José Antonio Rojas Nieto
La Jornada
Estudiemos un poco
la economía vecina y observemos la nuestra. Es de preocupar el perfil
rentista que ha ido adquiriendo la economía estadunidense. Con una
fuerte tendencia de descenso de su rentabilidad general, al menos hasta
el comienzo de los años 80, de entonces a la fecha las ganancias de las
corporaciones financieras han sumado participación en detrimento de las
ganancias de las corporaciones financieras. Y en estos términos el
futuro no se ve prometedor. Apropiación creciente del excedente
económico por parte del trabajo improductivo, diría Adam Smith.
Transferencias de valor hacia el capital rentista y especulativo, dirá
Marx.
Estudiemos el asunto y reflexionemos un poco también sobre nuestra
economía, el efecto de estas tendencias en la nuestra. Algo es
indudable: la relación de nuestro crecimiento económico con el de
nuestros vecinos es muy estrecha. Un simple dibujo de crecimientos
anuales de los últimos 25 años lo muestra. Sólo nuestra debacle de 1995
resultó atípica. Sufrimos caídas de menos dos, menos nueve, menos ocho y
menos siete en los trimestres de 1995. Anualmente, de menos seis. Ellos
crecieron casi 3 por ciento. No así en 2009. Caímos los dos. Menos 5
por ciento nosotros. Menos 2.5 los crecimientos anuales cada vez más
vinculados.
Así, el futuro o potencial nuestro sería muy próximo al de ellos, que
viven momentos difíciles. ¿Qué entienden por ese potencial los
especialistas? Los de la Reserva Federal (Fed) aclaran que no es el
crecimiento posible con adecuada distribución de recursos, pleno empleo,
remuneraciones justas y bienestar social (https://www.stlouisfed.org/).
Es, en cambio, una estimación de lo alcanzable al considerar la
historia de las fluctuaciones cíclicas de empresas privadas corporativas
y no corporativas, actividad gubernamental y relaciones comerciales y
financieras con el exterior.
Obliga a observar el pasado y extraer sus tendencias principales. Diría mi querido compañero Luis Felipe:
Necesario pronosticar el pesado. Estimar producto potencial es –casi casi– pronosticarlo. Pero no del todo, aunque se estiman las
cosas deseadaspara el futuro. Incluso, como guía de acciones fiscales, monetarias y financieras para alcanzar ese potencial. No complico más. Los de la Fed estiman un potencial de casi 2 por ciento al año. ¿Cuál sería el nuestro? La Secretaría de Hacienda y Crédito Público acostumbra estudiar el asunto. Ha aclarado que no hay estimaciones oficiales, pero indica que el Banco de México también calcula periódicamente ese PIB potencial y que se utilizan al menos cuatro métodos: estructurales, no estructurales, directos y multivariados. Y casi una veintena de técnicas. Hay estimaciones de especialistas en México. Parecen concluir algo. Al considerar ventanas de 1993 o del 2000 en adelante, nuestra tendencia histórica de 2.6 por ciento estaría un punto por debajo de su potencial. Debimos crecer a casi 3.6 por ciento al año.
¿Estimación alternativa? Partir del potencial de casi 2 por ciento al
año estimado por los de la Fed para su país. Sumemos el nivel medio que
nuestra economía crece por encima de la estadunidense. Nuestro
potencial sería de casi 3 por ciento. Entonces, para los siguientes 10 o
más años podríamos crecer entre 3 y 4 por ciento. No es mala estimación
de especialistas. Veremos condiciones y consecuencias. Y las tendencias
especulativas. De veras.
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