La Jornada
Gustavo Gordillo
Escuchando y luego leyendo
los discursos del presidente López Obrador y del patán de la Casa
Blanca, no pude evitar recurrir al famoso calambur de Francisco de
Quevedo, quien apostó con sus amigos que diría de frente a la reina
Isabel de Borbón que estaba lisiada. Como sabemos, el juego de palabras
fue: entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
Así, cuando Trump comenzó a decir que “en este país viven 36 millones
de mexicanos que elevan el nivel de nuestras comunidades, iglesias y
enriquecen nuestra diversidad cultural… También hay grandes empresarios y
empresarias que representan un gran porcentaje de nuestros pequeños
empresarios, exitosos, y como usted, Presidente, gente trabajadora y
dura a la hora de negociar”, a nadie sorprendió su cinismo, que no tiene
límites, sino el sapo que se estaba tragando.
Y cuando López Obrador subrayó con agudeza:
También, como es sabido, la historia, la geopolítica, la vecindad y las circunstancias económicas de ambas naciones han impulsado de manera natural un proceso de migración de mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos y se ha conformado, aquí, una comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos de padres mexicanos. Se trata de una comunidad de gente buena y trabajadora que vino a ganarse la vida de manera honrada y que mucho ha aportado al desarrollo de esta gran nación, remachó el sapote que se le atragantaba al Racista Mayor.
Pero el mejor momento del discurso fue cuando AMLO usó la paradoja irónica para desnudar al mentiroso patológico:
“Durante mi mandato como Presidente de México, en vez de agravios
hacia mi persona y, lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos
recibido de usted comprensión y respeto… Usted no ha pretendido
tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra
condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al
pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia
nosotros con gentileza y respeto. Nos ha tratado como lo que somos: un
país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano”.
Sólo faltó decirle que estaba cojo. Pero es probable que el ególatra
en jefe haya pensado que su gran personalidad generaba esas simpatías.
Damas de la caridad. Ninguno esperaba salir con las manos vacías del
peculiar encuentro. Desde luego, era evidente lo que buscaba Trump:
llevarse una rebanada del voto latino, que es religioso y conservador y
puede ayudarle en los estados de Arizona y Texas, sobre todo. Pero
Andrés Manuel López Obrador también ganará mucho. En ganancias
electorales para 2021, las que ya obtiene con pruebas fehacientes de
corrupción y manejos inadecuados con Estados Unidos que realizaron
personeros de los dos partidos principales, PRI y PAN, cuando
gobernaban.
T-MEC. Pero lo que se vislumbra en construcción es una fuerte alianza
con los grandes empresarios mexicanos y estadunidenses en México para
rellenar en parte el espacio de las intervenciones europeas y chinas.
Reconstruir el Estado. Con estos elementos ya acumulados, AMLO se
encamina a la tarea más importante y decisiva de su sexenio: la
reconstrucción del Estado mexicano. En artículo anterior usé el símil de
un ferrocarril para ilustrar los problemas institucionales del Estado.
En el primer vagón van las instituciones que surgen en el largo proceso
de transición, desde el Banco de México pasando por el INE, la CNDH y
otras. En el segundo viajan los resabios institucionales: las formas de
acuerdos informales que eran sólido sostén en las relaciones del
gobierno con el gran empresariado, plagadas de contubernios y ventajas
fiscales, y de acceso privilegiado a la información. En el tercero
viajan las instituciones orientadas a administrar la pobreza y el
conflicto social con las clases subalternas.
El punto clave es cómo desenganchar el segundo vagón para realmente jalar al tercero sin destruir la locomotora.
Twitter: gusto47
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