Las recientes
elecciones generales en Guatemala fueron denunciadas como fraude, y
desconocidas en sus resultados preliminares, por Thelma Cabrera, maya
mam, ex candidata a la Presidencia de la República por el Movimiento
para la Liberación de los Pueblos (MLP). “Denunciamos fraude electoral, y
no aceptamos los resultados…”, anunció MLP, luego de enumerar acciones
fraudulentas en las diferentes etapas del proceso electoral, al
siguiente día de las votaciones (17 de junio).
“Indios, deberían agradecer y aceptar resultados, les dieron el 4º lugar”
El
rechazo y descalificaciones al MLP por denunciar el fraude electoral
fueron inmediatos. Opinadores, profesionales, ciber activistas…,
acusaron a Cabrera y al MLP de “irresponsables”, “malagradecidos”,
“desestabilizadores”… Incluso indígenas profesionales llamaron a
indígenas del MLP a “respetar las reglas electorales y celebrar el
histórico 4º lugar que habían obtenido”.
Los “haters” (personas
que odian) en las redes sociales no desperdiciaron los instantes para
descargar toda su artillería racista y misógina contra los “indios
malagradecidos”. Los mensajes eran nítidos para Cabrera y las insumisas
comunidades del MLP: “Se les permitió participar en nuestra fiesta
electoral. Respeten las reglas… Están desestabilizando nuestro sistema y
tranquilidad democrática”.
Pasaron las horas. La Embajada
norteamericana, ni los finqueros de Guatemala, pudieron parar la
viralización en las redes sociales de las evidencias captadas por
celulares de las evidencias de fraude. Muy a pesar del reiterado
“clamor” de la misión de Observación Electoral de la OEA en Guatemala:
“en Guatemala no hubo fraude”, el TSE tuvo que aceptar “su fracaso
profesional”, ordenar el reconteo de votos “acta por acta”, colocar
nuevamente en cero los resultados electorales en su sitio web, aceptar
las renuncias de sus funcionarios….
El TSE y los grupos de poder
del país hacen el teatro del “reconteo de votos” no porque hayan
experimentado una metanonía democrática, sino porque, ahora, “temen” la
constatada sublevación democrática indocampesina en las urnas (que cobra
una incipiente aceptación urbana). “No es lo mismo organizar el
banquete electoral sin la participación indígena, que con el MLP
dentro”.
Una cosa distinta es “vencer/someter” militarmente a
indios apolíticos desorganizados. Otra muy diferente es “derrotar en las
urnas” a millones de “indios” que comienzan a despertar políticamente y
a “votar por ellos mismos”.
Hubo fraude, pero fue una indígena quien denunció
“No
se puede hablar de fraude cuando sólo son acciones fraudulentas. Son
errores. Imprecisiones técnicas. Esperemos el reconteo. Aún no es
fraude”, repiten opinadores y ciber analistas.
Un vergonzoso
regateo lingüístico con tal de “no reconocer” que a indígenas y
campesinos del MLP, también les asiste la razón. O quizás porque su
“esperanza laboral” está centrada en el cambio de turno en la
“administración pública”.
¿Cuál habría sido la actitud de estos y
otros colegas si el o la denunciante hubiese sido un colega blanco y
profesional? ¿Le hubiesen aplicado bullying con la misma intensidad?
Pero,
para “desgracia” de los integrantes privilegiados de la cultura oficial
del país, Thelma Cabrera sólo cursó hasta 6º grado de primaria. Y, aún
así, Cabrera y el MLP se dieron cuenta del fraude electoral, ahora en
etapa de revisión. Un hater, en las redes sociales, decía: “Cabrera
denuncia fraude porque en 6 años de escuela no aprendió a contar
números”. Ahora, ¿quién es el que no sabe contar?
¿Qué es un fraude electoral entonces?
Dícese
fraude electoral: “a la intervención ilícita en un proceso electoral
con el propósito de impedir, anular o modificar los resultados reales ya
sea aumentando la cantidad de votos del candidato favorecido,
disminuyendo las de los candidatos rivales, o ambas…”. Así definen
fraude electoral hasta los diccionarios más elementales.
Fraude
se refiere a las acciones ilícitas antes de las votaciones, durante las
votaciones, en el computo y digitalización de datos. Son acciones que
están orientados no sólo a modificar los resultados de las votaciones,
sino también a impedir que se realice el proceso electoral.
Fraude
electoral significa limitar la publicidad de algún partido. Trasladar
personas el día de las votaciones. Entregar papeletas marcadas. Colocar
en las papeletas los logos de partidos en tamaños diferentes. Impedir la
presencia de fiscales electorales en los recintos. No entregar copia de
actas a los fiscales… Modificar los resultados de las actas al momento
de digitalizar…
Si bien, ni la Ley Electoral y de Partidos
Políticos (LEPP) de Guatemala, ni el Código Penal, conceptualizan el
fraude electoral, sin embargo, en la legislación comparada, como la de
Colombia, se define el fraude electoral como acciones ilícitas referidas
a todo el proceso electoral. La LEPP, por única vez, refiere a fraude
en su Art. 93º al abordar causales para la cancelación de partidos
políticos.
Considerando esta conceptualización lato sensum
(sentido amplio), y conociendo las evidencias de fraude electoral
denunciadas, más la aceptación del TSE para reconteo de votos, es
simplemente el machismo, el clasismo o el racismo el que obnubila la
mente a cuantos aún no aceptan la triste y dura realidad del fraude
electoral en Guatemala. Muy a pesar de la confesión de parte del TSE.
En
este sentido, el problema entonces, ya no es el fraude electoral, sino
la falsa conciencia de la ciudadanía plena cuya noción de “democracia”
se ancla en el funcionamiento del ritual electoral. Y, si este ritual
cae, entonces, irremediablemente el país cae en la dictadura, según los
ciudadanos plenos. Eh aquí la razón del por qué se niega a aceptar el
fraude electoral denunciado por “profetas indeseados”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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