Red Voltaire
Desde el inicio de la epidemia de Covid-19 se ha dado por sentado que
este virus se transmite a través de las proyecciones de saliva y de
las vías respiratorias que pueden quedar en el aire o en las
superficies, además de por contacto. Partiendo de ese principio,
se aconsejó limpiar frecuentemente puertas, mesas u otras superficies
que tocamos, portar mascarillas de protección y mantener cierta
distancia entre las personas.
Pero en realidad no está demostrado que el Covid-19 se transmita de esa manera.
Por el contrario, si se considera el Covid-19 como un virus
respiratorio sería más lógico pensar que se transmite únicamente como
las demás enfermedades virales respiratorias, o sea por vía aérea. En
ese caso, es absurdo dedicarse sacar brillo a los pomos de las puertas,
es inútil el uso de máscaras sanitarias o de trajes aislantes y es
ridícula la imposición de medidas como el llamado “distanciamiento
social”. El único modo de prevención realmente eficaz sería ventilar
adecuadamente los espacios cerrados.
Aunque tampoco está demostrado ese modo de transmisión, esta última
medida de prevención es mucho más lógica que las anteriores.
Numerosos investigadores sostienen esta teoría desde que se inició la
epidemia, pero no se les da la palabra. Fue la hipótesis de estos
investigadores lo que llevó a Thierry Meyssan a comentar con ironía,
desde este sitio web, la obsesión por el uso de mascarillas sanitarias o
quirúrgicas, comparándola con las máscaras utilizadas en el
siglo XVII, en tiempos de las epidemias de peste [1].
De hecho, 239 científicos acaban de publicar una carta abierta en ese sentido en la revista especializada Clinical Infectious Diseases.
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