe una raza humana única –lo cual está
científicamente demostrado, aunque en el correo electrónico se dice que
es una mentira [8].
Esas iniciativas dieron lugar a una enérgica reacción de parte de
la tropa, esencialmente partidaria de Trump, y acabaron fracasando pero
indican la existencia de una escalada muy peligrosa.
Se trata de decisiones que muestran una pérdida de la racionalidad colectiva.
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