Si se pudiera cuantificar
la cantidad de alimentos producidos, donados e intercambiados vía
trueque por los movimientos campesinos, indígenas y populares en América
Latina, nos llevaríamos una grata sorpresa. Aunque sólo conocemos datos
parciales, podemos asegurar que los pueblos organizados están caminando
hacia nuevos niveles de autonomía, incluso alimentaria.
Hasta comienzos de julio, campesinos del Movimiento Sin Tierra, junto
a pequeños agricultores, habían donado 2.3 mil toneladas de alimentos
desde el comienzo de la pandemia, incluyendo lácteos, arroz, verduras y
frutas (https://bit.ly/3gWw8R1). De ello se beneficiaron pobladores de las periferias urbanas, indígenas y quilombolas (espacios del pueblo negro).
En el sur de Colombia, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC)
ha realizado Mingas de la Comida llevando alimentos de clima frío,
templado y cálido a las ciudades, promoviendo ferias de trueque entre
comunidades y migrantes urbanos, que les dan a cambio productos
sanitarios y de limpieza en reciprocidad (https://bit.ly/2WAkV0X). Prácticas que forman parte de la Minga Hacia Adentro decidida por el CRIC para afrontar la pandemia.
Por su parte, el Proceso de Liberación de la Madre Tierra, en la
misma región, además de continuar liberando fincas para la vida, ha
realizado varias marchas de la comida en apoyo a comunidades rurales y
barrios urbanos (https://bit.ly/2DyJSmv).
La Guardia Indígena se encarga de los cuidados comunitarios, ejemplo
que vienen siguiendo otros pueblos con la creación de Guardias
Cimarronas y Guardias Campesinas (https://bit.ly/2OmpRlt).
En las ciudades, se multiplican los espacios de cultivo de alimentos y
plantas medicinales. En Popayán, Cauca, vecinos de las periferias
abrieron huertas para abastecer las ollas comunes y en barrios de
Córdoba, Argentina, las familias organizadas comenzaron a cultivar
huertas en sus casas y compartir los alimentos.
La agricultura urbana y periurbana se instaló hace décadas, pero
durante la pandemia conoció una notable expansión. El movimiento más
potente en este sentido es la Unión de Trabajadores de la Tierra en
Argentina, hijo
cimarróndel movimiento piquetero y del campesino, que ahora reúne 10 mil familias que producen alimentos venden en almacenes propios, ferias informales y redes de comercialización alternativa.
Crearon, además, una innovadora forma de protesta con los
verdurazospara visibilizar las demandas del sector campesino (https://bit.ly/2ZqJa3f).
En tanto, debe destacarse el papel de las Redes de Abastecimiento de
las asambleas territoriales de Santiago y Valparaíso, en Chile. Las
redes compran directamente a los productores y campesinos, eludiendo
intermediarios con el fin no sólo de asegurar la alimentación, sino de
fortalecer la capacidad organizativa en el propio territorio(https://bit.ly/2CF5soT).
En Uruguay miles de personas compramos en el Mercado Popular de
Subsistencia, una red de más de50 nodos territoriales urbanos que
adquiere sus productos a fábricas recuperadas, cooperativas y
agricultores familiares (https://bit.ly/3h2opkk).
Las familias elijen sus alimentos de una canasta de más de 300
productos, que recogen, transportan y fraccionan en forma de ayuda
mutua.
Así como los pueblos no esperan que los gobiernos decreten la reforma
agraria, recuperan tierras, resisten y producen en ellas, tampoco
esperaron que los gobiernos se hicieran cargo de la alimentación, ante
la incapacidad de éstos para responder a la emergencia.
La Vía Campesina, en 1996, acuñó la propuesta de
soberanía alimentaria, para enfrentar la
seguridad alimentariade los organismos internacionales, que apuestan al mercado, las multinacionales y las tecnologías para alimentar a los pueblos. En un principio, la definió como
el derecho de cada naciónpara producir alimentos,
respetando la diversidad productiva y cultural.
Eran años de ascenso de las luchas por la tierra, con epicentro en
Brasil y en los pueblos originarios. Con el tiempo, Vía Campesina fue
profundizandoel concepto de so-beranía alimentaria al calor de nuevas luchas, enfatizando en las
nuevas relaciones sociales, en la gestión de los productores y movimientos para
conservar la autonomía y recuperar nuestro poder, como señala la Declaración de Nyéléni de 2007 (https://bit.ly/30heCA8).
En 2018, la Coordinación Europea de Vía Campesina fue más allá, definiendo la soberanía alimentaria como un
proceso de construcción de movimientos sociales, con base en la solidaridad que se construye
de abajo hacia arriba(https://bit.ly/3h10SQN).
Si es cierto que la pandemia desnuda la nueva realidad neoliberal, el
crecimiento de nuevas derechas y el secuestro de democracias por el
capital financiero, también enseña avances notables de los pueblos en
movimiento, capaces de construir su autonomía resistiendo y creando
nuevas formas de producir, distribuir y consumir alimentos.
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