Uruguay
Los precios de los
alimentos no paran de escalar en un país con todas las condiciones para
elaborar buenos alimentos y baratos, pues “algo” se interpone entre
nosotros y los alimentos buenos y baratos.
Debemos estudiar ese
“algo”, cuyo nombre es “política económica imperante” que para el caso,
se viene aplicando desde la apertura democrática hasta ahora sin
variaciones, salvo, una profundización de esa política en estos últimos
años, profundización que responde a varios factores y en especial, a un
mayor empuje del capital trasnacional.
No existe democracia sin
comprensión de la realidad política y no puede existir una comprensión
de la realidad política sin comprensión de la política económica, cuyos
efectos son particularmente determinantes en una cultura.
Los
popes de nuestra política económica no han agregado nada a una teoría
que se impone de tal manera que ha logrado mostrarse como la única
posible, como la única que tiene derecho a la existencia. Lo curioso es
que esa teoría favorece al capital trasnacional, lo que equivale a decir
que esa política es pensada por el capital trasnacional que logra, por
sus ilimitados recursos, que una serie de presidentes y ministros y
“teóricos”, oficien de caudatarios del capital trasnacional.
La
política económica imperante afirma que el impulso a las “economías en
desarrollo” lo constituye la inversión extranjera, habida cuenta que las
“economías en desarrollo” no tienen fuerzas autóctonas para impulsarse.
Sin embargo, el propio dinero que pedimos prestado a la banca privada
extranjera y que engrosa nuestra astronómica deuda externa, es el mismo
dinero que nosotros depositamos en la banca privada extranjera, con una
salvedad: depositamos más dinero que el que pedimos.
Se afirma
que no tenemos fuerzas autóctonas para impulsar nuestra economía, sin
embargo, “invertiremos” como mínimo seis mil quinientos millones de
dólares en el ferrocarril, el viaducto, el puerto y la electricidad que
le compraremos a UPM.
¿Qué lograremos con esa “inversión”, amén
de endeudarnos y subir nuestras tarifas de UTE y OSE? Lograremos que UPM
estrague para siempre una inmensa cantidad de hectáreas, que agregue
contaminación (¡y cómo!) a un río ya contaminado, y que se apropie, por
sus fabulosas ganancias, de más tierras todavía, con la consiguiente
expulsión de nuestro hombre del campo.
Así llegamos de lleno a un
problema esencial para una economía como la nuestra: la propiedad de la
tierra y por lo tanto, quién ocupa y qué se hace en esa tierra.
Lo primero que debemos decir es que el capital extranjero es dueño de
la mitad de la tierra del País y que además, es dueño de las mejores
tierras del País. Montes del Plata tenía 240.000 hectáreas y UPM 200.000
y ahora vaya a saber uno cuántas tienen. Estas empresas son las
principales latifundistas y en sus campos pletóricos de eucaliptos,
acaso se aloje alguna cotorra y alguna serpiente pero gente, no hay.
Campos donde antes se criaban vacas y ovejas hoy están llenos de
eucaliptos que nos empobrecen y expulsan y el dinero resultante de la
venta de esos eucaliptos, no queda aquí para impulsar nuestra economía.
Se fuga, precisamente, a las arcas de las trasnacionales de la madera.
Pero también tenemos a las empresas extranjeras que se adueñan de la
tierra para plantar soja, con el consiguiente daño a la tierra y al agua
y su correspondiente fuga de capitales ¿Para qué se planta esa soja?
¿Para producir aceite de soja en nuestro País? No. Se planta soja para
alimentar los pollos y los cerdos de China o de donde sea.
Los
popes de nuestra política económica imperante nos anuncian que sin el
capital extranjero nos moriríamos de hambre y jamás nos
desarrollaríamos, pero ocultan la verdad: la inversión extranjera es la
causa de nuestra pobreza y de nuestro atraso. La inversión extranjera se
ha apoderado de nuestros principales rubros económicos: la tierra, la
Banca, los frigoríficos, la exportación de cereales, las grandes
superficies comerciales, la elaboración de bebidas y el tratamiento de
la madera.
Entonces no agregan, acaparan rubros que antes eran
nuestros. Lo que ha agregado la inversión extranjera amén de soja, es la
elaboración de pasta de celulosa. Aquí tenemos la inversión extranjera
que nos estimulará para salir del atraso y generará industrias, trabajo
¿Qué industrias generaron las pasteras? En el caso de UPM, una fábrica
de químicos que en rigor es propiedad de UPM, y una empresa encargada
del mantenimiento de la planta, que no sé si es independiente de UPM.
Luego de eso, plantines y transporte. Como vemos, casi nada y el
problema es que en esos campos de eucaliptos donde ahora viven cotorras y
serpientes, si es que viven (en los grandes monocultivos ni siquiera
viven cotorras y serpientes) ya no se cría ganado que, a diferencia del
eucalipto, permite alimentarse. Además, lo que genera el ganado es mucho
más que lo genera el eucalipto, pues la cría del ganado requiere
veterinarios, alambradores, peones, esquiladores, agarradores,
benteveos, inseminadores y la carne y la lana y el cuero abren el camino
a la variada industria de la carne y los frigoríficos, a la
marroquinería y zapatería y tejidos.
Así que tenemos pasta de
celulosa que viaja a Finlandia para el papel higiénico y el packaging,
una pasta de celulosa que desplaza a la carne, la lana y el cuero y toda
la riqueza que producen y que además, nos brindan un alimento esencial,
un alimento sin el cual no hubiéramos evolucionado desde los
australopithecus.
El problema es que la política económica
imperante exonera de impuestos y fabrica vías de ferrocarril para los
principales latifundistas y entonces les brinda ventajas en la lucha por
la tierra para que acaparen más tierras y en suma, la política
económica imperante, favorece la extensión del latifundio por parte del
capital extranjero.
El capital extranjero, en vez de invertir
para que salgamos del atraso, viene a apoderarse de los rubros cruciales
de nuestra economía para profundizar nuestro atraso, primero que nada,
pues incrementa la fuga de capitales, es decir, de los recursos
imprescindibles para un posible “despegue” económico”, segundo, porque
innova en nuevos rubros como la pasta de celulosa que casi no agregan
trabajo a la mercadería y en rigor, es la materia prima de la materia
prima, tercero, porque aplasta a la producción nacional con las ventajas
que obtiene, sumado al poder que tiene de por sí, y cuarto, porque
destruye nuestra cultura, que en rigor es la principal herramienta para
la producción de riquezas.
No el dinero, sino la inteligencia,
sabe las palabras que mueven la piedra que cierra la cueva de Alí Babá.
El tesoro lo tenían ocultos los ladrones, como todos sabemos y los
ladrones tienen gente a su servicio para mantener el tesoro oculto e
imponer el pensamiento único, para imponer la política económica que
como una losa aplasta a la producción nacional. Ahora, y aplique el
lector una particular atención a esto que diremos: no existe robo de
recursos sin destrucción de cultura. No existe exportar esos nutrientes
de la tierra a modo de pasta de celulosa, sin extender el latifundio
generando taperas y en las taperas, nadie transmite nuestra enorme
herencia cultural.
Una isla llena de frutos y animales no es
rica, sino que son ricos quienes viven en esa isla. Son ricos por la
enorme abundancia de frutos y animales, pero son ricos porque han sabido
y saben, conservar esa riqueza y reproducirla. Conservarla y
reproducirla implica saber cosas que la protejan y la amplíen, y esas
cosas hacen a la cultura. Entonces llegamos al asunto de cómo
incrementar nuestra riqueza, nuestra cultura y vemos que ahí la
educación debe cumplir un rol esencial, debe asegurar la transmisión de
nuestra herencia cultural, y debe acelerar al máximo el talento natural
de los estudiantes que serán nuestros productores de riquezas y nuestros
ciudadanos.
Y para que esa educación exista, debe haber una
República que la sustente y el problema, es que inversiones como la de
UPM destruyen los tribunales de la Justicia, erosionan el Parlamento e
imponen, como práctica política, el asesinato de la República con el
secreto y el silencio.
Los ladrones, para apoderarse de las
riquezas de la isla, deben dominar la organización política de la isla y
destruir su capacidad de generar riquezas. La gente de la isla, debe
asegurarse sus riquezas, su capacidad de producirlas, y su capacidad de
elaborar nuevas riquezas, de hacer de la materia más vida y cuando
decimos materia, incluimos las ideas, una manifestación sutil de la
materia.
El precio que pagamos por los alimentos de la isla, es
responsabilidad de la política económica que le abre las puertas del
saqueo a UPM. Si queremos alimentos buenos y baratos y una vida mejor,
debemos tender la mirada al sitio en el que se le hace una brecha a
nuestra muralla. El problema del precio alto de los alimentos nos lleva
al terreno de la política donde para robarnos, necesitan derrotar
nuestra República. Derrotada la República, no habrá resistencia y ahí
vendrán por todo, absolutamente todo, y nos quedaremos sin frutas y
animales, y ya no sabremos cómo producirlos y seremos ciegos tanteando
con su bastón el abismo.
¿Estamos a tiempo para revertir el
desastre? ¿Lograremos ver la raíz del problema y establecer la
estrategia perfecta para vencer? El futuro es incierto, pero por primera
vez en mucho tiempo, titila una esperanza. Ciudadanos del campo y la
ciudad han abierto los ojos al desastre del fuego que devora nuestras
riquezas y han decidido dejar de ser observadores, para convertirse en
agentes de la Historia. Piensan, hacen, discuten, se conocen. Cada vez
somos más. Nuestra tarea es sencilla, templar nuestro acero. Nuestra
ventaja es una sola, pero de un poder infinito, la verdad.
Nuestro acero son nuestras ideas, el fuego es la verdad. Nosotros, que
seremos todos, templaremos el acero al fuego para vencer.
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